Tropic Mulder

@mostrorobot · 2025-10-24 22:39 · Spooky Zone

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Tropic Mulder

El aire en Zalem Valley era una sopa densa y ácida, iluminada por los neones venenosos que bañaban los colosales rascacielos. Estas agujas de cromo y grafito se perdían en un cielo perpetuamente brumoso, sirviendo de pedestales a la élite corporativa, los Arcángeles que jugaban a ser dioses desde sus áticos de cristal. Mientras los veloces Aircars de lujo surcaban las autopistas aéreas más altas, invisibles desde abajo, la ultra moderna ciudad de ciencia de punta se retorcía en un laberinto de mugre y deshechos tecnológicos.

Abajo, en las Zonas Bajas, la vida se arrastraba entre los escombros de un futuro prometido y nunca entregado. Las calles no eran de asfalto, sino de basura compactada, una masa orgánica y sintética donde el hedor a óxido, sudor rancio y comida sintética putrefacta era el perfume de la miseria. Allí, la población, los Desconectados, se agolpaba en busca de una migaja de la opulencia de arriba. Vendedores ambulantes, ciber-trashers con implantes de dudosa procedencia, ofrecían sus mercancías sobre lonas grasientas: circuitos quemados, ojos biónicos de segunda mano que aún parpadeaban con terror de su antiguo dueño, barriles humeantes de bio-energía barata y pilas de cubos de proteína gelatinosa que simulaban carne. Era el mercado negro del alma y el hardware, un caos vibrante de necesidad y desesperación.

Para muchos, la única vía de escape, el único ascensor social, era el Torneo del CriptoColiseo. Un sistema de juegos de lucha virtuales de realidad aumentada, donde los participantes —en su mayoría, almas desesperadas— se enfrentaban en combates brutales, transmitidos al instante a millones de pantallas. Las apuestas y los premios se movían en oleadas de DarkCoin y dinero electrónico, una economía paralela tan volátil como la vida misma en las Zonas Bajas.

Flotando a tres mil metros sobre este infierno urbano, en una órbita geoestacionaria privada, se encontraban las Esferas Satélite. Estos eran pequeños habitáculos cilíndricos, apenas más grandes que una habitación de hotel de clase media, recubiertos de placas solares corroídas y propulsores de iones. Vistos desde abajo, parecían estrellas solitarias y sucias. Dentro, vivían aquellos que habían conseguido suficiente dinero para aislarse del contacto humano, o aquellos cuyos estilos de vida extremos les obligaban a ello.

En la Esfera Satélite 734-Lambda residía nuestro protagonista: Tropic Mulder.

Tropic Mulder no era un hombre; era un nodo. Su cuerpo, una masa informe de más de doscientos kilogramos, era una montaña de grasa y sedentarismo. Su abdomen se derramaba por los lados de su trono: un sillón-cama mecánico, diseñado a medida, que era su mundo entero. Nunca se levantaba. Un complejo sistema de tubos y catéteres se encargaba de su evacuación, permitiéndole vivir sin el menor esfuerzo físico. Lo que realmente lo definía, sin embargo, era la maraña de cables de fibra óptica y neuro-conductores que brotaban de su piel y cráneo. Diez cables principales estaban conectados a la interfaz de su nuca, doce más a su pecho y extremidades. Estaba permanentemente cableado a la Súper-Red, veinticuatro horas al día, incluso durante sus breves y agitados sueños sintéticos.

A su alrededor, una media docena de pantallas flotantes y monitores curvados formaban un semicírculo brillante, una burbuja de luz en la penumbra de la esfera. Era su ventana, su trabajo, su campo de batalla.


Esa tarde, la esfera vibraba ligeramente con la tensión del combate. Tropic Mulder, cuyo avatar era el temido 'Cáncer-99' —un meca-guerrero cubierto de púas de titanio y propulsores de plasma—estaba en la ronda final del torneo de la 'Copa Midas'.

Frente a él, el avatar 'Quimera-00', un mutante ágil de cuatro brazos. El rugido de la multitud virtual era ensordecedor. Los puños hidráulicos de Cáncer-9 aplastaron el plexo de Quimera. El golpe fue tan contundente que el avatar de Tropic sintió el retroceso, una descarga fantasma recorriendo su propia grasa. El brazo derecho de Quimera se desprendió en un chorro de píxeles rojos y aceite digital. Cáncer-99, lento pero imparable, lanzó su ataque final. Una sierra rotativa emergió de su muñeca y se hundió con un sonido de carne y metal desmembrándose en el torso del oponente, partiéndolo por la mitad.

¡K.O. VICTORIA TROPIC MULDER! Las pantallas estallaron en confeti digital y el saldo de su cripto-billetera se disparó con la ganancia millonaria. Una sonrisa grasienta se dibujó en el rostro de Tropic.

Justo cuando su cerebro registraba el placer de la victoria, un chasquido eléctrico seco resonó.

La Esfera Satélite 734-Lambda se sacudió con una violencia inesperada, como si un rayo se hubiera incrustado directamente en el fuselaje. Una poderosa corriente eléctrica recorrió el cableado principal. Las pantallas parpadearon con un brillo estroboscópico rojo y blanco, y Tropic sintió una punzada agonizante. La descarga, amplificada por los neuro-conductores, le recorrió el cuerpo, haciendo que su corazón latiera como un tambor frenético.

Un grito gutural escapó de su boca. Pasado el impacto.. eléctrico? Tropic Mulder se repuso, y enseguida se dirigió a la IA que controlaba el satélite.

“¡Diagnóstico! ¡Comprobación de la Red, IA! ¡Ahora!” espetó, su voz amortiguada por la carne de su cuello.

Todas las pantallas se congelaron. El mosaico de noticias y saldo bancario fue reemplazado por una sola imagen inquietante, oscura, y con una calidad de resolución que dolía los ojos. Era la figura de una mujer, puro cyber-goth tenebroso. Su ropa, cuero y vinilo, apenas cubría su cuerpo voluptuoso, con un escote que desafiaba la gravedad. Pero su rostro era una pesadilla: una máscara de cráneo pulido, de una blancura cadavérica, enmarcada por largas trenzas negras y brillantes. Sus ojos, profundos vacíos que parecían absorber la luz de la esfera, se fijaron en Tropic.

«He venido por ti, Tropic Mulder» resonó una voz femenina en su feed auditivo, sin pasar por los altavoces.

Tropic, al principio sorprendido, luego se rió, su cuerpo obeso temblando con un placer sarcástico. “¡Vaya! Una loquilla con mucho tiempo libre. ¿Cuánto quieres para dejar mi feed? ¿Una docena de DarkCoins? Te puedo comprar ese ‘ciber-atuendo’ de segunda, nena”.

El rostro de calavera en la pantalla no se inmutó, pero las luces de la esfera parpadearon de nuevo, más violentamente esta vez. Tropic sintió un segundo latigazo eléctrico, más intenso que el anterior. Un dolor punzante le mordió los nervios conectados. Esta vez, fue real.

“Mierda… no eres normal”, susurró, la risa ahogada. “¿Quién diablos eres?”

El rostro sonrió, y el cráneo pareció cobrar vida con una malicia milenaria.

«Soy la Muerte»

Y antes de que Tropic emitiera palabra alguna, la mujer sensual agregó:

«Te reto a un combate en el CriptoColiseo»

Tropic se quedó en silencio, solo el zumbido de sus ventiladores se escuchaba. “¿Es lo que quieres? ¿un combate? No acepto pelear con novatos, a menos que pueda obtener una ganancia por aplastarte los huesos. ¿Qué hay para mi si gano?” preguntó, un atisbo de codicia brillando en sus ojos.

Una cifra, una locura de nueve dígitos, apareció brevemente en la esquina de la pantalla. El valor de tres Esferas Satélite. Tropic no podía creerlo, debía tratarse de una broma.

“¿Y tú qué ganas, querida 'Muerte'?” preguntó con sarcasmo.

«Tu alma» fue la concisa respuesta.

Tropic estalló en carcajadas histéricas. "¿Mi alma? ¿Qué diablos? ¿en serio?". El obeso campeón de CriptoColiseo pensó que no tenía nada que perder: "Muy bien, tenemos un trato señorita Muerte."


El duelo fue épico. El avatar de La Muerte, 'Psicopompos', era una figura espectral, una mujer gótica con un cuerpo fenomenal y sexual envuelta en neblina púrpura y armada con una guadaña digital que dejaba estelas de datos corruptos. Tropic, con Cáncer-99 en modo berserker, luchó con la furia de un hombre que creía haber engañado al destino. La batalla se extendió por cuarenta minutos de sangre digital y desmembramientos virtuales. Los golpes eran estruendosos, la adrenalina sintética bombeaba a través de los tubos de Tropic, haciendo que su corazón al borde del fallo se acelerara a niveles peligrosos.

Cuando Cáncer-99 logró enganchar su sierra rotativa en el cuello de Psicopompos, la victoria parecía inminente. El grito de triunfo se formaba en la garganta de Tropic, pero antes de que pudiera consolidar el golpe fatal, Psicopompos realizó un movimiento que desafió las leyes de la física del juego. Se desintegró en una nube de datos negros y se materializó detrás de Cáncer-99. La guadaña se elevó, brillando con una luz oscura, y cortó limpiamente la cabeza y el torso del avatar en una sola tajada.

¡HAS PERDIDO! DEFEAT.

Tropic Mulder se sintió estúpido. Su respiración era pesada, agitada. “¡Tramposa! ¡Ese movimiento no es legal! ¡Me has hackeado!” rugió, molesto. Pero la rabia se disolvió en una risa áspera. Después de todo, era un juego y... él no había apostado dinero precisamente.

Con un tono sarcástico y triunfal, dijo: “Está bien, 'Muerte'. Un juego es un juego. ¡Toma mi alma! Espero que disfrutes tu recompensa.” Y se rió de nuevo, una risa hueca y resonante en el espacio confinado.

Fue la última risa de Tropic Mulder.

Las pantallas explotaron en un frenesí de parpadeos y descargas eléctricas. Un arco de energía constante se formó entre los cables de su cabeza y la interfaz de su sillón, inmovilizándolo al instante. La electricidad no era virtual; era real, cruda, dolorosa. Tropic gritó, un sonido estrangulado que se ahogó en su propia carne. Sintió cómo la corriente le recorría los dientes, la encía y hasta la lengua, y sus ojos, inyectados en sangre, parecían querer salirse de sus órbitas por la presión y el dolor insoportable.

Luego, el horror se materializó.

En la pantalla principal, la figura de la mujer esqueleto, 'La Muerte', comenzó a ondularse, como si el cristal se convirtiera en un estanque de aceite negro. La imagen se distorsionó, se rasgó, y la mujer, con una altura imposible, comenzó a salir de la pantalla. No era una proyección, era una extracción. Sus pies de tacón metálico, su figura sensual y letal, emergieron del plano digital a la realidad de la esfera, una fisura en el velo entre el código y la carne.

Se acercó lentamente al trono de Tropic. Su cuerpo obeso era un altar de sacrificio. La Muerte se montó sobre su inmensa barriga, sintiendo el temblor de la grasa y el dolor del hombre. Con una sonrisa de cráneo que revelaba un vacío total, se inclinó. Sus dientes calavéricos fríos y húmedos, se posaron sobre la boca abierta de Tropic.

Y entonces, una lengua oscura y veperina atrapó la de Tropic, succionándola.

El grito de Tropic se convirtió en un borboteo ahogado, una agonía sin voz. Al mismo tiempo, las uñas largas y afiladas de La Muerte, duras como garras de obsidiana, se hundieron en la piel grasienta de su pecho y abdomen, no para matarlo, sino para anclarlo. Mientras tanto, tentáculos negros, gruesos como serpientes, brotaron como venas pulsantes de los distintos monitores de la habitación, retorciéndose y extendiéndose por la pequeña esfera. Se aferraron a los cables de Tropic, a los tubos de su sistema de evacuación, a las patas de la silla, asfixiando todo el espacio con su horror biomórfico.

El flujo de vida, el alma digital y orgánica de Tropic Mulder, fue succionado.

Desde afuera, a miles de metros de altura sobre el infierno de Zalem Valley, la Esfera Satélite 734-Lambda comenzó a parpadear. Sus luces exteriores, los indicadores de vida, se encendieron y apagaron a la velocidad de la muerte, un estroboscópico final que duró un segundo infinito.

Luego, oscuridad, silencio.

La esfera se fundió en la oscuridad, un pequeño punto de sombra muerto, flotando a la deriva en la atmósfera, un epitafio olvidado en el vasto, frío y oscuro mundo distópico.

Fin.

by Mostrorobot



English Version



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Tropic Mulder

The air in Zalem Valley was a thick, acidic soup, illuminated by the poisonous neon lights bathing the colossal skyscrapers. These chrome and graphite spires were lost in a perpetually hazy sky, serving as pedestals for the corporate elite, the Archangels who played god from their glass penthouses. While the speedy luxury Aircars cruised the highest aerial highways, invisible from below, the ultramodern state-of-the-art science city writhed in a labyrinth of grime and technological detritus.

Down below, in the Lower Zones, life dragged itself through the rubble of a promised but never-delivered future. The streets were not asphalt, but compacted garbage, an organic and synthetic mass where the stench of rust, rancid sweat, and rotten synthetic food was the perfume of misery. There, the population, the Disconnected, thronged in search of a crumb of the opulence above. Street vendors, cyber-trashers with implants of dubious origin, hawked their wares on greasy tarps: burned-out circuit boards, secondhand bionic eyes still blinking with the terror of their former owner, smoking barrels of cheap bio-energy, and stacks of gelatinous protein cubes simulating flesh. It was the black market for souls and hardware, a vibrant chaos of need and desperation.

For many, the only escape route, the only social elevator, was the CryptoColiseum Tournament. A virtual augmented reality fighting game system, where participants—mostly desperate souls—faced off in brutal combat, instantly broadcast to millions of screens. Bets and prizes flowed in waves of DarkCoin and electronic money, a parallel economy as volatile as life itself in the Lowlands.

Hovering 3,000 meters above this urban hell, in a private geostationary orbit, were the Satellite Spheres. These were small cylindrical dwellings, barely larger than a middle-class hotel room, covered in corroded solar panels and ion thrusters. Viewed from below, they resembled lonely, filthy stars. Inside lived those who had earned enough money to isolate themselves from human contact, or those whose extreme lifestyles forced them to do so.

In Satellite Sphere 734-Lambda resided our protagonist: Tropic Mulder.

Tropic Mulder wasn't a man; he was a node. His body, a shapeless mass weighing over 200 kilograms, was a mountain of fat and sedentary lifestyle. His abdomen spilled over the sides of his throne: a custom-designed mechanical bed-chair that was his entire world. He never got up. A complex system of tubes and catheters handled his evacuation, allowing him to live without the slightest physical effort. What truly defined him, however, was the tangle of fiber-optic cables and neuroconductors sprouting from his skin and skull. Ten main cables were connected to the interface at the back of his neck, twelve more to his chest and extremities. He was permanently wired to the Super-Net, twenty-four hours a day, even during his brief, troubled synthetic dreams.

Around him, half a dozen floating screens and curved monitors formed a glowing semicircle, a bubble of light in the sphere's gloom. It was his window, his workplace, his battlefield.


That afternoon, the sphere vibrated slightly with the strain of combat. Tropic Mulder, whose avatar was the feared Cancer-99—a mecha-warrior covered in titanium spikes and plasma thrusters—was in the final round of the Midas Cup tournament.

In front of him was the avatar 'Chimera-00', an agile, four-armed mutant. The roar of the virtual crowd was deafening. Cancer-9's hydraulic fists crushed Chimera's plexus. The blow was so forceful that Tropic's avatar felt the recoil, a phantom shock coursing through his own fat. Chimera's right arm ripped off in a spray of red pixels and digital oil. Cancer-99, slow but unstoppable, launched his final attack. A rotating saw emerged from his wrist and sank with a sound of dismembering flesh and metal into the opponent's torso, splitting it in half.

K.O. VICTORY TROPIC MULDER! The screens exploded with digital confetti, and the balance in his crypto-wallet skyrocketed with the multi-million dollar win. A greasy grin spread across Tropic's face.

Just as his brain registered the pleasure of victory, a dry electrical snap resonated.

The 734-Lambda Satellite Sphere shook with unexpected violence, as if a lightning bolt had embedded itself directly into the fuselage. A powerful electric current coursed through the main wiring. The screens flickered with a strobing red and white glow, and Tropic felt an agonizing pang. The shock, amplified by the neuroconductors, coursed through his body, causing his heart to beat like a frantic drum.

A guttural scream escaped his mouth. After the electrical shock...? Tropic Mulder recovered, and immediately addressed the AI ​​controlling the satellite.

“Diagnostics! Network check, AI! Now!” he snapped, his voice muffled by the flesh of his neck.

All the screens froze. The mosaic of news and bank balances was replaced by a single, eerie, dark image with a resolution that hurt the eyes. It was the figure of a woman, pure, sinister cybergoth. Her leather and vinyl clothing barely covered her voluptuous body, with a cleavage that defied gravity. But her face was a nightmare: a polished skull mask, cadaverously white, framed by long, shiny black braids. Her eyes, deep voids that seemed to absorb the light from the sphere, fixed on Tropic.

"I've come for you, Tropic Mulder," a female voice echoed in his audio feed, bypassing the speakers.

Tropic, at first surprised, then laughed, his overweight body trembling with sarcastic pleasure. "Wow! A crazy girl with a lot of time on her hands. How much do you want to leave my feed? A dozen DarkCoins? I can buy you that cyber outfit secondhand, babe."

The skull-like face on the screen didn't flinch, but the sphere's lights flickered again, more violently this time. Tropic felt a second electric shock, more intense than the last. A stabbing pain gnawed at his connected nerves. This time, it was real.

“Shit… you're not normal,” he whispered, his laughter stifled. “Who the hell are you?”

The face grinned, and the skull seemed to come alive with ancient malice.

“I am Death”

And before Tropic could utter a word, the sensual woman added:

“I challenge you to a fight in the CryptoColiseum”

Tropic remained silent, only the whirring of his fans could be heard. “Is that what you want? A fight? I don't accept fights with noobs unless I can profit from crushing your bones. What's in it for me if I win?” he asked, a hint of greed flashing in his eyes.

A number, a crazy nine-digit number, briefly appeared in the corner of the screen. The value of three Satellite Spheres. Tropic couldn't believe it; it must be a joke.

"And what do you gain, dear 'Death'?" he asked sarcastically.

"Your soul" was the terse reply.

Tropic burst into hysterical laughter. "My soul? What the hell? Seriously?" The obese CryptoColiseum champion thought he had nothing to lose: "All right, we have a deal, Miss Death."


The duel was epic. Death's avatar, 'Psychopompos', was a spectral figure, a gothic woman with a phenomenal, sexual body, shrouded in purple mist and armed with a digital scythe that left trails of corrupted data. Tropic, with Cancer-99 in berserker mode, fought with the fury of a man who believed he had cheated fate. The battle stretched into forty minutes of digital blood and virtual dismemberment. The blows were thunderous, synthetic adrenaline pumping through Tropic's tubes, causing his near-failure heart to accelerate to dangerous levels.

When Cancer-99 managed to hook his rotary saw into Psychopompos's neck, victory seemed imminen

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