En aquella voz transitada de tu cuerpo al mío se hizo espasmos en tu piel hasta el despertar, el filo del tiempo pudo cortar tu aliento encontrado, y te ahogó en la alborada de una siesta caminada.
Hasta la mitad de tu cuerpo de germen infértil no pudo ser semilla germinada desde lo alto, mi sentir asoleado duró hasta la mitad del día, aquella noche aquietada de notas domesticadas.
Revolvían los colores de una música afligida, los habitantes de ese amor intensificado y cardiaco desvelaba la pasión ingresada de la popular versión, estabas tan lejos y cercana del tañido de campanas, frente a frente deseando un beso de cañaveral negado.
Me fui hasta las profundidades del adiós sacramentado que se iba, se marchaba en cada vaivén de instancias, y en tus labios mirados sin éxitos de propuestas quedas, ni los alientos en los ojos jocosos de nopal tunero, te pensaba con la legitimidad de propietaria de ejemplos, y fueron eternos los medios de un mundo sin conquistar.
La ebriedad del amor se decantaba en nulos inventarios, en la comisura del momento precoz me moría sin batallas, hasta los linderos de mis fuerzas retenidas sin opciones, eras tú o simplemente nada en la gracia de un efecto, promocionado de espíritus soñados en los atardeceres.
Con un pensamiento adulterado abortaban las noches, eran pueblerinas estimadas con los corazones altruistas, pero me iba cansado con la esperanza nada beneficiada.
Por mis pies desnudos el aire embargaba tus huellas, con el sudor sobresaliendo hacendoso en ofertas deseadas, se comentaba con el paso de los días, de semanas, meses, años, y más, hasta la muerte de mi voz de discurso invitado.
Se reiteraba en las horas de hamacas al aire fermentado, de calores en plantaciones cíclicas del sostén de aldeanos, de caminos de siembras que iban y venían a mi encuentro, sin hallarme puesto en los surcos de tus legítimos territorios.