Ver tanto el rostro como el nombre de Adam Sandler en la portada de una película de este estilo es una clara garantía de que lo que se va a ver no es una obra maestra cinematográfica ni muchísimo menos. Ya todos sabemos cómo trabaja Sandler que, desde sus inicios con su casa productora llegó a hacer cintas que parecen no tener casi nada de esfuerzo en cuanto a tramas, historias y personajes. Todo esto se repite y llegaba a ser tan predecible en cada una de sus entregas que no tenía sentido buscarle lógica a alguna de sus películas.
Adam Sandler solo busca divertirse y eso lo vemos casi siempre. Actualmente, no tiene siquiera por qué hacer más películas con lo rico y exitoso que es. Por eso que ver una secuela de una de sus primeras películas que le dió nombre a su propia casa productora es una clara señal de Fanservice en toda regla. Digamos que lo único alucinante es eso, que es una secuela en vez de otra entrega con trama e historia similar pero con un nombre diferente y el mismo elenco de siempre. Considero que esta vez solo buscó cumplir con una petición de sus fans de hace tiempo y complecerlos sin más con algo absurdo y divertido que puedes ver y disfrutar con el cerebro apagado.
De mis actores favoritos, sin duda alguna. Su estilo de humor prácticamente marcó mi infancia y juventud.
Buena reseña.