Saludos, amigos de esta comunidad #Greenzone.
Me sumo a este ejercicio de la memoria al cual me ha invitado @iriswrite, con el tema del noviazgo una iniciativa de @marpasifico. Me gustaría invitar a mis amigas @yelainemh y @maylink a compartir lo que tengan para contar.
Primero fue un reto, porque debía echar mano a historias pasadas, de las cuales no guardo muchos detalles. Al final ha sido divertido.
La generación a la cual pertenezco, nacida en la década de 1970, comprendió a tiempo la importancia de llegar al matrimonio con experiencia. Y si no había casamiento, también era aceptado. A diferencia de etapas anteriores asfixiadas por los convencionalismos sociales y los corsés.
Mis noviazgos han tenido una estrecha relación con la banda sonora de mi vida. Por supuesto, aquí escribiré de las relaciones que me han dejado algún tipo de buen recuerdo. Otras prefiero condenarlas al olvido, bajo el rótulo de lo que no se debe repetir.
Mi primer amor platónico me dedicó la canción Hello, de Lionel Ritchie, cuando yo tenía unos 12 años y él, 13. Aunque solo fue una ilusión reavivada algunos veranos, ya no me pude desprender de la discografía de este ídolo, a quien tengo en una especie de pedestal.
Quien sí fue mi primer novio a los 16 años me llevó al mundo de Led Zeppelin. Yo adoraba la música en inglés, en un periodo que en Cuba este gusto podía costar caro, y lo podían etiquetar como diversionismo ideológico, razón suficiente para no estar al día en las modas.
Nos aprendimos los nombres y detalles de cada integrante del grupo y sus principales canciones. Por entonces, no se escuchaban en la radio, ni por la televisión. Se podía considerar dichoso quien disponía de esos discos de vinilo y no quedaba opción que sintonizar emisoras foráneas a escondidas, como una conspiración.
El padre de mis hijas me enseñó a valorar más y conocer figuras de la auténtica música cubana. Los integrantes del Buena Vista Social Club, olvidados por generaciones en el país, vivieron un renacer en el mundo. Desde poco antes ya seguía a Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Eliades Ochoa, Omara Portuondo.
Cuando aquella sonoridad comenzó a dominar los principales espectáculos y premios en diferentes países, sucedía más lento por acá, con el Chan-chán, aunque no todos supieran donde se ubica Alto Cedro o Marcané.
A lo largo de mis décadas compartí gustos musicales con amantes de la trova y algunos contemporáneos hispanohablantes a los cuales comencé a escuchar. Aunque mi mayor conexión siempre estuvo con quienes preferían el rock y las baladas clásicas en inglés.
En esas relaciones románticas, el gusto por determinados cantantes no era un criterio de selección, pero sí un motivo de enriquecimiento mutuo, mientras conformábamos la playlist de nuestras vidas. Imagino que haya sido recíproco.
A bailar salsa en cambio llegué por imperativos de las fiestas escolares y familiares. Debo reconocer, no obstante, que a veces pesaba en la popularidad de nuestros crush.
Con el tiempo he descubierto que quien ama la música, generalmente permanece abierto a diferentes ritmos porque tiene más opciones de disfrute. Pero si visitas mi hogar, notarás que el rock y las baladas clásicas en inglés siguen dominando. Y, ¡vaya coincidencia!, también son la banda sonora de la vida de mi esposo.
Este post es contenido original creado y documentado por mi. Fotos de mi propiedad y acreditadas
English
Courtships with a Soundtrack
Greetings, friends of this #Greenzone community.
I'm joining this exercise of memory to which I've been invited by @iriswrite, with the theme of courtship, an initiative by @marpasifico. I'd like to invite @yelainemh y @maylink to tell us.
First, it was a challenge, because I had to dig up past stories, of which I don't retain many details. In the end, it has been fun.
The generation I belong to,born in the 1970s, understood in time the importance of arriving at marriage with experience. And if there was no marriage, that was also accepted.
Unlike previous stages, which were suffocated by social conventions and constraints.
My courtships have had a close relationship with the soundtrack of my life.Of course, here I will write about the relationships that have left me with some kind of good memory.
Others I prefer to condemn to oblivion, under the label of what should not be repeated.
My first platonic love dedicated the song Hello, by Lionel Richie, to me when I was about 12 years old and he was 13. Although it was only a fantasy rekindled some summers, I could never detach myself from the discography of this idol, whom I keep on a kind of pedestal.
The one who was actually my first boyfriend at 16 introduced me to the world of Led Zeppelin.I adored music in English, during a period in Cuba where this taste could be costly, and you could be labeled for ideological diversionism, reason enough not to be up-to-date with the trends.
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We learned the names and details of each member of the group and their main songs. Back then, they weren't played on the radio or television.
You could consider yourself lucky if you had those vinyl records, and the only option was to tune into foreign stations in secret, like a conspiracy.
The father of my daughters taught me to value and learn more about figures of authentic Cuban music.The members of the Buena Vista Social Club, forgotten by generations in the country, experienced a rebirth in the world. From just before that, I was already following Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Eliades Ochoa, Omara Portuondo.
When that sound began to dominate the main shows and awards in different countries,it was happening more slowly over here, with the Chan-chán, even if not everyone knew where Alto Cedro or Marcané are located.
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Throughout my decades, I shared musical tastes with lovers of trova and some contemporary Spanish-speaking artists whom I began to listen to.
Although my strongest connection was always with those who preferred rock and classic ballads in English. In those romantic relationships,the taste for certain singers wasn't a selection criterion, but it was a reason for mutual enrichment, as we put together the playlist of our lives. I imagine it was reciprocal.
I came to dance salsa,however, due to the imperatives of school and family parties. I must admit, nevertheless, that it sometimes weighed in on the popularity of our crushes.
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Over time I've discovered that whoever loves music generally remains open to different rhythms because they have more options for enjoyment. But if you visit my home, you'll notice that rock and classic ballads in English still dominate. And, what a coincidence!, they are also the soundtrack of my husband's life.
This post is original content created and documented by me. Photos my property and credited