Applause: should it be requested or inspired?
My leadership experience ranges from more than 30 years in the political arena, where the roar of the crowd is often confused with success, to the deep, reflective silence of coaching. This experience has given me a unique perspective on communication. Today's topic serves as a reflection on whether a speaker should ask for applause or wait for it spontaneously. This crossroads serves to define the type of leadership that people exercise.
In traditional politics, in their eagerness to show strength, leaders are often taught to direct the energy of the audience, to seek explicit validation. However, my own emotional breakdown and discovery of coaching revealed a fundamental truth to me: genuine leadership is not imposed, it is inspired. It was when I understood the importance of listening that everything changed. I understood that true power does not lie in what the leader says, but in what the audience feels and thinks.
From this avant-garde perspective, requesting applause is an act that breaks the authentic connection, transforming a moment of potential communion into an empty transaction; it is the voice of the ego seeking affirmation, rather than the voice of the leader seeking resonance. Analysis of much recent literature on leadership and influence confirms this view. Today, we don't talk about techniques for extracting validation (applause); we talk about how to build trust, psychological security, and transformation.
When applause is genuine, it is the echo of a message that has landed in the minds and hearts of the audience. It is the unsolicited response to an idea that provokes reflection or emotion. Therefore, the leader, the mentor who aspires to transform the minds of their audience, does not “ask for applause”; they work to inspire it. Their true reward is not the sound of clapping hands, but the attentive silence of a transformed audience, and if applause comes, it is only the spontaneous confirmation of that connection achieved.
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En Español
El aplauso: se pide o se inspira
Mi experiencia en materia de liderazgo abarca desde el transitar durante más de 30 años en la arena política, donde el estruendo de la multitud a menudo se confunde con el éxito; hasta el profundo silencio reflexivo del coaching. Esta experiencia me ha ofrecido una perspectiva única sobre la comunicación. Este tema de hoy, sirve para hacer una reflexión sobre si un orador debe pedir el aplauso o esperarlo espontáneamente. Esta encrucijada sirve para definir el tipo de liderazgo que ejercen las personas.
En la política tradicional, en su afán de mostrar fuerza, a menudo se le enseña al líder a dirigir la energía de la audiencia, a buscar la validación explícita. Sin embargo mi propio quiebre emocional y el descubrimiento del coaching me revelaron una verdad fundamental: el liderazgo genuino no se impone, se inspira. Fue al comprender la importancia de la escucha que todo cambió, entendí que el verdadero poder no reside en lo que el líder dice, sino lo que el público siente y piensa.
Desde esta óptica vanguardista, pedir aplausos es un acto que rompe la conexión auténtica, transforma un momento de posible comunión en una transacción vacía; es la voz del ego buscando afirmación, en lugar de la voz del líder buscando resonar. El análisis de mucha bibliografía reciente, sobre liderazgo e influencia, confirma esta visión. Hoy no se habla de técnicas para extraer validación (aplausos); sino de cómo construir confianza, seguridad psicológica y transformación.
El aplauso cuando es genuino, es el eco de un mensaje que ha aterrizado en la mente y el corazón del público. Es la respuesta no solicitada una idea que provoca reflexión o emoción. Por lo tanto el líder, el mentor que aspira transformar las mentes de su público “No pide aplauso” trabaja para inspirarlo. Su verdadera recompensa no es el sonido de las manos; sino de silencio atento de una audiencia transformada, y si el aplauso llega es solo la confirmación espontánea de esa conexión lograda.
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