Ojo pelao, con los zorros y camaleones.

El viejo muro del barrio ya no mantenía su color original, pero sí se acordaba del peso de las historias sobre sus grietas, que eran como las arrugas de un anciano. Un artista anónimo, había pintado un inmenso ojo verde profundo, que parecía haberlo visto todo, su mirada era el único testigo impávido de la brisa del cambio que comenzaba a soplar por las calles. Un visor del futuro que despierta viejas esperanzas.

El ojo, con su pupila fija y su iris verde permanecía inmóvil, como un recordatorio de concreto y pintura. Surrealismo crudo, parece advertirle a cada transeúnte que la esperanza es un motor poderoso; pero que la ingenuidad es un abismo. Parece advertirle a los venezolanos un viejo refrán que dice: ¡Hay que estar ojo pelao!

Con la brisa de cambio, la gente ha vuelto a congregarse, comienzan los entusiastas de siempre, los que nunca perdieron la fe, con el corazón en la mano a construir las bases de una nueva sociedad. Pero entre la multitud, el ojo del muro ve más allá. Con su mirada vigilante, parece recordarnos a los venezolanos la vieja estrofa de una canción que dice: La cultura popular tiene amigos por montones; pero en ella se colean los zorros y los camaleones.

El cambio es inevitable, el progreso y el desarrollo están a la vuelta de la esquina. Debemos prepararnos para navegar los procesos que se avecinan. No basta con abrir los brazos y el corazón, hay que tomar acción; pero hoy más que nunca es imprescindible tener el ojo bien pelao.

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