Suffering will pass.
In a forgotten Caribbean country, in a small home where the sun barely managed to enter through the dusty windows lived Rosa. A 70 year old woman with a life full of stories and with enough impetus to continue. Every morning she woke up and looked at the incipient wrinkles on her hands, witness to the passage of time. Suffering accompanied her like a constant shadow; not only the physical pain reminded her of her years of hard work, but also the emotional wear and tear brought on by loneliness and the memory of those who had left to make their lives abroad.
Sitting in her old wooden chair, she watched the garden, which once bloomed with vibrant colors, but was now overgrown with weeds. The laughter of her grandchildren echoed only in her mind and the echo of their voices slowly faded away. Sometimes she wished that time would stand still or that she would return to the time when everyone in our country was happy.
suffering, it manifests itself in little things: not only in the loneliness, but the difficulty in finding work, at her age Rosa can still do many things, but also in the sadness that life goes on without her. In these gray days, each heartbeat is a reminder of what had been and what was no longer; however, there are also glimmers of hope, the social networks not only bring publicity but also bring messages of warmth and renewal, and above all of reunion.
Rosa is the faithful representative of a nation that learned to live with suffering; but one day she decided to plant flowers in her garden, to fight against the weeds that dominate everything. Although the pain of loneliness has not disappeared she found solace in creating beauty from her suffering. She is convinced that transforming her home is a contribution to continue transforming our country.
Translated with DeepL.com (free version)
En Venezolano
El sufrimiento va a pasar.
En un olvidado país caribeño, en un pequeño hogar donde el sol apenas alcanzaba entrar por las ventanas polvorientas vivía Rosa. Una mujer de 70 años con una vida llena de historias y con el suficiente ímpetu para continuar. Cada mañana se despertaba y miraba las incipientes arrugas de sus manos, testigo del paso tiempo. El sufrimiento la acompañaba como sombra constante; no solo el dolor físico le recordaba sus años de arduo trabajo, sino el desgaste emocional que traían la soledad y la memoria de aquellos que se habían ido hacer su vida en el extranjero.
Sentada, en su vieja silla de madera, observaba el jardín, ese que un día floreció con colores vibrantes; pero que ahora estaba cubierto de maleza. Las risas de sus nietos resonaban solo en su mente y el eco de sus voces se desvanecía lentamente. A veces deseaba que el tiempo se detuviera o que regresara a la época en que todos en nuestro país éramos felices.
El sufrimiento, se manifiesta en pequeñas cosas: no solo en la soledad, sino la dificultad para encontrar trabajo, a su edad Rosa aún puede hacer muchas cosas, sino también en la tristeza de que la vida sigue avanzando sin ella. En estos días grises, cada latido del corazón es un recordatorio de lo que había sido y de lo que ya no era; sin embargo, también hay destellos de esperanza, las redes sociales no solamente traen publicidad sino también traen mensaje de calidez y de renovación, y sobre todo del reencuentro.
Rosa es la fiel representante de una nación que aprendió a vivir con el sufrimiento; pero un día decidió sembrar flores en su jardín, luchar contra la maleza que lo domina todo. Aunque el dolor de la soledad no ha desaparecido encontró consuelo en crear belleza a partir de su sufrimiento. Está convencida de que transformando su hogar es un aporte para seguir transformando a nuestro país.
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