El fulgor de los cañones resonaba en las provincias, el olor de la pólvora era familiar, un país sin bandera pero con sueños e ideales por alcanzar. El tacón de las botas repicaba por las calles, y los caballos relinchaban al alba, ya nada quedaba por decir, solo quedaba chocar espadas. Las batallas se convirtieron en oda a la libertad.
Quizá hace muchas décadas el asunto no quedo claro, y quizá la bandera se ha convertido más en un producto de mercadeo que en cualquier otra cosa, pero el color y el dolor siguen vigentes el día de hoy. Se resume en la inocencia de una frase lo que todo un continente implora con el alma, dejando atrás las fronteras y unidos en parénquima en un solo corazón por un mismo ideal. Esta listo el motor secreto, ¡que comience la función! viva la vida, señores. ¡Cantinero, traiga otra botella! Hace un minuto, sostenía la llave, y ahora las puertas se me han cerrado. Un brindis por el aire, que el día de hoy sigue siendo gratis, y al diablo el enemigo que no hace más que hundir nuestro brillo.
Estrellita, ¿donde estas? Quiero verte titilar...
Después de tanto luchar en vano, ¿vale la pena quedarse aquí? No más habitantes, no más país, ¿libertad por todos o libertad por mi?
