Sobran, sobran, se derraman por los costados y ruedan, cluecas, locas, desesperadas por atención.
Lo descubrimos con una taza de café en la mano y embutidos en nuestro pijama favorito, ese que está agujereado como a balazos, raído y manchado de salsas que el detergente lavó como pudo; sentados o echados en una cama de sábanas y cobijas desparramadas, en buena compañía o en buena soledad, viendo una película de Chaplin; en el preciso instante en que asustamos a nuestros vecinos con una carcajada histérica . Entonces está bien no hacer nada más que sonreír tontamente, mientras escuchamos la música de fondo que acompaña nuestras vidas.
Fotografía referencial. Crédito a los autores, por supuesto.