It was nighttime, I think it was after ten o'clock. My two daughters and I had had a day of anxiety, running from one place to another.
But all the places we went and the veterinarians who examined our cat Mimi did not give us the results we hoped for. A kidney condition was ending her life, and there was nothing we could do about it.
After all the medical tests they did and the treatment they gave him, he came home tired and lay down on my bed on my pillow.
Shortly after, I asked my youngest daughter to go check on him, and when I saw her come back crying with Mimi in her arms, I knew he was dying.
We sat facing each other while he remained in her lap with his eyes closed and breathing heavily.
My eldest daughter, distressed and also with tears in her eyes, said to me,
“Mom, I'm going to call the clinic to take him there.”
With great sadness but a calm voice, I replied,
“Honey, he's already dying. Let's keep him with us. Let him die peacefully at home.”
A few minutes passed as we stroked him and spoke to him lovingly.
I said to him, hoping he could hear me. Mimí, we love you very. Thank you for all the love you gave us since you arrived as a baby in our home.
We all hugged him and cried even more when he took his last breath.
Mimí was very attached to Mariangel, my youngest daughter, so I said to her.
"Bring me a flannel you don't use to wrap his body."
I covered him with the flannel and put him in a box. He was a small cat.
Early the next morning, at six o'clock, I went alone with my cat's body to the grounds of the Faculty of Agronomy near my house and took a shovel with me.
As I walked through the streets filled with vegetation, the wonderful memories that Mimi left us came to mind.
When my daughter came home from school with that little brown creature with stripes and black spots and huge green eyes in her arms and said to me.
"Mom, I found him on the avenue. They had put him on the traffic island, as if to be run over by a car".
She knew that I didn't want another cat in the house because we already had a dog and a cat and we lived in an apartment on the 12th floor.
"We'll take care of him until we can give him up for adoption, she said, almost pleading."
“Okay, on that condition, and you guys are going to help me take care of him.”
But there was no adoption, and Mimi stayed, winning the hearts and love of the whole family. He was a sweet and playful kitten, and even the cat Isis accepted him into her domain and taught him to climb on the bookcase, on top of the refrigerator, and on top of the kitchen cabinets.
I remember how he grew up and how he would lie on my lap and on the computer table while I worked. My sweet companion.
He brought us tenderness, joy, laughter, and also the pain and sadness of his loss.
And even made me throw my hands up in horror when I found him in the morning, inside the Christmas tree lying on the floor, tangled up in the lights and colored balls. In the end, I stopped putting it up, even though I knew it amused him.
I continued walking along the path and the sky was already clearing up a little.
A few years ago, our dog Sofie had died of old age. I remembered when she saw Mimi for the first time. She approached him, sniffed him, and began to follow him everywhere. She was a very maternal dog. She and Isis showed me that supporting a defenseless being is independent of species and the relationship between them. They both loved and cared for Mimi.
I looked for the place where I had buried Sofie on the side of the road. I had also arrived there very early one morning and found a beautiful spot next to some purple flowering bushes where I buried her body.
When I found it, I dug a hole deep enough; the ground was damp, so it wasn't too difficult. I took the body out of the box and placed it gently inside. I covered it with plenty of soil. I know his soul is in another place that I like to imagine is more beautiful, where he can jump and play with other cats, but I am glad to know that his body returned to the earth.
The memories Mimi left us are ones that will never be forgotten, and sometimes I see his in those places where he accompanied us and was happy in this life.
Thank you for reading
Era de noche, la hora creo que pasaban de las diez. Había tenido junto con mis dos hijas un día de angustia y de ir de un lugar a otro.
Pero todos esos lugares a los que fuimos y los médicos veterinarios que examinaron a nuestro gato Mimí, no dieron los resultados que esperábamos. Una afección en los riñones estaba a acabando con su vida sin que pudiera hacerse nada.
Después de todos los exámenes médicos que le hicieron y el tratamiento que le aplicaron, llegó cansado y se había acostado en mi cama sobre mi almohada.
Al poco tiempo le dije a mi hija menor que fuera a ver como estaba y cuando la vi de regreso llorando y con Mimí en brazos, supe que se estaba muriendo.
Nos sentamos una enfrente a la otra mientras el permanecía en su regazo con los ojitos cerrados y respirando con dificultad.
Mi hija mayor angustiada y también con lágrimas en los ojos, me dijo
—Mamá voy a llamar a la clínica para llevarlo.
Con mucha tristeza pero con la voz calmada, le respondí.
—Hija, el ya se está muriendo, vamos a dejarlo con nosotras. Que muera en paz en su hogar.
Pasaron unos pocos minutos, mientras lo acariciábamos y le hablábamos con cariño.
Le dije con la esperanza de que me escuchara.
Mimí te queremos mucho y gracias por todo el amor que nos diste desde que llegaste siendo un bebé a nuestra casa.
Todas lo abrazamos y lloramos aún mas cuando dio su último aliento.
Mimí era muy apegado a Mariangel, mi hija menor, así que le dije.
—Tráeme una franela que tu no uses para envolver su cuerpo.
Lo cubrí con la franela y lo metí en una caja. Era un gato pequeño.
A la mañana siguiente muy temprano, a las seis de la mañana, me fui con el cuerpo de mi gato a los terrenos de la Facultad de Agronomía, que quedaba cerca de mi casa y me llevé un palín.
Mientras caminaba por las calles llenas de vegetación los recuerdos que Mimí nos dejó, llegaron a mi mente.
Cuando mi hija llegó del liceo con esa motita marrón con rayas y manchas negras y unos enormes ojos verdes, en los brazos y me dijo.
—¡Mamá lo encontré en la avenida! lo habían puesto en la isla del medio, como para que lo atropellara un carro.
Ella sabia que yo no queria tener otro gato en la casa pues ya teníamos una perra y una gata y vivíamos en un apartamento en el piso 12.
—Lo cuidamos hasta que podamos darlo en adopción, —me dijo como en una súplica.
—Está bién con esa condición y ustedes me van a ayudar a cuidarlo.
Pero no hubo adopción y Mimí se fue quedando mientras se ganaba el corazón y el amor de toda la familia. Fue un gatito dulce y juguetón y hasta la gata Isis, lo acepto en sus dominios y lo enseño a trepar por la biblioteca, sobre la nevera y encima de los gabinetes de la cocina.
Recordé como fue creciendo y cuando se echaba sobre mis piernas y en la mesa de la computadora mientras yo trabajaba. Mi tierno compañero.
Nos dio ternura, alegrías, risas, tristeza y dolor por su muerte y hasta me hizo llevar las manos a la cabeza cuando lo encontraba en la mañana, dentro del arbolito de navidad tirado en el piso, enredado entre las luces y las bolitas de colores. Al final terminé no poniéndolo más, aunque sabía que eso lo divertía.
Seguí caminando por el sendero y el cielo ya estaba aclarando un poco.
Hace unos años nuestra perra Sofie habia muerto de viejita. Recordé cuando ella vio a Mimí por primera vez. Se acercó, lo olio y comenzó a seguirlo a todas partes. Era una perrita muy maternal. Ella e Isis me demostraron que el apoyo a un ser indefenso es independiente de la especie y la relación entre ellos. Ambas amaron y cuidaron de Mimí.
Busque a un lado del camino el lugar donde había enterrado a Sofie. Allí llegué también una mañana muy temprano y encontré un lugar hermoso al lado de unos arbustos de flores moradas donde enterré su cuerpo.
Cuando lo encontré, abrí un hueco lo suficientemente profundo, el suelo estaba húmedo y no me costó mucho. Saqué el cuerpo de la caja y lo coloqué suavemente adentro. Lo cubrí con bastante tierra. Se que su alma está en otro lugar que me gusta imaginar mas hermoso, donde puede saltar y jugar con otros gatos, pero me alegra saber que su cuerpo volvió a la tierra.
Los recuerdos que nos dejó Mimí son esos que no se olvidan nunca y a veces me sucede que lo veo en aquellos lugares donde nos acompañó y fue feliz en esta vida.
I edited the presentation image in Canva using one of my own photographs.
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