Me dejé llevar, no fue mi intención. Caí inevitablemente en la confusión y mal interpreté el mensaje. Eres una gran amiga, no creo llegar a conocer otra como vos. Sé lo exhaustiva que han sido para ti conversaciones similares a la que tuvimos la vez pasada. Jamás pretendí sentirme así, debes saberlo.
Habitamos en un mundo frío y superficial, no es un secreto. Es fácil salir a la calle y ser como ellos quieren que seas, adaptarte y fluir con la corriente; perderte junto a tu identidad para adoptar la forma más agradable, simpática y atractiva, así esto signifique llevar una máscara por rostro.
Toda mi vida he intentado adaptarme, desde pequeño lo hacía de la peor manera, ser diferente no estaba permitido. Y así crecí, queriendo caer bien, dejando de lado preferencias para gustar a una multitud. Sin embargo nunca renuncié por completo a lo que era, a pesar de que mi verdadero ser no fuese tan especial, guardaba detrás del antifaz a un yo más pequeño, mutilado y oprimido por otro que se hacía pasar por mí.
Me costó salir de allí, liberarme de prejuicios y del qué dirán. Fui un gran tonto, lo admito. Pero al menos aprendí un par de cosas mientras crecía: me enteré de que todos allá afuera, antes de salir, se ponen sus máscaras evitando mostrar la fealdad de su ser. Por otra parte, noté que las personas reales escasean.
Me sentí solo, además de hipócrita y un completo desconocido frente al espejo. Según mi razonamiento de la época, era un bicho raro y con poco futuro, no encajaba en ninguna parte. Me alejé cada vez más hasta encerrarme, dispuesto a no creer en nada de lo que me era dado como real. Aun así me hice con amistades a lo largo del trayecto, iban y venían como los días, unas se quedaron y otras dejaron cicatrices.
El año pasado di contigo, la conexión fue inmediata. Establecimos un vínculo respecto al cual solo tú y yo comprendemos su valía. Desde entonces, una sensación de bienestar comenzó a embargarme cada vez que conversábamos. Para mí sorpresa, me descubrí pensándote por la calle una tarde, sonreía al hacerlo. Después sucumbieron las noches en donde nos conocíamos a fondo. Mientras el mundo dormía, me enamoraba de ti sin saberlo.
Es grato poder ser yo siempre que dialogamos, nunca antes me había permitido tal hazaña. Se siente tan real y genuino ser parte de tu vida y que vos seas parte de la mía, que quizás por eso confundí las cosas y dejé que el sentimiento tomará el mando, a sabiendas de que podía hacerme estrellar en cualquier momento. Me disculpo por ello.
Una vez leí: «En este terrible mundo solo tenemos los vínculos que establecemos». Concuerdo con eso. Te conozco lo suficiente como para saber que darás por sentado lo ocurrido. Empero, eres valiosa para mí, atesoro tu amistad y trataré, en la medida de lo posible, de aprender a apreciarte como una amiga, sin pretensiones de ningún tipo. Está demás resaltar lo mucho que agradezco poder contar contigo, eres jodidamente especial, lo sabes.
Costará arrancar del pecho tales sentimientos. Aunque, pensándolo bien, quizás no sea el método indicado para proceder. No sé cómo, pero hallaré el modo de convertirlos en algo más saludable, evitando quemarme nuevamente con ellos. Sin más que acotar, espero nada cambie pese a la torpeza de mis actos.
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