Superfluo│Relato.

@psi1826 · 2019-01-29 02:34 · spanish
Dispuesto a generar un cambio, empezó asistir al gimnasio y trazo metas ambiciosas. La primera consistía en subir de peso y tonificar músculos. Era tan flácido que de frente parecía estar de lado. No sabía pelear, pero quería combatir el mal siendo este su principal objetivo. ![bddsbdbs.png](https://i.postimg.cc/CLWyR1sQ/bddsbdbs.png) Creció entre libros e historietas de superhéroes. Y en compañía de un grupo de amigos que compartían la misma afición por los comics. Sin embargo discrepaba con ellos a la hora de idolatrar personajes, le parecía tonto y deshonroso que un hombre admirara a otro, debido al criterio que se había forjado desde muy temprana edad. Nunca estuvo exento de la discriminación y burla mientras crecía, pertenecía al grupo de los inadaptados. Era parte de la incongruencia en una escuela regida por atletas y bravucones, donde reinaban chicas jóvenes con exceso de maquillaje. No había nacido bajo el concepto de popularidad y lo sabía, asumía el rol y sacaba provecho a la invisibilidad observando lo que le rodeaba, tratando de comprender el mundo. En casa, familiares demostraban ser insensibles ante lo que él no soportaba. Vivía las injusticias con intensidad, así le sucediesen a otros. Saber sobre ellas lo alteraba hasta el punto de balbucear interjecciones misántropas, perdiendo el juicio por segundos. Frente a tales escenarios se repetía mentalmente que debía ser frío, calculador y analítico, solo así podría ingeniárselas para lograr lo propuesto. A los diecisiete años de edad, los dos que llevaba en el gimnasio eran notables, se había transformado en un individuo fornido para nada relacionado con el espantapájaros del pasado. Lo único prevaleciente en él del ayer, era su personalidad fortalecida, digna de admirar. Sus amigos de toda la vida lo veían con asombro e ignoraban por qué se había empeñado tanto en cambiar su físico, desconociendo sus pensamientos más profundos a pesar del lazo que los unía. Una meta solo podía ser alcanzada en silencio, él lo sabía. Permanecía absorto la mayor parte del tiempo, estudiaba lo que caía en su campo visual tal cual científicos, y ponía en tela de juicio cualquier verdad que le era dada como los filósofos. Desde pequeño resolvía problemas algebraicos y acertijos por placer, costumbre que, al crecer y ser consciente de lo poderosa que es la mente, le ayudó a ejercitarla creando una espada de doble filo. Aburrido de los comics, se embarcó en lecturas de clásicos y obras trascendentales buscando respuestas. Sintió un profundo respeto hacia Hércules, Ulises, Don Quijote y otros tantos héroes más humanos que los mostrados en las historietas. Por otra parte, al ojear minuciosamente la historia de la humanidad, despreció personajes como Calígula, Hitler, Lenin y otros tantos villanos de la vida real; genocidas con poder y prestigio, el verdadero enemigo a combatir. Cerca de cumplir la veintena y a pocos años de graduarse como matemático en una de las universidades más prestigiosas del país, perduraba el sueño de aquel joven. Sin embargo, el desarrollo de sus habilidades intelectuales a lo largo del camino trastocó la idea de combatir el mal. ¿Qué era el mal? ¿Acaso lo que un individuo cree dañino para sí, puede catalogarlo como malo ideando una concepción universal en base a ello? ¿No es la historia un claro ejemplo de que las guerras son contadas por quienes las ganan, llamándose a sí mismos buenos, justificando sus acciones como bien pudo hacerlo el otro bando de haber salido victoriosos? ¿Quiénes eran los villanos en un mundo poblado por una raza tan compleja, propensa a traicionar, robar y matar? Conceptos como justicia y maldad, eran causantes de un insomnio agotador. La amargura y decepción le embargaban al cavilar sobre el asunto, creyendo inútil sus convicciones, cuestionándose cada cosa en cual se había apoyado. Meditaba hondamente intentando esclarecer ideas, evitando cargarse con negatividad. Su frialdad y capacidad de cálculo lo dotaban de nervios similares a los que debía tener un neurocirujano, o un psicópata cualquiera. Se quedaba dormido después de unas horas, sin llegar jamás a una conclusión que le brindase un poco de paz. Dispuesto a examinar las herramientas con las que contaba para realizar su sueño, se encontró un día examinándose frente al espejo, detalló su contextura robusta y bien formada, su elegante rostro y cabello; tenía un cuerpo exento de cicatrices o manchas, virgen y en un estado perfectamente saludable. Luego de tan narcisista tarea, hurgó en su interior, rememoró vivencias y escudriñó entre los conocimientos que poseía. No cabía duda, era un genio con un bagaje intelectual admirable, un superhombre poco probable de existir. Y fue allí cuando se percató de lo ocurrido, horrorizado con la idea que cruzó por su cabeza. Aquel niño criado entre libros e historietas, incapaz de admirar a otros y de carácter loable, no era más que la excusa de un escritor para plantear parte de sus ideas y creencias en el texto. Era superfluo.

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La imagen utilizada pertenece a Руслан Гамзалиев, fotógrafo de Unsplash.com. Esta obra esta bajo una licencia de Creative Commons.

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