Un saludo cordial para todos los integrantes de la Comunidad de Holos@Lotus, donde el crecimiento personal y colectivo es una premisa que logra que entusiastas creadores de contenido y lectores acuciantes de nuevas ideas, de nuevos proyectos nos sintamos apasionadamente enamorados de este espacio.
He estado escribiendo un conjunto de publicaciones que apuestan porque la educación de las nuevas generaciones que está a cargo de los padres, los demás familiares adultos, educadores y toda la sociedad en su conjunto, sea sana y garantice un futuro lleno de luces y de un mundo más afín con la esencia humana, el ideal, del que la existencia real en muchos aspectos no marcha en consonancia con este.
He abordado temas, que han tenido una buena acogida, sobre las actitudes que podemos asumir que son potencialmente generadores de alteraciones psicológicas en la adultez de nuestros niños y adolescentes; debemo tener claridad de que inconscientemente la podemos estar favoreciendo y que después de consolidada una personalidad la situación es en extremo difícil de modificar.
El bienestar psicológico se garantiza desde la niñez y adolescencia, con modelos y estrategias de educación informadas, nunca por intuición o por ensayo y error.
Hoy le corresponde el turno a una actitud que lamentablemente es más frecuente de lo que pensamos y es la complacencia y estimulación de conductas inadecuadas socialmente. Si nos volvemos bien observadores de nuestro entorno la veremos con bastante facilidad, los padres o educadores manifiestan verbalmente que algo que hizo el menor estuvo mal, pero es tanto el lujo de detalles que se da, lo presentación como si fuera algo gracioso, y el regodeo en el más ínfimo detalle, que cualquiera llega a preguntarse si en realidad el adulto está en desacuerdo con la conducta del menor o si está viendo como algo elogiable su rebeldía no justificada o su insolencia ante normas que socialmente son necesarias para garantizar el respeto, para formar valores, para enseñar empatía.
Recordar que no se nace sabiendo ponernos en el lugar de las personas que nos rodean, reconociendo los sentimientos de los demás, ni practicando el principio de no hacer a estos lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros.
La pregunta que ahora mismo se impone es el porqué algunos adultos se complacen o estimulan el incumplimiento de normas o actitudes socialmente negativas en los niños y adolescentes, aunque para no quedar mal con lo socialmente establecido dicen sólo de palabras que está mal dicha conducta en el menor.
Pudiera ser que el adulto mantenga actitudes inadecuadas socialmente y aquí la respuesta sería mucho más fácil, pero los adultos no tienen que ser necesariamente disociales para sentir complacencia o estimular conductas indeseables, pueden haber razones más profundas, razones subconscientes.
Mi invitación es a mirar más allá de lo que se dice y lo que se hace, para adentrarnos en las motivaciones profundas que pueden estar operando en el adulto que, sin proponérselo conscientemente, refuerza conductas que deben ser corregidas. ¿En el fondo existirá una inclinación a rebelarse vicariamente a través del hijo? ¿Será que el adulto proyecta en el niño o adolescente una rebeldía que él mismo no pudo manifestar en su momento, y ahora lo hace en el hijo como una forma de compensación emocional?
Estas preguntas yo pienso que son difíciles de responder, pero tenemos que formularlas, urge indagar pues de no hacerlo estamos corriendo el riesgo de seguir perpetuando patrones que deforman a los que serán adultos funcionales o disfuncionales.
No me cansaré de reiterarlo, una de las mayores responsabilidades que tenemos es la de formar a los adultos del futuro. Es un compromiso que nos toca a todos, educar con conciencia, con conocimiento y con muchísima sensibilidad.
La complacencia ante conductas socialmente inadecuadas es una acción que esconde permisividad, como decir 'sí', justo cuando el 'no' es la decisión prudente. Hagamos introspección y veamos si por alguna causa, sea emocional o psicológica en general, estamos asumiendo la tolerancia y la justificación por razones que no tenemos muy esclarecidas.
Este, llamémosle 'lapsus educativo' es muy probable que tenga consecuencias a corto y a largo plazo, ya que el niño o adolescente que recibe ese doble mensaje, que como expliqué consiste en el verbal que dice “eso está mal” y el extraverbal que comunica “pero me causa gracia, lo celebro", termina confundido, desorientado, sin una guía que le permita diferenciar lo correcto de lo incorrecto.
Y en esa confusión se va moldeando una personalidad que puede crecer con dificultades para establecer límites, para respetar normas, para convivir en sociedad. Y amigos no se trata sólo de obedecer por obedecer, se trata de comprender el sentido profundo de las normas, de entender que la empatía, el respeto, la solidaridad, no son valores abstractos, sino pilares fundamentales para la vida en comunidad.
Por eso, este llamado que hago no es una defensa de los señalamientos superficiales. Es un llamado a la reflexión profunda, al análisis y la evaluación de nuestras propias actitudes como adultos responsables de la formación de las nuevas generaciones. No por reiterado pierde valor, expresarles que educar no es sólo enseñar contenidos académicos, es incorporar conductas, valores, por supuesto, desde el ejemplo.
Un ejemplo que se da en los pequeños gestos cotidianos, así como en la forma en que reaccionamos ante una falta, en la manera en que corregimos, en el tono que usamos, en la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Porque los niños y adolescentes aprenden más por lo que ven que por lo que escuchan. Y si lo que ven es complacencia ante lo incorrecto, eso es lo que interiorizan.
Mi exhortación a todos los que me leen es a observar con atención, a cuestionar con respeto, a educar con amor pero también y al mismo tiempo con firmeza.
El amor verdadero no es permisivo, antes bien tiende a formar. La educación consciente no se basa en el ensayo y error, sino en el conocimiento, en la introspección, en la responsabilidad.
Y si logramos hacer esto juntos, si logramos construir una comunidad que eduque desde la conciencia, desde la coherencia, desde el compromiso, entonces estaremos sembrando las semillas de una sociedad más justa, más empática y más humana.
Gracias por acompañarme en esta reflexión. Seguimos creciendo, seguimos aprendiendo, seguimos compartiendo.
Texto de mi autoría, libre de IA.
Imágenes del archivo libre de Pixabay.
Versión en inglés realizada con apoyo en DeepL app.
ENGLISH VERSION
"A 'YES' disguised as a 'NO'"
A cordial greeting to all members of the Holos@Lotus Community, where personal and collective growth is a premise that makes enthusiastic content creators and eager readers of new ideas and projects feel passionately in love with this space.
I've been writing a series of publications that advocate for the healthy education of the new generations, which is the responsibility of parents, other adult family members, educators, and society as a whole, to guarantee a bright future and a world more in tune with the human essence, the ideal, which real existence, in many ways, doesn't align with.
I have addressed topics, which have been well received, about the attitudes we can assume that are potentially generating psychological disorders in our children and adolescents as adults. We must be clear that we may be unconsciously promoting this and that once a personality is consolidated, the situation is extremely difficult to change.
Psychological well-being is guaranteed from childhood and adolescence with informed educational models and strategies, never by intuition or trial and error.
Today it's the turn of an attitude that, unfortunately, is more common than we think: the complacency and encouragement of socially inappropriate behavior. If we become keen observers of our surroundings, we'll see it quite easily. Parents or educators verbally state that something the child did was wrong, but such is the lavish detail, the presentation as if it were something funny, and the gloating over the smallest details, that anyone can wonder if the adult really disagrees with the child's behavior or if they view their unjustified rebellion or insolence in the face of norms that are socially necessary to guarantee respect, to develop values, to teach empathy, as praiseworthy.
Remember that we are not born knowing how to put ourselves in the shoes of those around us, recognizing the feelings of others, or practicing the principle of not doing to others what we would not like them to do to us.
The question that arises right now is why some adults indulge in or encourage non-compliance with socially negative norms or attitudes in children and adolescents, although, to avoid social inconsistency, they only verbally state that such behavior is wrong in minors.
It could be that the adult maintains socially inappropriate attitudes, and here the answer would be much easier. However, adults don't necessarily have to be antisocial to feel complacent or encourage undesirable behaviors. There may be deeper, subconscious reasons.
My invitation is to look beyond what is said and what is done, to delve into the deeper motivations that may be operating in the adult who, without consciously intending to, reinforces behaviors that need to be corrected. Is there, deep down, a tendency to rebel vicariously through the child? Could it be that the adult projects onto the child or adolescent a rebellion that they themselves were unable to express at the time, and now does so on the child as a form of emotional compensation?
I think these questions are difficult to answer, but we need to ask them. It's urgent to investigate, because otherwise, we run the risk of continuing to perpetuate patterns that deform those who will become functional or dysfunctional adults.
I won't tire of reiterating it: one of the greatest responsibilities we have is to educate the adults of the future. It's a commitment that falls to all of us: to educate with awareness, knowledge, and great sensitivity.
Complacency in the face of socially inappropriate behavior is an action that hides permissiveness, like saying "yes" when "no" is the prudent decision. Let's introspect and see if for some reason, whether emotional or psychological in general, we are assuming tolerance and justification for reasons that are not entirely clear to us.
This, let's call it a 'learning lapse,' is very likely to have short- and long-term consequences, since the child or adolescent who receives this double message—which, as I explained, consists of the verbal message that says "that's wrong" and the extraverbal message that communicates "but it's funny, I celebrate it"—ends up confused, disoriented, without any guidance that allows them to differentiate right from wrong.
And in this confusion, a personality is shaped that can grow up with difficulties setting limits, respecting rules, and living in society. And, friends, it's not just about obeying for the sake of obeying; it's about understanding the deeper meaning of rules, understanding that empathy, respect, and solidarity are not abstract values, but fundamental pillars for community life.
Therefore, this call I make is not a defense of superficial remarks. It's a call to deep reflection, analysis, and evaluation of our own attitudes as adults responsible for the formation of new generations. It doesn't diminish the value of reiterating that educating is not just about teaching academic content; it's about instilling behaviors and values, of course, by example.
An example that is given in small, everyday gestures, as well as in the way we react to a mistake, in the way we correct, in the tone we use, in the coherence between what we say and what we do. Because children and adolescents learn more from what they see than from what they hear. And if what they see is complacency in the face of wrongdoing, that is what they internalize.
My exhortation to all who read me is to observe carefully, to question with respect, to educate with love but also, and at the same time, with firmness.
True love is not permissive; rather, it tends to educate. Conscious education is not based on trial and error, but on knowledge, introspection, and responsibility.
And if we manage to do this together, if we manage to build a community that educates from awareness, from coherence, from commitment, then we will be sowing the seeds of a more just, more empathetic, and more humane society.
Thank you for joining me in this reflection. We continue to grow, we continue to learn, we continue to share.
Text by me, AI-free.
Images from the Pixabay free archive.
English version created with support from the DeepL app.
