Hello everyone.
For as long as I can remember, one of the first lessons my parents taught me was to say thank you.
It was a simple, non-negotiable rule: if someone passes you the salt, gives you a gift, or lets you go first, you say those two words: "thank you."
https://pixabay.com/photos/hand-write-ballpoint-pen-paper-226358/
As a child, I did it out of obedience, without understanding the depth of that act.
It was just a social habit, a necessary formality to avoid looking bad.
Over time, I've come to understand that saying thank you goes far beyond courtesy. It's an act of recognition. When I say thank you, I'm saying, "I see the effort you made for me, I appreciate it, and it wasn't your obligation." This recognition is fundamental to human relationships.
I've observed that people are much more willing to help those who value their help. Nobody wants to go out of their way for someone who receives a favor as if it were a right, who takes the other person's gesture for granted.
The ungrateful person, consciously or unconsciously, burns bridges. They deplete the goodwill of others.
That's why I'm convinced that being grateful makes us better human beings. Gratitude compels us to step outside ourselves, to notice others, and to recognize our interdependence.
It reminds us that we are not alone and that many of the good things we have are, in part, thanks to the help, big or small, of others.
Practicing gratitude doesn't make me weaker; on the contrary, it makes me more aware of my place in the world and strengthens the bonds that sustain me.
It's a simple lesson, but with real transformative power.
En español
Hola, estimados.
Desde que tengo uso de razón, una de las primeras enseñanzas que recuerdo de mis padres es a dar las gracias. Era una regla simple y no negociable: si alguien te pasa la sal, te da un regalo o te cede el paso, se dicen esas dos palabras: "gracias".
https://pixabay.com/photos/hand-write-ballpoint-pen-paper-226358/
De niño, lo hacía por obediencia, sin entender la profundidad que encerraba ese acto. Era solo un hábito social, un formalismo necesario para no quedar mal.
Con el tiempo, he comprendido que dar las gracias va mucho más allá de la cortesía. Es un reconocimiento. Cuando agradezco, estoy diciendo: "Veo el esfuerzo que hiciste por mí, lo valoro y no era tu obligación hacerlo". Este reconocimiento es fundamental para las relaciones humanas.
He observado que la gente está dispuesta a ayudar mucho más a quien valora su ayuda. Nadie quiere esforzarse por alguien que recibe un favor como si fuera un derecho, que da por sentado el gesto del otro. El malagradecido, consciente o inconscientemente, quema puentes. Agota la buena voluntad de los demás.
Por eso, estoy convencido de que ser agradecido nos hace mejores seres humanos. La gratitud nos obliga a salir de nosotros mismos, a fijarnos en los demás y a reconocer nuestra interdependencia.
Nos recuerda que no estamos solos y que muchas de las cosas buenas que tenemos son, en parte, gracias a la ayuda, grande o pequeña, de otras personas. Practicar el agradecimiento no me hace más débil; al contrario, me hace más consciente de mi lugar en el mundo y fortalece los lazos que me sostienen. Es una lección simple, pero con un poder transformador real.