Hello everyone.
There are several sayings that touch on my topic today: hope, but viewed from a different perspective. Among the most famous are: "No evil lasts a hundred years, nor a body that can withstand it"; "What happens, happens for a reason"; "Every cloud has a silver lining"; and "There is no night, however long, that does not find the day" (by William Shakespeare). Today I want to talk to you about why these phrases, more than mere consolations, contain a practical truth for facing life.
Let's start with the obvious: nothing lasts forever. This is a fact. All problems, without exception, have a beginning and, more importantly, an end.
They may seem eternal, especially while we are suffering them. Time seems to stretch out. That's a psychological thing.
The key is not to resign ourselves to passively waiting for that end. Our job is to act so that that period is as short as possible. We must analyze the situation, identify what is within our control, and work with determination to solve it.
Passivity prolongs evil; action hastens its end.
Now, when the situation is especially long and difficult, the saying "every night finds its day" applies. This isn't magic or the fantasy of Shakespeare's play; it's a matter of perspective and perseverance.
The faith I'm talking about isn't religious, but a confidence based on evidence: if we maintain a positive mindset, seeking solutions instead of wallowing in complaint, and constantly work to improve, circumstances will eventually change. The darkest night (literally speaking) ends, because the earth keeps turning; it doesn't stand still. We must keep moving forward, even if it's in small steps, to find that day.

We also experience moments when it seems like everything is going wrong at once. It is then that we must remember that every storm eventually passes.
No matter how intense the storm, it is a temporary event. There is no crisis, personal or professional, that lasts forever. The heaviest downpour eventually ends.
Our task is to endure, protect ourselves as best we can, and have faith that, at some point, the clouds will part. It can't rain forever. When it does, the air is cleaner and the outlook, clearer.
Finally, and this is perhaps most important, there's the idea that what happens, happens for a reason. I'm not saying that pain is good or that we should celebrate misfortunes.
What I am saying is that from every problem, from everything bad that happens to us, we can extract something positive: a lesson, an experience, a strength we didn't know we had, or clarity about what we truly value. We must trust that, even if we don't see the point in it at the time, what happens may, in the future, reveal itself as a necessary step that prepared us for something better or saved us from a bigger mistake.
It's not about blind fate, but about our capacity to learn and take advantage even of the obstacles along the way.

These sayings aren't a spell to make problems disappear. They are reminders of the temporary nature of difficulties and of our power to influence their duration and impact. Hope, in this sense, isn't waiting, it's working with the certainty that no evil is eternal... even if it seems that way.
En español
Hola, estimados.
Existen varios dichos que tratan sobre mi tema de hoy: la esperanza, pero vista desde un punto de vista distinto. Entre los dichos más famosos están: No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista; Lo que sucede, conviene; siempre que llueve, escampa y No hay noche, por larga que sea, que no encuentre el día (de William Shakespeare). Hoy quiero hablarles sobre por qué estas frases, más que simples consuelos, encierran una verdad práctica para enfrentar la vida.
Empecemos por lo obvio: no hay mal que dure cien años. Esto es un hecho. Todos los problemas, sin excepción, tienen una fecha de inicio y, lo más importante, una fecha de fin. Nos pueden parecer eternos, sobre todo mientras los sufrimos. El tiempo parece dilatarse. Eso es algo sicólogo. La clave está en no resignarnos a esperar pasivamente ese final. Nuestro trabajo consiste en actuar para que ese plazo sea lo más corto posible. Debemos analizar la situación, identificar qué está bajo nuestro control y trabajar con determinación para solucionarlo. La pasividad prolonga el mal; la acción acelera su fin.
Ahora, cuando la situación es especialmente larga y difícil, aplica aquello de que no hay noche que no encuentre el día. Esto no es magia o la fantasía de la obra de Shakespeare; es una cuestión de perspectiva y perseverancia. La fe de la que hablo no es religiosa, sino una confianza basada en la evidencia: si mantenemos una mente positiva, buscando soluciones en lugar de hundirnos en la queja, y trabajamos de forma constante en mejorar, las circunstancias eventualmente cambiarán. La noche más oscura (literalmente hablando) termina, porque la tierra sigue girando, no se queda estática. Nosotros debemos seguir avanzando, aunque sea a pequeños pasos, para encontrar ese día.

También nos llegan momentos en los que parece que todo sale mal a la vez. Es entonces cuando debemos recordar que siempre que llueve, escampa.
No importa la intensidad de la tormenta, es un evento temporal. No existe una crisis, personal o profesional, que sea infinita. El aguacero más fuerte se agota. Nuestra tarea es aguantar, protegernos lo mejor posible y tener la certeza de que, en algún momento, las nubes se abrirán. No se puede llover para siempre. Cuando pasa, el aire está más limpio y el panorama, más claro.
Finalmente, y esto es quizás lo más importante, está la idea de que lo que sucede, conviene. No digo que el dolor sea bueno o que debamos celebrar las desgracias.
Lo que digo que de cada problema, de todo lo malo que nos ocurre, podemos extraer algo positivo: una lección, experiencia, una fortaleza que no conocíamos o una claridad sobre lo que realmente valoramos. Debemos confiar en que, aunque en el momento no le veamos sentido, lo que sucede puede, en el futuro, revelarse como un paso necesario que nos preparó para algo mejor o nos evitó un error mayor. No se trata de un destino ciego, sino de nuestra capacidad para aprender y sacar provecho incluso de las piedras en el camino.

Estos dichos no son un hechizo para que desaparezcan los problemas. Son recordatorios de la naturaleza temporal de las dificultades y de nuestro poder para influir en su duración e impacto. La esperanza, en este sentido, no es esperar, es trabajar con la certeza de que ningún mal es eterno... aunque lo parezca.