Estoy acostado en una camilla de metal lustrado, debería sentir frío, pero mi cuerpo desnudo ha perdido esa sensación. Debería sentir el gélido metal presionando cada poro de mi piel.
Estoy ahí, mirando al techo blanquecino y a unas lámparas redondas que emanan una luz azul claro. No puedo parpadear, me cuesta cerrar los ojos y solo estoy ahí, inmóvil, como una estatua.
He perdido el control de mi cuerpo y ahora estoy a merced de quienes dispongan de mí. He perdido la sensación del dolor y parezco una roca, de carne. He perdido el don del habla. He perdido la esencia misma de la vida.
Ahora estoy viendo pasar la vida, oigo voces sonoras paseándose por las diferentes zonas de mis oídos, es como estar en una caja sin poder hacer nada, solo expectante. ¿Expectante a qué?
Mi corazón se ha detenido, la sangre se estanca en las venas. Mis órganos internos empiezan a colapsarse como un castillo de naipes, pero todo sucede en una letanía de tiempo, sin retorno.
Una sábana blanca cubre mis ojos, no tengo visión de lo que me rodea, tampoco escucho los sonidos del exterior, un mutismo se ha apoderado de mi ser. Solo escucho mi voz, lo único.
Cada célula de mi cuerpo lucha por seguir con su trabajo, se activa la glucólisis anaeróbica, aunque ya no hay nada que hacer. Mi organismo se ha embarcado en un viaje sin retorno, solo queda seguir adelante y mi cuerpo moribundo empieza a degradarse a sí mismo.
Mi cerebro entra en estado de excitotoxicidad haciendo que lentamente empiece a morir, marchitándose como una flor, lanzando sus últimas señales eléctricas en un estado de sueño profundo. Recursos emergen en una secuencia de película, imágenes que se desplazan mostrando toda una vida, seres queridos, vivencias, cada decisión que me afectó, incluso ahora.
La apoptosis llega con su hoz malvada para atrasar lo que queda de mis células, como un tsunami mortal que termina con toda la vida presente. Mi organismo desfallece, colapsa ante lo finito. Una mortalidad presente, inevitable, ineludible.
Algor mortis empieza a hacer su trabajo, mi cuerpo pierde su calor, dando paso al frío, ese frío que ahora es de muerte, no hay más que hacer solo esperar el final, tan frío como el fatal algor mortis.
Las sinapsis se desconectan cada neurona empieza a morir, el cerebro ya no es más el amo, el fin de yo, con virtudes y defectos se ha extinguido en un suspiro silencioso. Ya nada queda como resquicio de lo que fui en esta vida. Me he perdido en el fin de la muerte, para siempre.
La puntada final del fin de mi cuerpo es la autólisis, una hambrienta devoración de las células. La auto destrucción, una reacción en cadena, barre con lo que queda, mi cuerpo ya no es más, se ha acabado.
La etapa final, la extinción de una luz, de un ser único, da paso a la translocación bacteriana, mi cuerpo empezará a descomponerse, a destruirse lentamente, a volver a la tierra, fusionarme con lo que un día fue mi hogar, mi cielo, mi aire, mi agua. Ahora, soy uno con la tierra, aunque he muerto, solo fue un paso a la transformación, tal vez un árbol, una flor, un microorganismo. Aún estoy ahí, dando vida.
Pero, ¿y mi esencia? Tal vez lo que soy aún, viva en un plano existencial superior. Una existencia que tal vez nunca entendamos, pero que todos vamos a experimentar, cada quien a su modo, a su forma, según su existencia y modo de ser. Después de este paso oscuro, tal vez seamos libres al fin y esto solo fue un paso temporal a uno atemporal.
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Fuentes de la imagen de portada:
[Fuente 1](https://pixabay.com/es/photos/cr%C3%A1neo-huesos-del-cr%C3%A1neo-4221695)
[Fuente 2](https://pixabay.com/es/photos/desierto-dunas-valle-de-la-muerte-8041047)
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I am lying on a polished metal stretcher. I should feel cold, but my naked body has lost that sensation. I should feel the icy metal pressing against every pore of my skin.
I am lying there, staring at the white ceiling and some round lamps that emit a light blue light. I can't blink, I can't close my eyes, and I'm just lying there, motionless, like a statue.
I've lost control of my body and now I'm at the mercy of those who control me. I've lost the sensation of pain and I feel like a rock, made of flesh. I've lost the gift of speech. I've lost the very essence of life.
Now I am watching life pass by, I hear voices wandering through the different areas of my ears, it is like being in a box without being able to do anything, just waiting. Waiting for what?
My heart has stopped, blood is stagnating in my veins. My internal organs are beginning to collapse like a house of cards, but everything is happening in a litany of time, with no return.
A white sheet covers my eyes, I have no vision of my surroundings, nor do I hear the sounds from outside, a silence has taken hold of my being. I only hear my voice, the only thing.
Every cell in my body struggles to continue its work, anaerobic glycolysis is activated, although there is nothing left to do. My organism has embarked on a journey of no return, all that remains is to move forward, and my dying body begins to degrade itself.
My brain enters a state of excitotoxicity, causing it to slowly begin to die, withering like a flower, sending out its last electrical signals in a state of deep sleep. Memories emerge in a film sequence, images that flash by showing a whole life, loved ones, experiences, every decision that affected me, even now.
Apoptosis arrives with its evil scythe to delay what remains of my cells, like a deadly tsunami that ends all present life. My body falters, collapses in the face of the finite. A present, inevitable, inescapable mortality.
Algor mortis begins its work, my body loses its warmth, giving way to cold, that cold that is now death. There is nothing left to do but wait for the end, as cold as the fatal algor mortis.
The synapses disconnect, each neuron begins to die, the brain is no longer the master, the end of me, with virtues and defects, has been extinguished in a silent sigh. Nothing remains as a remnant of what I was in this life. I have lost myself in the end of death, forever.
The final stitch of my body's end is autolysis, a hungry devouring of cells. Self-destruction, a chain reaction, sweeps away what remains. My body is no more, it is over.
The final stage, the extinction of a light, of a unique being, gives way to bacterial translocation. My body will begin to decompose, to slowly destroy itself, to return to the earth, to merge with what was once my home, my sky, my air, my water. Now, I am one with the earth. Although I have died, it was only a step toward transformation, perhaps into a tree, a flower, a microorganism. I am still there, giving life.
But what about my essence? Perhaps what I am still is lives on a higher existential plane. An existence that we may never understand, but that we will all experience, each in our own way, according to our existence and way of being. After this dark passage, perhaps we will finally be free, and this was only a temporary step to a timeless one.
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