El manto oscuro envuelve la ciudad. El gélido aliento de la noche llega a cada persona, penetrando en lo más íntimo del alma. Un nuevo día se extingue en la melancolía del pesar, y las lágrimas de un presente que se van y caen en un torrente de tiempo que no volverá nunca más.
Llora el niño, llora el anciano, llora la mujer...
Todos lanzan sollozos al apesadumbrado aire nocturno. Llega el silencio del cansancio y lo cambia todo a una resignación. Una aceptación ineludible sobre la nueva realidad, que se va, carcomida por los segundos que transcurren, así como las polillas se carcomen la madera.
Los ojos se van cerrando ante el incipiente futuro y el extinto pasado. La inconsciencia se traga la conciencia ante el poder infinito del sueño, y los seres vivos se convierten en masas materiales expulsando CO2, durante al menos ocho horas, unos más, otros menos. Aquellas horas se han perdido entre pesadillas de un futuro y sueños en el presente tangible.
La armónica cósmica sigue con su canción finita para aquellos que son un soplo de viento en el universo, así como un blues que llora con cada nota deprimente, así como un tango lánguido que estruja el alma con su voz oscura.
Las personas no son más que viajeros perdiendo la lucha ante el tic tac imbatible, que va cercenando la juventud, que va marcando como un cincel a la piedra, cada surco en el rostro. Las canas reemplazan el vigoroso negro, rubio o castaño, un color único presente en todos quienes ya han empezado el viaje hacia lo desconocido, mientras la juventud se ha enceguecido ante la realidad brutal, ente risas y vanidades, espejismos de un mismo destino con diferente fecha de caducidad.
Las horas siguen corriendo como si no les importará nada. Niños, ancianos, mujeres y hombres sufren cada día los estragos del tiempo, no solo en su vida sino en la máquina biológica, que se va desgastando lentamente hasta llegar al final, el acabose, el finito.
Pero las horas seguirán raudas llevando a nuevos pasajeros al mismo destino, incansables seguirán con su misión letal, como el asesino al acecho que hunde el cuchillo en lo más profundo del corazón.
Tic tac tic tac...
Un correr de segundos que no se puede detener ni con la mente más ágil ni con el invento más revolucionario del mundo. Todo, indiscutiblemente se encamina hasta un horizonte de un ocaso perpetuo. Hasta una destrucción implosiva masiva de cada ser en este mundo, que un día también será devorado por las horas y el sol y la vía láctea y el mismo universo, caerán ante el verdugo implacable.
Tic tac tic tac...
Maldito demonio que no se detiene ante nada ni nadie, sin compasión alguna sigue corriendo, sin importarle aquellos que van cayendo en su ritmo mortal. Sigue su recorrido sin sentimientos, llevando consigo el designio del fin, sigue con su recorrido hacia un futuro que va fabricando segundo a segundo. Sigue su recorrido neutral para todos con el mismo efecto, sin distinciones, ni exclusiones, sigue su recorrido con la única misión, la de seguir adelante cueste lo cueste.
Ese ritmo intolerable del tic tac, se va volviendo más insoportable conforme la vejez. Un recordatorio de nuestra mortalidad, que se va haciendo más evidente con el trascurso de las horas, que se transforman en años. Ese tic tac convierte los cuerpos en frágiles hojas secas que se deshacen en el aire.
El tic tac sigue corriendo, y los ojos ven lo inevitable muchas veces evitando pensar en aquel fin, ese al que todos estamos llamados a asistir, al ritmo del tic tac tic tac....
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English
#### The hours pass
Fuentes de la imagen de portada:
[Fuente 1](https://pixabay.com/es/illustrations/ai-generado-reloj-hombre-de-pie-8099999)
[Fuente 2](https://pixabay.com/es/illustrations/hombre-de-fantasia-hombre-fantas%C3%ADa-8753956)
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The dark cloak envelops the city. The icy breath of the night reaches every person, penetrating the innermost depths of the soul. A new day dies in the melancholy of regret, and the tears of a present that fade away and fall into a torrent of time that will never return.
The child cries, the old man cries, the woman cries...
Everyone lets out sobs into the sorrowful night air. The silence of exhaustion arrives and changes everything to resignation. An inescapable acceptance of the new reality, which fades away, eaten away by the passing seconds, just as moths eat away at wood.
Eyes close before the dawning future and the extinct past. Unconsciousness swallows consciousness before the infinite power of sleep, and living beings become material masses expelling CO2 for at least eight hours, some more, some less. Those hours are lost between nightmares of the future and dreams in the tangible present.
The cosmic harmonica continues its finite song for those who are a breath of wind in the universe, like a blues that cries with every depressing note, like a languid tango that squeezes the soul with its dark voice.
People are nothing more than travelers losing the fight against the unbeatable ticking of the clock, which cuts short youth, marking each furrow on the face like a chisel on stone. Gray hair replaces the vigorous black, blond, or brown, a unique color present in all those who have already begun the journey into the unknown, while youth has been blinded by brutal reality, laughter and vanity, mirages of the same destiny with different expiration dates.
The hours continue to tick away as if they don't care about anything. Children, the elderly, women, and men suffer every day from the ravages of time, not only in their lives but also in their biological machines, which slowly wear down until they reach the end, the finite.
But the hours will continue to rush by, carrying new passengers to the same destination, tirelessly continuing their lethal mission, like a lurking assassin plunging a knife deep into the heart.
Tick tock, tick tock...
A passing of seconds that cannot be stopped, not even by the most agile mind or the most revolutionary invention in the world. Everything, indisputably, is heading toward a horizon of perpetual sunset. Toward a massive implosive destruction of every being in this world, which one day will also be devoured by the hours and the sun and the Milky Way and the universe itself, falling before the relentless executioner.
Damned demon that stops at nothing and no one, running on without compassion, heedless of those who fall victim to its deadly pace. It continues its journey without feelings, carrying with it the design of the end, continuing its journey toward a future that it creates second by second. It continues its journey, neutral for all, with the same effect, without distinctions or exclusions, continuing its journey with the sole mission of moving forward at all costs.
That intolerable ticking rhythm becomes more unbearable with age. A reminder of our mortality, which becomes more evident with the passing of the hours, which turn into years. That ticking turns bodies into fragile dry leaves that crumble in the air.
The ticking continues, and the eyes see the inevitable, often avoiding thinking about that end, the one we are all called to witness, to the rhythm of tick tock tick tock....
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