Me encuentro en tinieblas con una manta de flores primaverales en matices anaranjados, su suave textura me brinda el calor que el frío de la noche, me roba, me quita, me extrae.
Las almohadas hechas por las manos amorosas de mi madre, reciben mi cabeza, y la abrazan con suavidad, casi con una ternura maternal, impregnada por aquel olor a rosas perfumadas.
La pantalla de mi celular baña mi rostro con su radiación azul. Dígito letras con una velocidad casi imprudente, tratando de no perder la inspiración, que en ese momento recorre mi mente, trato de figurar historias, algo locas, sentimentales, melancólicas y de fantasía.
En ese trajinar nocturno, mi mente poco a poco se va apagando. La velocidad que antes fluía por los dedos como rayos cayendo hacia la tierra, se hace más lenta, por momentos torpe. Mis ojos empiezan a cerrarse, pesan como mil años o unos más.
Las ideas se han esfumado como agua que es acariciada por los rayos solares. El frío nocturno avanza por cada extremidad expuesta al aire y se confabula con el sueño para doblegar mi cuerpo que se ha debilitado, ha perdido sus fuerzas, y las energías me han abandonado dejando casi en cero mi marcador orgánico.
Debo acabar de escribir, unas pocas letras me acercan al final y saco fuerzas de flaqueza para finiquitar el deber, que me he propuesto en ese instante.
Dormito por momentos, entro y salgo de las tinieblas somníferas. Lucho, lucho, lucho contra la fuerza natural de la noche, contra el hechizo somnífero de Morfeo, parece que no puedo terminar con el trabajo y estoy a punto de dejar lo iniciado en la memoria del dispositivo, pero recuerdo que tengo un vaso de agua en mi mesita de noche.
Tanteo suavemente el cristal, las yemas de los dedos tantean el frío líquido. Afianzo el vaso en la mano y lo llevo con cuidado hasta la boca, que torpemente, se abre para recibir el líquido que circula por el organismo y me va despertando a cuenta gotas.
Las últimas fuerzas llegan como un golpe adrenalínico, y los dedos recobran la agilidad del principio. Los ojos se abren ante la pantalla luminosa con un nuevo ánimo y sigo digitando con la filigrana literaria de la inspiración recobrada en ese momento casi sacro, entre el silencio de la habitación y la luminosidad de la pantalla.
Después de unos minutos de concentración sin anestesia, logro acabar lo propuesto en esa noche, y una sonrisa aparece traviesa, idílica, satisfactoria. La mano se encuentra con el ojo y una frotación sutil de forma cíclica, se repite, tratando de humectar el globo ocultar.
Me levanto ebrio por el sueño y trato de iluminar la habitación, la luz azulada baña el espacio de tres por tres. Entre la realidad y la fantasía somnífera, el sueño empieza a conquistarme de nuevo. Busco afanosamente con las pocas energías que tengo, la pijama, aquel pantalón de cuadros con matices azulados y una camisa que combina con el azul cuadrado.
Las cobijas algodonadas me reciben en su cálido abrigo, casi celestial y tan reconfortante como un suave sonido que adormece las neuronas y va apagando el sistema nervioso como un corte de energía, como una onda de un tsunami.
Desconecto todo mi mundo y voy al encuentro con el personaje que habita en mis sueños. Me llama entre nubes esponjosas que parecen algodón de azúcar. Morfeo, con su báculo lo mueve en ondas concéntricas, que hipnotizantes terminan de elevarme a lo más alto del REM y pierdo la conciencia humana. Ya no soy más.
¡Buenas noches a todos!
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#### Morphic visit
Fuentes de la imagen de portada:
[Fuente 1](https://pixabay.com/es/illustrations/ai-generado-cielo-noche-luz-humano-9283571)
[Fuente 2](https://pixabay.com/es/illustrations/tiempo-reloj-fantas%C3%ADa-sue%C3%B1os-8788114)
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I find myself in darkness with a blanket of spring flowers in orange shades, its soft texture gives me the warmth that the cold of the night steals from me, takes away from me, extracts from me.
The pillows made by my mother's loving hands, receive my head, and embrace it with softness, almost with a maternal tenderness, impregnated by that scent of perfumed roses.
The screen of my cell phone bathes my face with its blue radiation. I digit letters with an almost reckless speed, trying not to lose the inspiration, which at that moment runs through my mind, I try to figure stories, something crazy, sentimental, melancholic and fantasy.
In this nocturnal wandering, my mind gradually fades away. The speed that used to flow through my fingers like lightning falling towards the earth, becomes slower, at times clumsy. My eyes begin to close, heavy as a thousand years or more.
Ideas have vanished like water caressed by the sun's rays. The night cold advances through every limb exposed to the air and conspires with sleep to bend my body that has weakened, has lost its strength, and the energies have abandoned me, leaving my organic marker almost at zero.
I must finish writing, a few letters bring me closer to the end and I pull myself out of weakness to finish the duty, which I have proposed to myself at that moment.
I sleep at times, I go in and out of the somniferous darkness. I struggle, struggle, struggle against the natural force of the night, against the sleeping spell of Morpheus, it seems that I cannot finish the work and I am about to leave what I have started in the memory of the device, but I remember that I have a glass of water on my bedside table.
I gently grope the glass, my fingertips grope the cold liquid. I clutch the glass in my hand and carefully bring it to my mouth, which clumsily opens to receive the liquid that circulates through my organism and wakes me up by the drop.
The last of my strength comes like an adrenaline rush, and my fingers regain the agility of the beginning. My eyes open before the luminous screen with a new mood and I continue typing with the literary filigree of the inspiration recovered in that almost sacred moment, between the silence of the room and the luminosity of the screen.
After a few minutes of concentration without anesthesia, I manage to finish what I had proposed that night, and a mischievous, idyllic, satisfying smile appears. The hand meets the eye and a subtle and cyclical rubbing is repeated, trying to hydrate the eyeball.
I wake up sleep-drunk and try to illuminate the room, bluish light bathes the three-by-three space. Between reality and drowsy fantasy, sleep begins to conquer me again. I search busily with the little energy I have, for my pajamas, those plaid pants with blue shades and a shirt that matches the square blue.
The cottony blankets receive me in their warm, almost heavenly shelter and as comforting as a soft sound that numbs the neurons and turns off the nervous system like an energy cut, like a wave of a tsunami.
I disconnect my whole world and go to meet the character that lives in my dreams. He calls me among fluffy clouds that look like cotton candy. Morpheus, with his staff moves it in concentric waves, which hypnotizing finish elevating me to the highest point of REM and I lose human consciousness. I am no more.
Good night to all!
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