Erase una vez, una niña peculiar quien no podía escuchar ni hablar, se encontraba perdida en un enorme bosque cuyos árboles eran tan grandes como las montañas que está dibujaba en sus lienzos de papel. Su estadía en tal lugar fue un escape a lo que su mente reconoció como la forma de alejarse y dejar de hacer daño.
Sola la pequeña inocencia dentro de su ser era lo que desdibujaba la realidad con una ficción, pues era imposible que su dulzura fuese una tortura para alguien, tal vez, una gran responsabilidad y necesidad de protección, algo que sus padres no expresaban de la mejor forma, pero aun así, no dejaban de quererla.
Hacerle daño o incomodarla no era lo que ellos querían, pero ante la presencia de varios momentos de desesperación de la cual la pequeña fue testigo, no hubo más remedio en su imaginación que salir corriendo a donde nunca la pudieran conseguir, pues no podría gritar, tampoco oír, pero seguramente para ella esa sería la mejor solución.
Así que vestida de rosa pálido, su vestido se convirtió en el centro de las manchas de todo un bosque por explorar. Un poco de charco por sus zapatos, rojos de frutos maduros en su nuev vestido y un tanto de musgo en sus manos por tropezar con algunas raíces de los árboles, la pequeña pues, no hallaba donde poder descansar.
A pesar de que el ambiente era fresco, un dulce viento por la cercanía de las cerezas ya por cosechar y el sonido frío del riachuelo que iba recorriendo su mismo camino, el aliento de la pequeña cada vez más se aceleraba, anunciando su pronto agotamiento y el límite que su cuerpo podía seguir caminando dentro de un bosque desconocido para ella pero también cuyas hectáreas eran tan grandes como su imaginar.
En ello a la distancia, en la cúspide de una pequeña montaña divisa un árbol muy parecido al de su cuento favorita, donde una joven siempre se sentaba en las tardes para entrecerrar sus ojos y caer en los brazos de morfeo, en un sueño tan profundo pero bastante reparador según la narración.
Ella no lo pensó dos veces, cuando ya sus cortas piernas estaban subiendo aquella montaña que con la poca fuerza que le quedaba pudo dominarla y por fin dar descanso a sus pies reposando su espalda en la dura madera de aquel árbol tan frondoso y colorido que le hizo de alguna manera cálida.
Ante la posibilidad de que aquel momento fuese la oportunidad de poner a prueba la realidad, la pequeña cuyo vestido ya estaba todo manchado, se dispone a pensar en el deseo posible por cumplir de aquel árbol que vio como algo mágico.
Nadie en ese momento podía sacarla de su imaginación, así que cerrando sus ojitos fatigados, tomó aire para luego pronunciar aquel deseo que la hizo dormir y caer en un profundo sueño como el cuento hecho realidad.
En su mirada se encontraban dos personas conocidas para ella, sus padres, quienes de alguna forma le hablan y ella les escucha como el sonido más anhelado de su ser. Para su sorpresa sus labios podían pronunciar lo que su creativa mente podía pensar, algo que pues le hizo llenar de lágrimas en su interior.
Era un momento totalmente mágico, pero muy dentro de ella sabía que se trataba de un sueño, como si ella fuese la niña de aquel cuento cuyo deseo se volvió realidad pero que llegó también a un final.
De pronto su vista se nubla dentro de aquel sueño, y mientras intenta sujetarse de la mano de su padre, algo la arrastra, como si la llamaran o invocaran, cuando la realidad es que sólo estaba intentando despertar.
Al despertar, tanto el miedo como la desesperación se reflejaron en su rostro, pues aquel vasto bosque se estaba incendiando. En su intento por gritar, sólo pudo escuchar el silencio de su ser atrapado entre las llamas.
Sin embargo, un fresco viento entre el calor del fuego rozó su mejilla y brazo derecho, tan fuerte que se sentía como si la empujara. Ella sintió que el bosque le estaba ayudando a conseguir la salida, y se dispuso a dejarse guiar.
En su camino consiguió a un pequeño conejo herido, al cual no dudó en ayudarle. Aun en su desesperación, la pequeña como pudo con sus pequeñas manos tomó con sumo cuidado al conejo cuya pata izquierda la tenía lesionada, para luego cobijarlo entre sus brazos y seguir el trayecto del viento.
En ello dentro de su cabeza empezó a escuchar algo extraño, eran ruidos de árboles crujir, incluso el latido de un corazón acelerado y el de un pecho cansado expulsando aliento caliente. Se detuvo un momento para darse cuenta que sus oídos estaban escuchando de alguna forma.
Tomando nuevamente prisa, encontró el camino que le ayudaría por fin a escapar de las llamas y encontrarse con sus padres también quienes corren hacia la misma dirección de ella.
La pequeña no dejaba de llorar, y no por el susto que había pasado, era más bien por lo que sus oídos escuchaban en ese momento, su nombre, el susto y miedo de sus padres pero también el amor que sentían dentro de su interior.
Desde ese momento nada volvió a ser lo mismo, pero todo para ellos mejoró. Pues la pequeña a pesar del susto de aquel día, de alguna forma, el bosque cumplió su mayor deseo.
¿Sabes qué deseó?