La semana está por culminar y esta ha sido un torbellino de emociones y responsabilidades laborales que, en ocasiones, han amenazado con desbordarme. Sin embargo, en medio de este ajetreo, encontré un refugio, un escape que me permitió reconectar conmigo misma y liberar las tensiones acumuladas: el running.
Tres salidas a lo largo de estos siete días se convirtieron en mis oasis particulares. 28 abril
Cada zancada, cada respiración profunda, fue un paso más lejos del estrés y un acercamiento a la calma que tanto necesitaba.
La fiel aplicación de Strava fue testigo silencioso de estos momentos, registrando no solo la distancia recorrida y el ritmo, sino también la sensación de libertad que me invadía al dejar atrás la oficina y sus demandas.
Una de las mayores recompensas de estas carreras fue la oportunidad de presenciar la magia de los atardeceres caraqueños. Los cielos se encendían en una paleta de naranjas, rosas y morados mientras mis pies seguían un ritmo constante.
En esos instantes, rodeada de la belleza natural, las preocupaciones laborales se desvanecían, reemplazadas por una profunda sensación de gratitud y conexión con el entorno. Era un diálogo silencioso entre el cielo y mi alma, un recordatorio de que más allá de las obligaciones, existe un mundo de serenidad esperando ser descubierto. Físicamente, estas sesiones de running me sentaron de maravilla. A pesar de algunas pausas forzadas en semanas anteriores, mi cuerpo respondió con energía y resistencia. Sentía mis músculos trabajar, mi corazón bombear con fuerza y mi mente despejarse con cada kilómetro. Estas carreras no solo fueron un bálsamo para el estrés, sino también un entrenamiento valioso.
La idea de inscribirme en una carrera de 10 kilómetros comienza a tomar forma en mi mente, impulsada por la satisfacción de estas recientes experiencias.
Correr se ha convertido en mucho más que un ejercicio físico. Es una terapia, una meditación en movimiento, un espacio para la introspección y el disfrute. Es la manera en que mi cuerpo y mi mente se reconcilian, permitiéndome afrontar los desafíos con renovada energía y una perspectiva más clara. Y mientras el sol se oculta en el horizonte, tiñendo el cielo de esperanza, sé que seguiré calzándome las zapatillas, lista para el próximo respiro, la próxima zancada, el próximo encuentro conmigo misma en el camino.
Gracias, amigos y amigas de HiveRun, nos seguiremos viendo. Abrazos.
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