La última vez... No no voy a engañarme, no recuerdo cuando fue la última vez que fui a visitar a mi abuela, y bueno, por supuesto que me acuerdo que ya murió, pero tampoco he podido visitar a mi tía que ahora vive en esa casa, después de todo en ese lugar pase la mayor parte de mi infancia, por supuesto, descontando el tiempo que pasé en el convento de monjas, esas señoras sádicas y bilingües de las cuales les contaré en otra en otra ocasión.
Como sea, al fin me decidí a ir a visitar el lugar donde pasé los mejores momentos que un niño puede recirdar. El autobús hacia Veracruz fue lo más fácil. El problema empezó cuando traté de llegar a la colonia que posiblemente ya le habían cambiado el nombre con tantos años, pero da igual, de cualquier manera no me acordaba el nombre de la calle, tan solo me acordaba del número y que era de la calle que bajaba del mercado.
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Si, pero que calle. Si no me dice al menos que había por ahí cerca, no puedo hacer nada por usted.
Como sea, mejor decidí tomar el camión. Los taxis cobran demasiado como para estar batallando con ellos.
Las calles en esta parte de la ciudad tienen un sabor a tradición. Las iglesias entre su pátina tienen marcas que seguramente serán recuerdos preciosos para alguien. Tan solo oler la fragancia a vainilla que despiden sus árboles, observar las hojas de los plátanos peinarse con el viento y esa brisa con sabor a mar que acaricia la piel, hacen vibrar mi corazón como a el de un adolescente enamorado.
Espera, ya hemos pasado por aquí un par de veces. Qué pasa? o me quedé muy hundido en mis pensamientos o de plano me quedé dormido. Ya llevamos varias horas, ya debí haber llegado a mi destino.
Disculpe chofer, ya pasamos la calle del mercado, verdad?
Sí, por supuesto la pasamos hace un buen rato.
Sí, creo que reconocí el lugar. Estaremos si acaso a unas cuatro cuadras de aquí, verdad?
No joven. Yo calculo que aproximadamente unas 10 cuadras y no es que más.
Como sea aquí me bajo, creo que caminaré un poco.
No te apures ya le Ya hablé a un amigo para que te lleve en su coche.
De inmediato mi sistema de defensa se activó con todos los focos rojos. Seguramente me iban a llevar a un lugar alejado para robarme
Te lo agradezco de verdad pero de aquí me voy solo.
El chofer estuvo insistiendo por un rato. Me aseguraba que su amigo pronto llegaría. Le recordé que yo jamás solicité ese servicio. Al final se puso agresivo y lo tuve que dejar hablando mientras me alejaba lo más rápido que podía.
Después de caminar un par de horas, tuve la sensación de que había estado caminando un círculo. Esa parte de la ciudad era completamente diferente a lo que recordaba. Estaba cansado de que todo el mundo me diera instrucciones equivocadas, pero cómo iba a quejarme si ni siquiera sabía exactamente a dónde iba. Al fin tuve el valor de volar, hacía muchos años también que no lo intentaba, Tal vez hasta había perdido la habilidad, pero bueno, no se sabe sino hasta que lo intentes. Tomé todo el impulso que pude y empecé a levitar un poco donde nadie me veía, para mi buena suerte todavía podía volar, para mi mala suerte, no muy alto.
Ahí estaba yo, suspendido apenas a unos 8 metros de altura. Algo mareado por supuesto. Jaja, es gracioso que alguien con la habilidad de volar le tenga miedo a las alturas. Bajé hasta una altura de unos tres metros y me dispuse a aumentar la velocidad, siempre tratando de que nadie me viera. En eso una chica me preguntó la hora. Sí así muy natural, como si por aquí fueran comunes los hombres voladores.
Son las 3 de la tarde en punto.
Le dije a la chica descendiendo un par de metros.
Muchas gracias señor, que tenga un buen día.
Y se fue tranquilamente sin decir nada más.
Me sentí muy extraño con ese encuentro. Me sentí como si hubiera llegado a casa. Aquí nadie me juzgaría por mis debilidades y fortalezas. Pero ese euforia me dolió poco, mi arrogancia volvió a mí como el rencor y la ira.
Mortales!
Me elevé como 200 metros y salí volando a toda velocidad.
Historia corta y pintura
@saulos