Cuando el síndrome de Estocolmo ataca.
Más real que ficción.
Probablemente hayas oído de él, o quizás no, pero el síndrome de Estocolmo, de acuerdo con el portal web de Tu Otro Médico es:
(...) un estado psicológico en el que la víctima de secuestro, o persona detenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con su secuestrador. En ocasiones, los prisioneros pueden acabar ayudando a los captores a alcanzar sus fines o evadir a la policía.
Según la corriente psicoanalítica el síndrome de Estocolmo sería entonces una suerte de mecanismo de defensa inconsciente del secuestrado, que no puede responder la agresión de los secuestradores y que se defiende también de la posibilidad de sufrir un shock emocional. Así, se produce una identificación con el agresor, un vínculo en el sentido de que el secuestrado empieza a tener sentimientos de identificación, de simpatía, de agrado por su secuestrador.
Aunque parezca difícil de creer, la historia tiene precedentes en los que precisamente surge el nombre a este trastorno, o en el peor de los casos: mecanismo de defensa. En 1973 ocurrió un robo bancario en la ciudad de Estocolmo, en el que hubo situación de rehenes. Los delincuentes, encabezados por un ex presidiario, hirieron a un policía, y negociaron con el gobierno para la liberación de las cuatro personas secuestradas.
Tras la captura de los mismos y en los juicios preliminares, las víctimas abogaron a favor de los delincuentes, y aseguraron estar más aterrados por la fuerza policíaca que por sus captores. La historia puedes leerla con más detalle y detenimiento en el portal web de Ok Diario.
Estocolmo en otros aspectos de la vida.
Víctimas de violaciones, maltrato psicológico (muchos de ellos de género), inclusive comportamientos políticos de sociedades que apoyan a sus mandatarios despiadados, líderes de grupos terroristas, están envueltos por ese velo en el que a la vista de los agredidos, los agresores son percibidos como buenos.
¿Te has topado con alguna mujer que defiende o resguarda la integridad de su pareja que la agrede? ¿Has visto un país que está destruido a causa de sus políticos corruptos y aún así tienen adeptos a muerte? Son dos casos completamente distintos, y las razones por la que se genera esa terrible simpatía pueden ir desde el autoestima hasta el conformismo. Desde pensar "nadie más me va a amar" hasta "yo apoyo a esa gente porque nos dan una bolsa de comida". Quizás sí, o quizás no, no soy psicólogo. Pero lo que sí es cierto, es que es un mal más común de lo que creemos.
Existen más Negan en la realidad que en "The Walking Dead".
Cuando veía los últimos episodios de la segunda parte de la octava temporada se me ocurrió hablar de este tema. Y es que hasta yo mismo, viendo de cerca algunas de las razones de Negan comencé a sentir compasión por él. Y eso es lo que precisamente nos pasa, somos seres completamente emocionales. Si algo o alguien hace click con nuestros sentimientos comenzaremos a ver más lo que nos agrada que lo que nos disgusta.
Esa misma situación entreteje la vida real. Personas cuyo abuso emocional sobrepasa la psique de los agredidos, al punto de no querer sentirse libres de esa situación. Sería una manera de emplear de distinto modo ese refrán: "Es mejor malo conocido, que bueno por conocer".
Pero mientras tanto...