El chico fingía una sonrisa.
Sus ojos sombríos expresaban algo distinto.
"Estamos orgullosos de él, fue el índice número 1. Salió de Bachillerato con las mejores calificaciones"
Mientras la mamá iba a la cocina a calentar el cafecito prometido, mascullé:
"Y ahora... ¿Qué piensas hacer? ¿Qué carrera?"
Se pasó la mano por la cara:
"Lo que quiero, lo que me gusta es la electrónica pero...¿Cómo estudiar? Mi mamá no quiere entender pero... Es el pasaje... Los zapatos... La merienda... Fotocopias...qué se yo. Sólo se va a estresar y voy a terminar retirándome a mitad de camino para ir a trabajarle a un chino. Me quiero ir a Ecuador y ella dice que no me vaya sin graduarme primero porque es mentira que por allá vaya a estudiar ¿Estudiar acá? ¿Graduarme cómo? Pero no me deja ir"
"Y eres menor de edad".
"No solo eso. Soy un mantenido. El que mantiene impone las reglas. No es la edad, es el bolsillo".
Entró Claudia y él salió. Había tanta tristeza en los ojos del chico que estuve tentado a intervenir:
"Déjalo ir" Y entonces recordé tantas historias trágicas de quienes ya no podrían regresar y temí que sucediera algo como eso.
Eran circunstancias ajenas, eran decisiones ajenas y no podía ser "el culpable de un mal consejo"
Esa noche fui con Gregory a un lugar nocturno. Era nuevo y aún tratándose del
oficio más viejo del mundo prometía entre líneas detalles novedosos.
Cuando las luces iluminaron la nudista pasarela y comenzó el desfile unos ojos llenos de angustia y vergüenza esquivaron los míos. Me fui de inmediato, disgustado con todos y con todo. Contra todos los que habían logrado transformar la abnegación maternal en algo abyecto.
Más nunca les visité. No hubiera podido sostener su mirada.
Leo está a punto de graduarse. Lo supe por terceras personas y también el que luego se irían los tres a Ecuador
Allá su amigo Eduardo les recibiría con los brazos abiertos pensando que si su tío hubiese encontrado ayuda a tiempo no habría muerto en el Lairén picado por esa serpiente ante la lejanía impotente de quienes le acompañaban al inicio.
Me acerqué al terminal a despedir a los amigos. Cuando abracé a Claudia le susurré al oído "Nunca más". Ella se estremeció y me lo juró como si realmente tuviera qué hacerlo.
Es ese juramento el que me acompaña cuando las noches son más solas y tristes que de costumbre y he descubierto que si lo doblo cuidadosamente y lo coloco entre la funda y la almohada tengo sueños tibios y casi alcanzables.
Photo of my own taken with Infinix Smart 9 HD cell phone / Foto propia tomada con celular Infinix Smart 9 HD
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