El devastador panorama que dejó el tsunami, causaba desesperación y desasosiego, por cualquier punto cardinal que se le observara, sólo vientos fríos susurraban al oído del mar ,quien lloraba desconsolado, al ser ultrajado por tan potente agresor.
No se divisaba una sola señal de vida por ningún rincón de la costa marina, solo un silencio sepulcral reinaba en la arena, era como si la poca vida que había quedado, se hubiese escondido en lo más recóndito de la tierra, con el pánico detrás de sus espaldas, rogando por no ser alcanzados por la furia natural.
Ciertamente cuando la naturaleza agota su paciencia, arremete con toda sus fuerzas a llevarse por delante todo lo que consigue a su paso.
Comprendo su furia y descontento de los genios elementales de la naturaleza, pero ella debería ser selectiva y resguardar a los inocentes que jamás han arremetido contra ella, como los indefensos animales, los niños, los ancianos y tantas criatura inocentes que pueblan el ecosistema marino; comprendo sus razones valederas, pero no lo considero justo.
Cinco largos días transcurrieron, sin un atisbo de que alguna criatura animal, vegetal o humana, diera indicios de haber sobrevivido a aquella catástrofe ecológica. Cuando por fin comenzaron a asomarse tímidamente los pequeños crustáceos por entre la tibia arena, le seguían las estrellas de mar las tortugas, y todas esas pequeñas criaturas del océano. Se asomaban temblorosas e indecisas si seguir a sus acorazados amigos, o regresar al interior de la arena; finalmente optaron por seguirlos, pues precisaban de alimento y agua con urgencia.
Poco a poco fue despertando la vida nuevamente sobre el devastado paisaje, el que lucía demacrado y despeinado por doquier, implorando a los seres vivos que regresaran a su habitah natural, que ya lo peor había pasado, que la vida, debía continuar. Y la vida de cada ser vivo comenzó a palpitar de nuevo dentro y fuera del mar.
Pero había muchas especies vegetales, animales y humanas mal heridos, que deseaban seguir el llamado de la naturaleza, pero sus heridas de muerte no se lo permitían, lo más probable es que la muerte les ganaría la batalla.
Pero hay un dicho que suele recitarse cuando las cosas en la naturaleza pierden su equilibrio que dice así:
Cuando el mal se impone y el bien sucumbe, aparece dios para poner orden Y... de pronto todo cambió...
Justo en el medio del océano, comenzó a emerger una embarcación de aspecto muy singular, conformada por dos enormes estructuras abovedadas de blanco marfil, recubiertas por una red tejida con puntos transversales fabricadas con colágeno, y un material cartilaginoso muy resistente, ambas cúpulas estaban amuralladas por un aura en forma de arcos holográficos, que blindaban toda su estructura contra todo siniestro que les pudiera atacar.
Pero, ¿ qué era aquello, acaso era un submarino proveniente de alguna bizarra civilización? Mmm, no precisamente.
La estructura abovedada, era un hospital móvil de contingencias, para ayudar a los sobrevivientes mal heridos que dejan los desastres como esos.
Y la atención no se hizo esperar, enseguida una flotilla de médicos y enfermeras, salieron del recinto marino, en una una marcha disciplinada, uno tras otro, ataviados con bragas verde neón y cascos amarillos, botas blancas hechas de un material semejante al látex, que les cubrían hasta un poco más de la rodilla.Llevaban además, unas camillas plegables que al posarlas sobre la arena, se desdoblaba una enorme carpa blanca, donde ingresaron a todos los sobrevivientes mal heridos, los animalitos de todas las especies eran atendidos con el amor más exaltado que jamás vi profesar por ningún ser sobre la faz de la tierra.
La costa marina se vistió de hospitalidad, atenciones y restauración de cada rincón natural, a cuya bondad se unieron los pobladores de zonas vecinas, inspirados por el abnegado servicio de los hermanos visitantes.
Hasta aquí mi relato
Infinitas gracias