Día 6: “30 días de poesía” / Eugenio Montejo – Terredad y El ánfora
¡Hola, Hive! Soy @spavan697, y aquí estoy con el día 6 de mi reto “30 días de poesía”, un desafío personal para retomar la poesía. Este reto, que publico los lunes, miércoles y viernes durante un mes, es mi manera de construir un hábito de lectura y redescubrir poemas que alguna vez leí o a conocer poetas nuevos. En el día 1, Bécquer destacó la poesía como un encuentro íntimo; en el día 2, Nervo me habló de la paz; en el día 3, con Pizarnik exploré la soledad; en el día 4, con Rafael Cadenas abordé la derrota; y en el día 5, Octavio Paz, Yolanda Pantin y Rafael Cadenas me llevaron a reflexionar sobre el tiempo, la identidad y el poder de las palabras.
Hoy, vengo con Eugenio Montejo, un poeta venezolano, y dos poemas suyos: “Terredad” del libro homónimo de 1978 y “El ánfora” de Papiros amorosos. A este poeta lo conocía gracias a una profesora en la universidad. Tenía un libro muy gordo sobre él, era una antología poética, si no recuerdo mal era de toda su obra. Para mí tiene un algo especial que no soy capaz de describir a plenitud. Muchas veces he querido escribir como él, pero se me hace muy difícil. Estoy emocionado de compartir esta experiencia con la comunidad de Hive y aprender de sus comentarios. ¿Qué poema te ha hecho sentir la esencia de la tierra o el amor como un vaso que guarda el tiempo? ¡Cuéntame mientras sigo este camino!
“Terredad”
“Estar aquí por años en la tierra, con las nubes que lleguen, con los pájaros, suspensos de horas frágiles. Abordo, casi a la deriva, más cerca de Saturno, más lejanos, mientras el sol da vuelta y nos arrastra y la sangre recorre su profundo universo más sagrado que todos los astros. Estar aquí en la tierra: no más lejos que un árbol, no más inexplicables; livianos en otoño, henchidos en verano, con lo que somos o no somos, con la sombra, la memoria, el deseo hasta el fin (si hay un fin) voz a voz, casa por casa, sea quien lleve la tierra, si la llevan, o quien la espere, si la aguardan, partiendo juntos cada vez el pan en dos, en tres, en cuatro, sin olvidar las sobras de la hormiga que siempre viaja de remotas estrellas para estar a la hora en nuestra cena aunque las migas sean amargas. De Terredad (1978).”
“Terredad”, desde mi punto de vista, es pensar en lo infinito, en el transcurrir del tiempo y en lo efímero de la existencia. Es un poema que refleja la vida en todo el universo, esa puja entre lo eterno y lo inefable, entre lo que ha estado ahí y lo que dejo de estar. El poema, al mismo tiempo, habla de que nuestra existencia está ligada a este mundo y que toda la existencia de las cosas están ligadas al tiempo que transcurre. Hay versos que refleja mucho la vulnerabilidad de la vida. Así como el espacio en el que transcurre la existencia: los planetas, la tierra, los árboles, las mutaciones de la materia, etc. La imagen de estar “a bordo, casi a la deriva” me dio una sensación de maravilla y vulnerabilidad, como si la vida fuera un viaje en el que somos pasajeros eternos.
“Terredad” explora la condición humana en la tierra, la conexión con el mundo natural y el paso del tiempo. La voz poética parece celebrar esta existencia, reconociendo su fragilidad, pero también su sacralidad. El poema transcurre entre imágenes sutiles que desprenden muchas sensaciones: las nubes, Saturno, el sol, la tierra, etc. Es el espacio y el tiempo los que juegan un papel fundamental para la construcción de las imágenes. Si fuese un cuadro, estoy seguro de que se puede imaginar todo el sistema solar en movimiento, la tierra rotando sobre su propio eje. Es un poema lleno de tantas cosas, que esta no es la forma más apropiada para hablar de él.
“El ánfora”
“Cuerpo que pasas con el tiempo dentro, henchido de horas en las venas, de incontables minutos llenándote las manos para asir tú deseo. Cuerpo vestido de ánfora sedienta para llenarte de años, meses, para cubrirte de efímeras espumas en los relojes de un mar que no te sacia. El dios amante que dio a tu arcilla forma al modelarte boca, senos, ojos, el que en tu pubis puso pétalos y en tu risa relámpagos de gracia, colmó de música tu cántaro y de tiempo tú sangre, del tictac que celebra a tu paso la vida en el girante milagro de la tierra.”
“El ánfora” es un poema a la exaltación a la existencia misma, desde mi punto de vista; una admiración al cuerpo, recipiente del tiempo, el deseo y la vida. Como si el poema invitara a ver el cuerpo humano como un vaso sagrado, moldeado por un dios amante. Sin embargo, no solo está la imagen del cuerpo, también está escondido los deseos de la vida. Por eso este verso, “vestido de ánfora sedienta”, presenta una sensación de anhelo, como si el tiempo mismo fuera un líquido que nos llena y nos define.
“El ánfora” explora el cuerpo como un recipiente del tiempo y el deseo, moldeado por la creación y el amor. La voz poética reconociendo la fragilidad del cuerpo, pero también su belleza divina. Y que en ese pequeño espacio se albergan muchas cosas más, que representa el sentido de estar vivo. El poema crea imágenes impresionantes: arcilla modelada, pétalos en el pubis, relámpagos de gracia. Me imaginé un cuerpo como un cántaro lleno de música, girando en el milagro de la tierra, como un vaso que guarda el secreto de la existencia.
¿Qué poema te ha hecho sentir la esencia de la tierra o el amor como un vaso que guarda el tiempo? ¿Alguna vez un verso te ha recordado un instante que no quieres olvidar? Dejo los comentarios abiertos para que compartan sus experiencias y me acompañen en este reto.
¡Nos leemos el miércoles!