La existencia y el dolor bailan juntos, mientras tanto un derroche de vida corre arando el suelo donde penetra y hace germinar la esperanza.
La esperanza crece con tanta fuerza que se vuelve inalcanzable, solo se puede desear, por eso algunos deciden derribarla, aun sabiendo que al caer se aplastarán sus frutos.
Los jabalíes son los únicos que se aprovechan de la fruta rota, esos sí que crecen hasta el punto de alcanzarla.
No quiero ser un jabalí, prefiero ver cómo sigue creciendo la esperanza.