Relato: Bajo el farol

@vickaboleyn · 2025-11-05 16:02 · Literatos

Hive Banners 2025 (84).png Imagen editada con Canva. Fuente de la imagen: Pexels

Bajo el farol me encuentro parada, con los zapatos en mano. Las orillas de mi vestido de tul posiblemente estén sucias; lo lamenté por la señora Croft, la lavandera, quien con mucho esfuerzo ha lavado este vestido la semana anterior. Pero siendo honesta, dudo que alguien se fijara mucho en las orillas de un vestido arrastrado por los suelos llenos de polvo; no creo que alguien sea tan quisquilloso como para criticarme por una cosa nimia.

Pero en esta sociedad todo mundo te puede observar y criticar como si fueras ganado en medio de una subasta.

Miro para ambos lados de la calle. No sé qué horas son, ni cuanto tiempo llevo aquí parada, esperando a que algo pase. De hecho, no sé si mis padres se dieron cuenta de que me escabullí del baile; quizás me estén buscando con desesperación al no verme en ningún lado de la casa de los Oswald, una familia adinerada de la que pronto seré miembro gracias al matrimonio.

Matrimonio... El actor del honor, el deber y la obligación. Asfixia. Las alas cortadas. Una prisión dorada de la que no podré escapar sin causar escándalo alguno.

No es que tenga algo en contra del matrimonio; ha de ser hermosos casarse por amor, envejecer juntos, ver a los niños crecer. Sí, es hermoso pero no todas somos felices. No todas tenemos maridos que nos amen, que nos respeten, que sientan esa pasión que tanto se describen en las novelas.

Lo he visto con dos primas. Sus maridos tenían amantes a quienes regalaban joyas, vestidos y hasta casas. Ellas no pueden decir nada. "Es el precio a pagar por nuestra felicidad", me llegó a decir una de ellas una mañana. "Es el estado natural de una mujer siempre estar sujeta a la ley del marido", me dijo la otra esa misma mañana.

Mi corazón se encoge al pensar en sus palabras. Mis hermanas, la mayor y la menor, están próximas a casarse con hombres que juran y perjuran que las aman. Quisiera pensar que sus relaciones perdurarán con la honestidad como su estandarte; que ellos no buscarán amantes, que ellas sean esas amantes. Que exista esa chispa que tanto dicen los poetas.

Pero luego recuerdo a mis dos primas. Recuerdo las infidelidades de sus maridos. ¿Y si a ellas les sucede lo que a las primas?

Lanzo un suspiro mientras levanto la mirada hacia la bóveda nocturna.

No puedo hacer nada por cambiar la opinión de mis hermanas. Ellas serían capaces de decirme que soy una envidiosa porque amé con anterioridad a los dos hombres con los que se van a casar. A mi madre le molestaría mucho que diga que Andrew, el prometido de Anne, mi hermana mayor, no es conveniente para ella. A mi padre le enojaría que le arruinara la boda a Catherine, mi hermana menor.

Por ellas no puedo hacer nada, pero por mí sí puedo hacer algo. Es una decisión difícil; sabía que tendría qué despedirme de las comodidades del hogar, que tendría qué ensuciarme las manos para poder obtener el pan de la mesa, que me enfrentaría al ostracismo social al no ser reconocida por esas supuestas amistades que me rodean. Pero tengo que ser sincera: mi prometido no tiene nada en común conmigo más allá de los círculos sociales en los que nos desenvolvemos. Su familia no parece ser muy cálida; quizás no les caigo muy bien.

Accedí al compromiso por mera presión familiar, y quizás porque no quieren una hija solterona. El famoso "qué dirán".

Miro hacia atrás. Las calles estaban desiertas, tenuemente iluminadas. Creo que son las 9 o las 10 de la noche; es raro encontrar carruajes a esta hora. La casa de los Oswald creo que están a diez o quince calles de donde me encuentro, por Mayfair o Regent Street. ¿Debería continuar con esta travesía?, ¿debería regresar y enfrentarme al juicio de la gente, tachándome de ridícula y ser la comidilla de todo Londres?

Cerré los ojos por un momento. Respiré a profundidad, tratando de apagar todo nerviosismo. Al final, sentí que lo mejor era continuar caminando. Quizás aproveche explorar este lado de Londres, sabiendo que existen toda clase de peligros.

Empiezo a caminar hacia adelante, haciendo acopio de valor. No quiero regresar a casa. Quizás nunca regrese.

No lo lamento por mi familia. Ellos tienen a sus hijas favoritas. Ellos me orillaron a aceptar a alguien que nunca me amará, a otra familia que jamás verá en mí algo más que una persona con sentimientos.

Para mí, Ygraine Westfold, marcharme sería lo mejor. Sin escándalos, sin gritos, sin peleas. Solo con la certeza de que hay un mundo allá afuera más allá de las convenciones.

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