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Rechazando el chal, mi abuela me dijo que se encontraba mejor y me anunció que había dinero en camino.
Aquellas palabras no lograron disipar la ansiedad que sentía en ese preciso momento, pero ella me aseguró que sí, que llegaría dinero.
Cerré los ojos. Al abrirlos de nuevo, descubrí que me encontraba en mi hamaca. Tenía la lámpara encendida. El teléfono estaba encima del contenedor con el que solía transportar a los bazares todo el producto que vendía de mi pequeño negocio. Al agarrarlo, miré en la pantalla la hora. Eran las 4:50
Dirijo mi mirada hacia el techo. La sensación de preocupación y ansiedad estaban ahí aún, recordándome los incidentes previos. Intrigada, empecé a buscar qué significaba darle un chal de lana negro a una persona. Las interpretaciones son variadas… Pero al final sentí que debía quedarme con la idea de que fue un producto de mi propia ansiedad.
