Nota de la autora: El presente relato tiene lugar después del final del capítulo 25 de Una terrícola en Titán, el cual fue publicado hace unos días en este mismo espacio.
**Imagen editada con Canva. Fuente de la imagen: [Pexels](https://www.pexels.com/es-es/foto/fotografia-de-angulo-bajo-de-luna-llena-bajo-la-silueta-de-arboles-altos-1716158)**
La última vez que sucedió un incidente así, Ralna se vio obligada a disculparse y Ennio salió perturbada de su charla con ella. Por lo que Adelbarae le había contado, ella se las ingeniaba para acceder a cierto tipo de información considerada antes privilegiada.
"No puedes ir desafiando a la gente equivocada, Güzelay", dijo, en un intento de convencerla de que abandone su actitud. "Las consecuencias serán terribles para ti, y siendo franco, enojar a tu esposo es lo menos prudente que podrías hacer".
Güzelay rio por lo bajo. Mirándolo con una mezcla de ironía y certeza, la joven terrícola le dijo: "Lo sé, y no me importa".
Zorg se quedó callado. Güzelay se acercó a él. Cara a cara, la mujer añadió: "Sé de muy buena fuente que consideraron entregarme al burdel del conde de O a finales de este año. También sé que tú crees que la Gran Concubina me ordenó no darles hijos; te escuché decirlo en el pabellón de los jardines del este hace un par de meses".
La mirada de Zorg se oscureció. "¿Nos estuviste escuchando?"
"Pasaba por allá mientras buscaba un lugar en dónde sentarme a leer tranquilamente. Ecclesía nunca ha sido una mujer discreta. En cuanto al tema de la Gran Concubina, yo no voy a aclarar algo que a leguas se ve que era una mentira por parte de Ecclesía para desestabilizarla. ¿Quién sabe? Quizás busque asesinarla para hacerse con el control del harén".
"Ten cuidado con esas acusaciones, Güzelay. No tienes pruebas".
"Las hay. Están en sus acciones. Están en la clase de aliados que tiene. En la gente que tiene comiendo de su mano. En la forma en la que eliminó a sus potenciales rivales políticos. Que tú, uno de sus aliados, lo vea y opte por no hacer nada es otro asunto. Pero eso ya no es mi problema, así que puedes decirle a mi cobarde marido lo que quieras en lo que a mí respecta".
Apartándose de Zorg, la joven salió de la tienda a paso firme, sin molestarse en mirar atrás. El capitán de la guardia, frustrado, desvió la mirada.
"Esto no le va a gustar a Adelbarae", musitó mientras se marchaba hacia la tienda de campaña del general.
