Nota de la autora: El presente relato está basado en una playlist pronto a estrenarse en mi página de YouTube Notas Mitológicas.
 **Imagen editada con Canva. Fuente de la imagen: [Pexels](https://www.pexels.com/es-es/foto/texto-fondo-amarillo-tablero-de-la-carta-callate-karen-8913598)**
Era una calurosa tarde de verano en Atenas. La pareja, que vivía en un barrio tranquilo de la zona sur de la ciudad, había salido a pasear por el parque, ubicado en un barrio cercano. Los vecinos de la zona solían saludarlos, y los niños solían acercarse a acariciar de vez en cuando a Cerbero, quien amaba la atención.
Sin embargo, la tarde había quedado arruinada porque enseguida aquella señora de carácter insufrible y metiche se interpuso en su camino, señalando que era ilegal que un perro como Cerbero estuviera sin bozal y que podría asustar a los niños. Incluso llegó a insinuar que el animal era "maltratado" solo por el simple hecho de salir a "ser exhibido" en la calle.
Los dos escucharon pacientemente su perorata hasta que Perséfone, aprovechando el minuto de silencio que siguió, le preguntó con hastío: "¿Ya terminó con sus tonterías, señora? Entonces piérdase".
La señora se indignó y trató de decir otra cosa, pero Hades le cortó diciéndole: "Es evidente que usted no es de aquí, señora. Si yo fuera usted, no estaría metiendo las narices en las vidas ajenas. Así que cállese, dese la vuelta y lárguese, antes de que llamemos a la policía y la acusemos de agresión verbal y maltrato animal".
La mujer se puso roja de ira. "¡Se va a arrepentir de esto! ¡Ese animal debe estar sufriendo mucho al estar expuesto! ¡Podría asustar a los niños!"
"Su actitud asusta más que nuestro perro", dijo Perséfone, ya hastiada. "Ahora, quítese del camino y déjenos en paz".
El perro emitió un potente ladrido que asustó a la señora metiche. Para ese entonces, varias personas empezaron a algunos estaban grabando con sus teléfonos el momento y otros más le abucheaban. Hubo quieren le gritaban que no estaba en su país y que si no le gustaba cómo se manejaban las cosas, que se largara de Atenas y del país, si era posible.
Gruñendo, la Karen se marchó, mascullando insultos con toda la indignación del mundo. Hades y Perséfone, por su parte, continuaron con su paseo.
