Relato: Las consecuencias de la envidia

@vickaboleyn · 2025-08-28 18:16 · Literatos

Nota de la autora (29 de agosto): El personaje principal de este relato ha aparecido en un par de historias que publiqué el año pasado: Muerte en el Hotel Urban y Una asociación temible. Sin embargo, quiero puntualizar que en ambos relatos, así como en la historia Muerte en la Sarah Churchill, el personaje funge como maestra de preparatoria e investigadora privada. Este relato, podría decirse, podría formar parte del canon que tengo planeado para ella.

![d9673ad9c1b107ba4a54e1642afee0851a3d1d8d.png](https://64.media.tumblr.com/1362e2f0d9e334fff26ff2e4bad8ab52/da83c4608e8ca550-32/s540x810/d9673ad9c1b107ba4a54e1642afee0851a3d1d8d.png) **Imagen editada con Canva. Fuente de la imagen: [Pexels](https://www.pexels.com/es-es/foto/persona-mujer-oscuro-adiccion-7230918)**

En un cuarto de interrogatorio de la estación de policía, la inspectora Cassandra Vane miraba con seriedad a la joven adolescente que estaba sentada frente a ella. La sospechosa, de nombre Rose Hartmen, tenía unos 17 años y vestía con el uniforme de la escuela privada a donde asistía hasta el día anterior. La menor le sostenía la mirada con indiferencia, como si supiera la razón por la cual se encontraba ahí.

A Vane no le sorprendía que la muchacha tuviera esa actitud. Desde que encontraron el cadáver de la hermana menor de Rose, Lily, hace unas semanas, Rose había mostrado una actitud que a todas luces indicaba que ella sabía algo. ¿Acaso vio al asesino de su hermana?, ¿o *fue ella* quien mató a Lily?

"Vayamos directo al grano, Rose. Algo no nos has dicho... O quizás nos has mentido respecto a la muerte de tu hermana".

"Ya le dije todo lo que sabía, inspectora", replicó la muchacha con hastío.

"¿Estás segura? Porque a mí me parece que no".

"Lily estaba conmigo. Tengo testigos que pueden corroborar lo que digo", replicó Rose, dejando escapar un tono de arrogancia que Vane no dejó pasar por alto.

Cruzándose de brazos, Vane asintió levemente la cabeza y dijo con condescendencia: "Tienes razón. Tienes testigos que pueden corroborar tu coartada..."

Acercándose a Rose desde su asiento, añadió: "Excepto que Lily no estaba contigo ese día en la casa de tu amiga Rachel, sino que la llevaste a casa de Oscar, el intendente de la escuela".

La máscara de indiferencia se quebró. Rose palideció. Con un tono gélido y tranquilo, Vane añadió: "Sabías que Oscar era un pedófilo, Rose. Lo sabías y por eso llevaste a tu hermana pequeña allá".

"¡Mentira! ¡Jamás pondría en peligro a mi hermana!", exclamó Rose.

"La querías, pero verle sufrir, Rose. Eres la hermana del medio, ¿no es así? La olvidada por la familia, la que no tiene la atención ni de papá ni de mamá; la que mendiga por un poco de amor y cariño que tanto le prodigan a Emma y a Lily. Emma, por supuesto, está en la universidad; no está en casa. Pero Lily... Diez años y la estrella de la familia".

La mirada de Rose empezó a deformarse. Muchas emociones reprimidas empezaron a emerger conforme Vane le describía cómo Lily le robaba todo lo que ella anhelaba, cómo sus padres siempre priorizaban a su hermana por encima de ella en todos los aspectos. La soledad, la rabia, la tristeza, el dolor de sentirse como una extraña en su propia familia.

Poco a poco, Rose sentía que algo se rompía en su interior. Una mezcla de rabia y culpabilidad. ¿Por qué, cuando por fin la atención estaba en ella, tenían que hablar de esa niña?

"¡Basta! ¡Basta!", gritó, llevándose las manos a la cabeza. "¡No quiero oír más! ¡No quiero que se vuelva a mencionar el nombre de esa maldita perra!"

"¿Maldita perra? ¿Así te refieres a tu hermana? Debes haberla odiado demasiado como para llamarla así", replicó Vane con sarcasmo.

De repente Rose intentó abalanzarse encima de Vane, pero ésta logró tomarla de ambas muñecas. La puerta de la sala de interrogatorio se abrió de forma abrupta; dos hombres entraron para contener a Rose.

"¡Ella me robó todo! ¡El amor de mis padres! ¡El afecto de mi familia! ¡Todo!", gritó, llorando. "¡Merecía morir! ¡Era una ladrona!"

"No, Rose. Tu hermana no merecía morir, mucho menos merecía tu odio", replicó Vane. Acercándose a ella, añadió: " Y déjame decirte algo, de hija mediana a hija mediana, porque todo lo que te dije lo viví en carne propia. No necesitas la aprobación de nadie más que de ti misma; no necesitas romperte la cabeza envidiando a tus hermanas. No mataste a tu hermana, pero le facilitaste a su asesino el camino para hacerlo. ¡Un pedófilo, de toda la jodida gente!"

Vane se quedó a solas mientras se llevaban a Rose esposada, llorando al ver que las consecuencias de su complicidad en el delito la alcanzaron.

Durante su caminata hacia el escritorio, Vane empezó a reflexionar sobre ese caso en particular. Admitió que la compasión no era un sentimiento que Rose le inspirara, a pesar de ser una víctima de su propia envidia, el motor principal de cada acción que pudiera darle al menos un momento de atención parental. No cuando había hecho sufrir a una niña que no se tenía la culpa de los errores de sus padres.

A su mente llegaron recuerdos de su propia niñez y adolescencia.

Sí, llegó a sentir envidia por Iliane y George, sus hermanos, la mayor y el menor. Sí, quizás ansiaba mucho la atención parental durante parte de su niñez y adolescencia. Sin embargo, nunca se le pasaría por su cabeza hacerlos sufrir. No valía la pena ni siquiera mantener una rivalidad que podría ser cansina con el paso de los años, como era el caso de su madre Evie y su tía Anne.

Quizás fue esa realización que tuvo en su adolescencia durante un período oscuro de su vida en particular lo que la impulsó a centrar sus esfuerzos en sí misma, a tener amor propio, a sanar. Todo eso le permitió guardar una distancia respetuosa entre ella y su familia sin envidia, sin odio, sin rencor, y sin la necesidad de reclamar los favoritismos.

Porque ella misma ha visto en numerosas ocasiones durante los diez años que llevaba en el cuerpo de policía que la envidia era un motor nefasto, un sentimiento monstruoso que llevaba a la gente a cometer actos innombrables e injustificables cuyas consecuencias son tan trágicas como la vida misma.

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