Nota de la autora: Este relato está inspirado en el robo reciente acontecido en el Museo Louvre de París. Simplemente la sencillez por la cual se ejecutó todo me pareció sorprendente, digno de película.
 **Imagen editada con Canva. Fuente de la imagen: [Pexels](https://www.pexels.com/es-es/foto/una-bailarina-de-ballet-de-puntillas-8935214)**
"Te dije que deberíamos llegar a las siete para ocupar los primeros lugares, Pancho", comentó Ramiro mientras los dos se adentraban en la fila.
"Pero Ramiro, ¿no crees que sería mejor ir a una cafetería? El té no es tan caro".
"Para ti no, pero para mí es un robo, Pancho. ¡Cincuenta pesos por una taza de té negro! ¿Cuándo se ha visto eso?"
"Bueno, igual podrías comprar una caja para preparar en casa. Hay de distintos precios y tamaños".
"Pero no es lo mismo el té comercial que el té artesanal, Pancho. En lo artesanal se observa el cuidado, el amor, el cariño, la paciencia... ¡Mira, ya abrieron!"
La fila empezó a avanzar. Uno de los tantos guardias del museo vigilaba que todo estuviera en orden mientras los guías del museo se dividían entre sí a los grupos de turistas extranjeros que habían contratado sus servicios. Pancho y Ramiro caminaron por los pasillos, admirando la historia del té. Cuando pasaron por la tienda de souvenirs del museo, los dos se pararon en un punto ciego, lejos de la vista de las cámaras de seguridad. De inmediato se sacaron de sus pantalones unas llaves inglesas, una pistola de juguete y dos bolsas de supermercado, luego se pusieron unos pasamontañas para cubrir sus rostros, y de último se quitaron sus camisetas y sus pantalones, revelando que llevaban puesto unos tutús de la sobrina de Pancho.
Sin perder el tiempo, corrieron hacia la tienda de recuerdos del museo. La empleada, una señora de 50 años, pegó el grito mientras Pancho apuntaba con el arma y Ramiro rompía las puertas de cristal de los anaqueles, agarrándose todos los paquetes de té negro se agarraba todos los paquetes de té negro para guardarlos en la bolsa de supermercado.
Un guardia llegó corriendo, pero Pancho le disparó un chorrito de agua en la cara y le dio una patada en la zona de la entrepierna que dejó al pobre hombre fuera de combate. Los dos amigos se fueron corriendo por los pasillos, en dirección a los jardines; la alarma sonaba de forma estruendosa mientras los visitantes eran evacuados, preguntándose qué estaba pasando.
Al llegar a los jardines, Pancho y Ramiro empezaron a escalar la pared que daba a la calle. Por poco los atrapaban, si no fuera porque Pancho empezaba a arrancar naranjas de un árbol cercano para lanzarlas a los uniformados. Uno de ellos le arrancó el tutú mientras Ramiro lo jalaba hacia él.
Los dos lograron huir, uno con el tutú todo maltrecho, y el otro en calzoncillos de dinosaurios y zanahorias. Al mismo tiempo que ambos se montaban en la motoneta para marcharse, pasaron junto a ellos varios carros de la policía.

Durante una semana entera se habló de la situación. La policía optó por dejar que las cosas se enfríen, porque no pensaban en gastar tanto recursos solo para atrapar a dos tipos "armados" con llave inglesa y pistola de agua. El museo adquirió nuevo cargamento de té. La encargada de la tienda decidió tomarse unos días de vacaciones y los guardias de seguridad... Bueno, ellos decidieron referirse al asunto como una anécdota.
¿Y los Ladrones del Tutú? Pues fueron a la casa de un amigo a cambiarse para irse al trabajo y fingir que nada pasó. Por supuesto, Pancho fue a comprarle a su sobrina un tutú de repuesto, evitando así la furia de su hermana.
