Phineas Chadwick, médico reputado, había terminado de costurar el cuerpo de una joven mujer que fue encontrada muerta en las cercanías de Whitechapel, uno de los barrios más violentos de Londres. Mientras redactaba su informe sobre lo que encontró en el cadáver, su mente empezó a divagar.
El mes de julio de ese mismo año había conocido a una prostituta peculiar de escasa belleza, con una perspectiva del mundo que encontraba demasiado realista incluso para alguien como él, un hombre nacido de buena familia. Aunado a ello, Noelle Castellanos demostró tener un sentido de deducción que la convertía en una investigadora mucho más eficiente que cualquier inspector de la Policía Metropolitana, dejando a la institución como un montón de incompetentes sin iniciativa.
Recordó bien ese caso. Marlene Dowager, joven protegida de Madame Joan Sinclair, había sido encontrada muerta en un terreno baldío cerca de Spitafields. Dado que se trataba de una de las mejores empleadas de un burdel muy conocido entre los caballeros burgueses, el caso fue tratado con cierta discreción para evitar escándalos y dañar reputaciones.
Marlene tenía por costumbre auxiliar a aquellas colegas de profesión que se encontraban en situación de calle, enviándoles víveres para que pudieran aguantar al menos unos tres días en lo que buscaban un nuevo trabajo en el rubro. En ocasiones, solía convencer a algunos de sus clientes para que las aceptaran como empleadas domésticas. Noelle fue una de esas mujeres a las que Marlene ayudó, y era quien reunía toda clase de información respecto a sus clientes: quiénes eran crueles, quiénes buscaban trabajadores, quiénes eran empresarios y quiénes eran de la aristocracia.
Que cómo lograba reunir esa información era lo que sorprendía a Chadwick: bastaba con un buen disfraz, sobornar con encantos a quienes estuvieran estorbando el camino y espiar por unos días para recabar la información, entregándola por escrito a Marlene.
Madame Sinclair también la contrataba para ese tipo de trabajos, pagándole con dinero, comida y techo, y las demás mujeres del burdel solían pedirle consejos sobre toda clase de asuntos.
Cuando se produjo la muerte de Marlene, Noelle no dudó en investigar la muerte, rastreando todo lo relacionado con el criminal. Una investigación bastante turbia pero fructífera: el asesino era James G. Crow, ex cliente de Marlene e hijo de un acaudalado comerciante de telas norteamericano cuya propuesta de matrimonio fue rechazado por Marlene en favor de su afecto por Edward Brauller, un modesto abogado de la zona.
Presa de los celos y desacostumbrado a recibir un "no" por respuesta, Crow violó y asesinó a Marlene en una casa abandonada una noche.
El padre de Crow evitó que su hijo enfrentara la sentencia con solo pagarle a Sinclair una generosa cantidad, pero con la advertencia seria por parte de Noelle de que nunca pisara Londres de nuevo... A menos que quisieran que se filtrara a la prensa sus vínculos con los mormones.
Los Crow cumplieron su palabra: Nunca se les volvió a ver.
"Doctor Chadwick", escuchó que lo llamara una voz suave.
Volviéndose hacia donde se encontraba su interlocutor, se sobresaltó. "¡¿Señorita Castellanos?! ¿Qué hace aquí?"
Noelle Castellanos, ataviada con su vestido castaño y su chal gris, miró con curiosidad los alrededores de la morgue y dijo: "Me acaban de dejar libre luego de protagonizar un pequeño zafarrancho en un pub. Un idiota intentó sobrepasarse con una niña. Y bueno, me escabullí para encontrar la morgue".
"La volverán a meter a la cárcel si la descubren por aquí".
"Los policías ya me conocen. He entrado más veces de lo que puedo contar. ¿Es ella Angeline Courier?"
Chadwick sintió que la lengua se le trababa. Noelle añadió: "Su rostro está en el periódico. Hija de una familia de clase media; su madre la pretendía presentar ante la sociedad este mes, aunque según algunos de sus sirvientes dicen, ella veía a un tipo de los barrios bajos".
"Usted no deja de sorprenderme. ¿No piensa compartir esa información con el inspector Wellington?"
"Quizás, si él estuviera dispuesto a escuchar. Nos vemos luego, doctor".
Chadwick la miró irse, callado, con la hoja y el papel en mano... Y sin decidir si aquella mujer era un espécimen fascinante de la raza humana o una persona que entraña más peligro de lo que pudiera imaginarse.