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Muchas lo reconocían al instante... Y trataban de mantenerse fuera de su vista por temor a las consecuencias que podría acarrear ser la amante de una sola noche de Zeus Gioskrónou, uno de los empresarios de bienes raíces más ricos y polémicos de toda Grecia. Y no era para menos: La lista de mujeres e hijos ilegítimos era demasiado larga para enumerar, así como las demandas legales por pensión alimenticia y alguna que otra muerte ordenada por Hera Miaskóri, su celosa esposa.
De repente, una chica se le acercó, coqueta. Sus amigas la miraban con preocupación, e incluso una de ellas intentaba detenerla para evitar cualquier tragedia posible. Pero la chica la ignoró; se encontraba muy fascinada con el atractivo de Zeus, como si fuera un dios encarnado en la Tierra.
Pronto los dos se hundieron en una vorágine de danza frenética, alcohol y pasión desenfrenada. Las caricias y los besos no faltaron; la muchacha se sintió abrumada por la sensación de deseo y poder.
Ya iban los dos a marcharse de la discoteca cuando la nueva amante de Zeus sintió un tirón del cabello acompañado de una bofetada que la derribó al suelo.
La música se detuvo. El gentío se echó para atrás. Zeus palideció de inmediato. "¡He-Hera, cariño! ¡Qué sorpresa!", exclamó con súbito miedo al ver a su esposa de pie frente a él, mirándolo con una furia monumental.
"¿Cariño? ¿Me llamas cariño mientras te largas a revolcarte con esa puta?", le preguntó Hera con un tono de voz que contenía más veneno que dulzura.
"Hera, puedo explicarlo..."
"No. No necesito que me expliques nada. Sé lo que vi, y hasta lo grabé en las cámaras de seguridad, puesto que acabo de comprar esta discoteca".
Zeus tragó en seco. Hera añadió: "Mañana iré con mi abogado a tramitar el divorcio. Y más te valga que prepares tu bolsillo para pagarme una compensación por estar poniéndome los cuernos en los 17 años que llevamos hasta ahora de casados, porque te voy a dejar SIN NADA, desgraciado, puerco, ¡imbécil!"
Dicho eso, Hera se retiró, con Zeus suplicándole una nueva oportunidad.
Contemplando la situación desde la sala VIP, Hades lanzó un suspiro. Negando con la cabeza, musitó: "Este cabrón... Le dije que se moderara. En fin, no es mi problema. Me iré a casa".
