Para empezar no sería Michael sino Maikel…y nada del Rey del Pop, el Rey de la Rumba habría sido. Centro Habana, a una cuadra del callejón de Hamel, lugar popular porque en él se rinde tributo a la cultura afrocubana, en el interior de un solar una madre de ochos hijos (cinco niños y tres niñas) los despierta en la mañana temprano para que salgan a la escuela.
Maikel, uno de los más pequeños del matrimonio Katherine y Joe, era un alma inquieta, curiosa y de buen corazón. Amaba jugar en la calle con todos los niños del barrio, al regresar de la escuela se quitaba su uniforme y salía a mataperrear. Su lugar favorito: El Callejón de Hamel, esperaba ansioso domingo tras domingo, para disfrutar de la música, el baile y el canto. Así creció entre colores, religión, humo de tabaco y ron. Era el primero en llegar y el último en irse. Conocía y saludaba a todos “¿Que bolá, Asere?” y comenzaba la fiesta, tenia oído para la música y destreza para el baile, era el Elegguá del callejón, así le llamaban, ningún niño cantaba y bailaba mejor que él. Todos, cubanos y extranjeros, disfrutaban de su gracia en el escenario, tocaba las tumbadoras, las congas, los bongoes, el cajón y los tambores batá, un pueblo entero bailaba con él hasta que en medio de aquella algarabía aparecía aquella mujer regordeta que gritaba a viva voz “ ¡MAIKEL! ... ¡A COMERRR!” Lo agarraba fuertemente del brazo y a rastras lo lleva de regreso al solar. Así terminaba su actuación de domingo nuestro Maikel Jackson, con una madre llevando a su hijo mientras toda una multitud se deshacía en aplausos.
Ya Maikel cursaba el tercer grado cuando aparece en la puerta del solar preguntando por él Roberto, un destacado percusionista que había tocado con las agrupaciones rumberas más destacadas de su época, asegurando a sus padres que el niño tenía talento para las artes, que podría entrar a la escuela de música a estudiar percusión. La madre un poco incrédula se negó y aseguró que Maykel Jackson sería médico. Roberto sacudió la cabeza y sonrió mirando con el rabillo del ojo al niño que escuchaba escondido tras la cortina que servía de división entre la sala y lo que llamaban cuarto.
Ese fue el primer encuentro entre el maestro y su alumno, Maikel dejó de mataperrear y convirtió la casa de Roberto en su nueva escuela de barrio. A su lado conoció los jardines de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos), El Palacio de la Rumba, el Festival del Tambor. Crecía el niño y crecía el reconocimiento a su talento musical y danzario. La Televisión y la radio se hicieron eco de su fama que trascendió fronteras y que contribuyó a colocar a la Rumba Cubana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Maikel Jackson músico, cantante, compositor, productor y bailarín cubano admirado por tantos en el mundo no dejó un domingo de asistir al Callejón de Hamel donde es considerado hoy “El Rey de la Rumba”
El texto es de mi creación / Las imágenes tomadas de pixabay
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