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***Querido diario***, no dejo de preguntarme, ¿Cómo fue que sucedió? ¿Cómo mis manos se llenaron de sangre?
Realmente no puedo decirlo, todo ha sucedido tan rápido, no puedo recordar con claridad cómo he llegado aquí… Aunque sí sé algo, me encuentro completamente aterrada, ¿cómo pudo pasarme esto? Una joven con un futuro prometedor, ¡yo quería ese futuro prometedor! Mi anhelo por reconocimiento latía en mi pecho con tanta fuerza que era difícil de ocultar, por esa razón luche, luché hasta el final, y honestamente no me arrepiento de nada…

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***Lunes, 14 de Marzo.***
El lunes por la mañana me preparé para ir a la facultad de marketing digital de la universidad, como cada día. Al llegar, iba concentrada en las preguntas para mi taller de contenido digital, tan perdida repasando mis respuestas que no lo vi venir, a él. Brian Reyes, mi bully preferido...
Me doy cuenta de su cercanía en cuanto estoy en el suelo. Como de costumbre, me ha empujado, tirándome al piso. Mi cara rebota contra el filo de uno de los casilleros ubicados estratégicamente por todo el pasillo, provocando una herida en mi labio inferior, puedo sentir la sangre derramándose dentro de mi boca, manchando mi legua y dientes.
—Lo siento, ballena —se burla él, con una asquerosa risa que me revuelve las entrañas—, no te vi allí, supongo que la carne de ballena es invisible.
Su usual grupo de machitos alfas se carcajean de su comentario, mientras chocan puños, él se voltea para verme y yo le dedico una mirada cargada de odio. Él solo se encoge de hombros en señal de que realmente no le importa una mierda lo que piense de su comportamiento.
Por un momento me planteo la idea de quedarme tirada en el piso. Después de todo, por dentro siempre tengo esta sensación de derrota, no importa cuánto me esfuerce, Brian siempre encuentra una forma de aplastar mi espíritu, de hacerme sentir inútil, estúpida, sin valor, no importante.
Y todo por mi peso, siempre ha sido mi peso. En ocasiones pienso que haber nacido rellenita, me ha estropeado la vida. En especial cuando me encuentro con seres desagradables como Brian, quien obviamente disfruta con hacerme sufrir. La mayor parte del tiempo no me siento humana, quisiera apagar el dolor, pero no puedo hacerlo
Aprieto mis manos en puños, clavando las uñas en mi carne, tan fuerte que me lastimo, las marcas curvas jamás desaparecerán de mis palmas. Lo hago para no ponerme a llorar, controlar todo el padecimiento que experimento a diario.

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—Amiga, ¿estás bien? —pregunta Jena, una de las únicas dos amigas que tengo en toda la universidad. Mientras me ayuda a recoger el contenido de mi bolso, que hay quedado esparcido en el suelo.
—Sí, no es nada que no pueda soportar.
—No sé cómo lo haces —se queja Alana, uniéndose a nosotras. Ambas me ayudan a ponerme de pie, luego de recoger mis cosas—, yo que tú, ya habría asesinado al bastardo.
—No vale la pena —respondo encogiéndome de hombros.
—¡Dios, te sangra toda la boca! —exclama Jena, poniéndose pálida como una hoja de papel.
—Toma —Alana me presta un pequeño pañuelo, yo lo tomo gustosa, tratando de contener el sangrado—, de verdad, Ger, deberías denunciarlo en la oficina del director.
—No, no puedo — niego con nerviosismo, mientras trago saliva—. ¿Te recuerdo que lo intenté? Lo único que me gané fue que Brian y su grupito de acosadores me golpearan las costillas y me dejaran tirada en medio del campo de futbol.
—Ger tiene razón —responde Jena—, Brian es el hijo del gobernador, nadie nunca lo toca por aquí, ni siquiera los profesores tienen el valor de reprenderlo cuando hace una de las suyas. Es una batalla que no puede ser ganada.
—¡Entonces deberíamos estar haciéndolo pedacitos! —grita Alana, emocionándose con el tema, obviamente le molesta verme sufrir—. Por alguna razón siempre estamos viendo documentales criminales, ya sabemos lo que debemos de hacer. Tener una coartada, asegurarnos de borrar toda evidencia, como las manchas de sangre, deshacernos de los dientes, por el registro dental. Además de quemar el cuerpo, siempre en la mejor forma de eliminar cualquier tipo de videncia —ella enumera la lista de cosas con sus dedos.
—¡Por los cielos! —exclama Jena, riéndose audiblemente de las derivaciones de Alana—. Lo has pensado muy bien, ¿no es cierto?
—Bueno —ella se encoge de hombros— he estado tomando notas, nunca puedes estar segura de que no necesitarás recordar todo eso.
—Claro, formemos un escuadrón asesino, arruinando nuestras vidas, así nos desharemos de mi bravucón —respondo con sorna.
—Algo es mejor que nada —se ríe Alana.

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El timbre de comienzo de clases nos alerta que estamos llegando tarde a nuestros respectivos salones, las tres corremos en direcciones diferentes, para evitar multas por estar en el pasillo. Finalmente, llego al aula del señor Roberts, en donde me siento rezagada para no llamar la atención a mi obvio retraso.
—Morales, no creas que no te vi —dice en mi dirección, yo maldigo en voz baja.
—Lo siento, señor.
—No vuelvas a llegar tarde o tu siguiente calificación tendrá un punto menos.
Me contengo de rodar los ojos, y solo asiento completamente frustrada.
—Bueno, clase, esta semana tendremos un trabajo en parejas — se escucha una decepción colectiva por todo el lugar—. Ya lo sé, yo también odio los trabajos en equipo, pero deben de realizarlos para que aprender a integrarse a un ambiente laboral, además de a la sociedad en la que viven.
Espero que me coloque con María Carmela, ella es la segunda de la clase, luego de mí por supuesto. Me vendría bien alguien que realmente se interese por su calificación.
—Sus nombres están apuntados en diferentes papelitos en este bote —él lleva un envase de plástico en sus manos, lo sacude con fuerza para revolver el contenido—, iré pasando por los asientos del lado derecho del salón, para que sepamos quienes serán sus parejas.
Él comienza a hacer exactamente lo que dijo, y de inmediato lamento el hecho de que no trabajaré con María, porque fue la primera en escoger y mi nombre no fue el elegido. Cuando el profesor Roberts se ubica al lado de Brian, mi corazón palpita de prisa, no puedo quedar con él, sería demasiado cruel.
—¡Vaya! ¡Vaya! Me toco la ballena —dice él en voz alta mientras se ríe de mi nombre—, ni siquiera sabía que te llamabas Gertrudis, supuse que tu verdadero nombre sería elefante.
—Cállese la boca, Reyes —lo reprende el profesor, y es ahí cuando reacciono a la realidad de la situación.
—Profesor Roberts, no puedo estar con Brian, por favor, haré lo que sea, pero no me deje con él.
—Lo siento, Morales, no hay cambios.
Estoy a punto de echarme a llorar, pero prefiero ponerme de pie de mi asiento y correr hasta el profesor, el cual se sorprende de mi arranque.
—Por favor, se lo ruego —incluso junto a mis manos en señal de una plegaria— todo el mundo sabe que Brian es mi acosador, mire —señalo a mi reciente corte— esto me lo hizo él por la mañana, me lanzó contra los casilleros, ¿cree que está bien colocarme como su compañera de equipo?
Veo que la fiera decisión del hombre se comienza debilitar, observa mi labio, el cual ha dejado de sangrar, pero se encuentra adolorido e hinchado.

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—Yo no veo nada — interrumpe Brian—, estás inventando todo, Morales. No tengo nada en tu contra, eres una muy buena compañera de clases.
Su tono de voz es tan convincente, pero al mismo tiempo sarcástico. Vuelvo a apretar mis puños, esta vez para contener las ganas de estrangularlo en medio de la habitación. La propuesta de asesinato de Alana comienza a escucharse atractiva.
—¿Profesor? —preguntamos los dos al mismo tiempo
—Estoy seguro de que usted tampoco puede ver nada —dice mi perpetrador—, no me haga llamar a mi padre —su tono es amenazador, incluso yo me pongo nerviosa.
Eso es todo, he perdido, porque mientras el poder resida en imbéciles como Brian y su padre, los más débiles estamos jodidos.
—Lo siento, señorita Morales, su pareja será el señor Reyes —responde el profesor Roberts, dejándome incrédula. Silenciada.

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Brian me observa con una sonrisa triunfante en sus labios, para luego lanzarme un beso acompañado de un guiño burlón.
Eso es todo para mí, no aguanto seguir en su presencia por más tiempo, por lo que me dirijo a mi mesa, tomo mi bolso y me largo de allí, mientras combato con las ganas de sollozar.
Corro hasta encontrarme en la parada del autobús, no puedo seguir viéndole la cara irónica a Brian. Estoy tan cansada de sus asedios, de sus maltratos, al principio pensé que podía soportarlo, hacer piel gruesa, seguir con mi vida. Pero con cada día que pasa el acoso se vuelve más personal, más hiriente, más violento.
Puedo ponerme en los zapatos de tantas mujeres reprimidas, porque es así como me siento, me han silenciado, sin importar cuanto grite nadie parece escucharme. Porque la gente me ha dado la espalda, por temor a que el poder los aplaste y en lugar de salvarme terminen igual que yo, maltratada por mi acosador…

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***Martes 15 de Marzo***
Brian está aquí, en mi casa, en mi espacio personal, no me gusta para nada. Luego de desahogarme un poco, comprendí que necesitaba terminar con esta tortura, hacer mi tarea con el imbécil y luego seguir adelante, como siempre…
Estamos frente a frente en la mesa de mi comedor, ambos realizando partes del trabajo en su respectiva portátil. Percibo las miradas furtivas que me lanza, además de sentirlas, en ocasiones he levantado mis ojos, chocando mi vista con la suya.
—Oye —llama él—, ¿tienes algo de tomar por aquí? Una soda no me caería nada mal.
—Tengo jugo —respondo de manera cortante.
—Te aceptaría un vaso, muñeca.
Lo que sea para que se calle la boca, me pongo de pie, camino a la cocina y comienzo mi tarea. Yo tengo algo de hambre por lo que también busco un plato para colocar unas galletas.
Escucho como la silla de Brian se mueve hacia atrás, imagino que va a descansar un rato, después de todo llevamos casi dos horas con esta tarea sin reposo alguno.
Sin embargo, me he equivocado, lo siguiente que sucede es que las manos morenas de Brian me rodean la cintura, mientras su cuerpo se afinca de mi espalda.
—¡Oye! ¿Qué estás haciendo? —pregunto, molesta por su descarado acercamiento— ¡Suéltame! —me muevo furiosa dentro de sus brazos, pero nada sucede, él sigue toqueteándome inapropiadamente.
—Vamos, Ger, déjame tenerte — su respiración me hace cosquillas en el cuello, mientras sus palabras son susurradas en mi oreja, creo que intenta ser sensual, pero, en cambio, es repulsivo.
—Te dije ¡que me sueltes! —lo empujo hacia atrás con todas mis fuerzas.
Logro quitármelo de encima, incluso me volteo para enfrentarlo, esto parece ser divertido para él, porque su usual tono de burla sigue pintado en su rostro.

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—Oh, ballena —suspira y se ríe con descaro—, siempre supe que serias picosita pero no tanto como ahora.
Da un paso en mi dirección y yo me las arreglo para escabullirme.
—Ni se te ocurra acercarte —le advierto—. No sé qué clase de juego estás jugando, pero no voy a permitir que me lastimes.
Al menos no más de lo que ya lo ha hecho.
—¡Vamos, ballena! ¿Qué no es obvio? —él se ríe, negando de un lado a otro con la cabeza, mientras una de sus manos aprieta el puente de su nariz— He trato de callar el deseo que tengo por ti, me digo a diario que es imposible que quiera a una mujer como tú —se ríe profundamente, causándome un verdadero terror—. Pero es inevitable, mi cuerpo te desea, y voy a tenerte.
Su mirada de psicópata me hace temblar, doy un paso más hacia atrás, pero mi endemoniada cocina es tan pequeña como una caja de fósforos, por lo que pronto tendré la pared a mis espaldas.
Necesito idear un plan para salir de aquí, de inmediato. Soy una presa acorralada por su predador, pero no me daré por vencida tan rápido, voy a luchar, aunque sea lo último que haga.
Con un rápido movimiento me escabullo dentro de mi lavandero, el cual se encuentra a un lado de mi cocina. Me subo sobre la lavadora para agarrar impulso, y en cuanto Brian entra en mi campo de visión, yo me sostengo de los bordes de la máquina y lo empujo con mis pies, él es despedido hacia atrás, golpeando con la nevera. He logrado tirarlo al piso, por lo que me apresuro para salir corriendo.

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Paso por encima de él, viendo la puerta hacia mi libertad, pero no llego demasiado lejos, Brian me toma por el tobillo y me hace caer a su lado, mi cabeza rebota contra la cerámica de mi cocina, causándome un embotamiento mental.
Cuando vuelvo en sí misma, él está sobre mí, sujetando mis manos sobre mi cabeza.
—Tú, no vas a ninguna parte, muñeca.
—¡Ya suéltame! —le grito fuera de control.
—No, hoy finalmente te comeré viva.
Él se sienta sobre mis caderas, clavándome al piso, lo veo desabrocharse los pantalanes, mis ojos se abren de par en par, estoy presa del miedo creciendo en mi interior. De repente me acuerdo de una clase que tuvimos el mes pasado, en donde tuvimos que realizar una campaña contra la violencia a la mujer, el número de femicidios me dejó completamente alucinada. Recordar esto me da fuerzas y tomo una decisión, no seré otro número más.
Con una de mis manos logro encestarle un puñetazo a Brian. Él mueve su cabeza de un lado a otro, por haber quedado confundido con mi arranque. Mi rodilla se dirige con rapidez hacia su entrepierna, sacándole un alarido de dolor. Lo empujo hacia un lado liberándome nuevamente de él.
Me pongo de pie y un destello llama mi atención… El filo de uno de mis cuchillos, para este punto mi corazón palpita con fuerza, las manos me sudan, y el instinto ha sobrepasado mi pensamiento racional. Alargo mi mano y me hago con el utensilio de cocina.

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Al voltearme me doy cuenta de que los papeles se han invertido, él me observa con asombro y algo de miedo, mientras levanta las manos. Una creciente ira burbujea en mi pecho al observar al hombre que durante años ha hecho mi vida miserable.
—¿Sabes cuantas veces me has hecho sentir como basura? —le interrogo, apuntándolo con la hoja— ¿Como menos que basura? ¿Siquiera tienes idea de cuantas cicatrices tengo por tu culpa?
—Gertrudis, lo siento, de verdad —responde tragando grueso.
—No, no lo sientes — me rio con amargura—, estás mintiendo porque ahora yo tengo el control, porque finalmente te sientes amenazado por mí.
Cometo el error el volver a reírme, colocando mi mano armada sobre mi frente, mis ojos se desvían de él por unos segundos, lo cual Brian toma como ventaja y se abalanza sobre mí. Sin embargo, yo me defiendo, y el cuchillo termina en el estómago de mi acosador. Lo veo abrir los ojos, sorprendido, mientras tose algo de sangre que termina sobre mi rostro.
Como si de un tronco se tratara se cae hacia atrás, cayendo por tercera vez al suelo.
—Zorra, voy a destruir tu vida —dice con dificultad.
—¿Zorra? —susurro.
Estoy segura de que alguna clase de demonio se apoderó de mi ser, porque lo siguiente que recuerdo, es arrancar el cuchillo de su estómago, colocarme sobre él, y apuñalarlo repetidas veces sin compasión alguna.
—¿Sabes. Cuantos. Apodos. Me. Has. puesto? —un golpe por cada pausa— ¿Cuánto. daño. Me. has. hecho? —no puedo controlar mi ira, estoy tan fuera de mí, que no tengo ni idea de cómo regresar.
Honestamente, no sé cuántas veces dejé caer el filo sobre su cuerpo, pero cuando finalmente me detengo, Brian ya dejado de moverse y de respirar, el fantasma de su último horror está dibujado en sus ojos, mientras todo su cuerpo está cubierto de sangre. Me rio como una desquiciada, porque me siento feliz de ser lo último que vio, el bastardo se fue de este mundo sabiendo que obtuve mi venganza.

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Entonces caigo en cuenta de lo que he hecho, suelto el arma, la cual hace un sonido de trueno sobre la cerámica.
Me arrastro fuera del cuerpo, dando patadas hacia atrás, respiro pesadamente mientras me pregunto ¿Qué he hecho? Mis manos están llenas de sangre, ¿Por qué hay sangre en mis manos? ¿Cómo sucedió todo esto?
Me pongo de pie con rapidez, abro el grifo de mi lavavajillas, me restriego las manos con jabón, para luego quitarme toda la sangre, todo el cuerpo me tiembla, mi corazón bombea irregularmente y comienzo a sollozar.
He matado a mi bully, no puedo creerlo, debo de estar enferma porque el conocimiento de esto me hace sentir… segura, más segura que nunca en la vida.
Sigo restregándome, pero es inútil, la sangre no se va, y está en todas partes, en mi cabello, en mi cara, en mis brazos, en mi ropa, todo es rojo, rojo, rojo.
Salgo de cocina directo al baño, vomitando todo el contenido de mi estómago.

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El estar lejos del cuerpo me hace entrar en calma. Mi cerebro finalmente comienza a pensar.
Nadie va a creer que fue en defensa personal, lo catalogarían como un crimen pasional, yo quedaría como una asesina y eso destruiría a mi familia. Necesito sacar a Brian y rápido. Me pongo de pie y salgo fuera.
Veo el desastre, lo primero que tengo que hacer es mantener a Brian con vida, busco su teléfono en los bolsillos de su pantalón, gracias a los cielos se desbloquea con reconocimiento de rostro. Me asqueo un poco en cuando muevo su cara para que el teléfono la capte.
De inmediato me meto en sus últimas conversaciones de WhatsApp, por suerte hay un grupo en el cual están todos sus amigos, los cuales son igu