Much of what can now be considered, objectively speaking, as a surprising and fundamental body of Romanesque architecture in Aragon is located, without a doubt, in a picturesque region bordering Navarre, a community with which, apart from a notable influx of pilgrims, it also shared, in the past, the influx of itinerant brotherhoods of stonemasons, whose knowledge was profitably shared between the two lands: the Five Villages.
Leaving behind essential places to visit, such as Sos del Rey Católico, Uncastillo, Sádaba or the archaeological site of Bañales and approaching the stately town of Ejea de los Caballeros - recently dressed in mourning for the death of one of its favorite sons, who was also President of the Regional Government of Aragon, Mr. Javier Lambán - a town named Biota claims the attention of pilgrims and travelers, in both cases unable not to surrender unconditionally to the seduction provoked in their spirit by the sight of one of the most interesting and relevant temples, in whose execution we also confirm the presence of a mysterious medieval master architect, known as the Master of Agüero or of San Juan de la Peña - because these were places where he also exercised his unparalleled mastery - in whose design we once again appreciate those sculptural archetypes that most often influence the general set of his work, such as the dancer and the Epiphany or Adoration of the Magi: the Church of St. Michael.
Leaving aside the singularities of a sculpture, whose archetypal nature invites all kinds of theories and speculation, crowning one of its towers, another element, no less important and archetypal than the previous ones, is striking: the presence of a small truncated pyramid, which, possibly made at a later time, introduces into the ensemble not only another of the universal symbols of humanity, but also a pagan symbol contained in a Christian church.
Buena parte de lo que ya se puede considerar, objetivamente hablando, como un sorprendente y fundamental conjunto de arquitectura románica en Aragón, se localiza, sin ningún género de duda, en una pintoresca región, colindante con Navarra, comunidad con la que, aparte de una notable afluencia de peregrinos, compartió también, en el pasado, la afluencia de unas cofradías itinerantes de canteros, cuyos conocimientos se repartieron, provechosamente, en una y otra tierra: las Cinco Villas.
Dejando atrás lugares de visita imprescindibles, como Sos del Rey Católico, Uncastillo, Sádaba o el conjunto arqueológico de los Bañales y acercándonos a la señorial villa de Ejea de los Caballeros -recientemente vestida de luto por el fallecimiento de uno de sus hijos predilectos, que fuera, además, Presidente de la Junta de Aragón, D. Javier Lambán- un pueblo, de nombre Biota, reclama la atención de peregrinos y de viajeros, incapaces, en ambos casos, de no rendirse incondicionalmente a la seducción que provoca en su espíritu la visión de uno de los templos más interesantes y relevantes, en cuya ejecución se constata, además, la presencia de un misterioso maestro arquitecto medieval, conocido como el Maestro de Agüero o de San Juan de la Peña -por ser lugares donde también ejerció su inigualable magisterio- en cuyo diseño se vuelven a apreciar esos arquetipos escultóricos en os que más suele incidir en el conjunto general de su obra, como son la bailarina y la Epifanía o Adoración de los Magos: la iglesia de San Miguel.
Dejando aparte las singularidades de una escultura, cuya naturaleza arquetípica invita a toda clase de teorías y de especulaciones, llama la atención, coronando una de sus torres, la visión de otro elemento, no menos importante y arquetípico que los anteriores, como es la presencia de una pequeña pirámide truncada, que, posiblemente realizada en época posterior, introduce, en el conjunto, no sólo otro de los símbolos universales de la humanidad, sino, además, todo un símbolo pagano contenido en una iglesia cristiana.
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