Parece mentira, pero ese mismo episodio lo repetí en mi lugar de trabajo, eso fue en el año 2012. Entré a trabajar en un departamento para suplir a un compañero que había renunciado por otro empleo mejor. Aparentemente, encontré un grupo muy unido y con buena vibra, eso llamó mi atención y quise pertenecer a esa “gran familia”. No obstante, no todo era color de rosa, comencé a ver intrigas, conflictos y unas maneras de pensar con las que no estaba de acuerdo. Además de conspiraciones, tenían una consigna que aborrezco, “si no estás conmigo, estás contra mí”, una manera de ver las cosas demasiado drásticas. Significa que si no estás de acuerdo conmigo, somos enemigos, nada de medias tintas. Cada uno de nosotros tenemos formas diferentes de pensar y no podemos estar de acuerdo en todo, además, esos aciertos y desaciertos no tienen porque dañar una relación de amistad o de trabajo. Viendo esta situación, me di cuenta que no encajaba en ese grupo, ni iba a encajar nunca, entonces, tomé una decisión, me alejé, porque lo que sí es cierto, es que “ni a fuerza, los zapatos entran.

Ese grupo, que pensé que era maravilloso, a ver que no estaba con ellos, tomaron represalias, no solo conmigo, también con otros compañeros de trabajo y el resultado fue la división del departamento en dos grupos donde reinaba un ambiente tenso y lleno de discordia. Afortunadamente, nada dura para siempre, algunos de ellos renunciaron y yo pedí cambio a otro departamento donde me fue mucho mejor. Lo que aprendí de todo esto fue que estar en armonía con un grupo no significa estar de acuerdo en todo. Debemos ser genuinos y respetar la forma de pensar de los demás. Debo agregar que, cuando las cosas comienzan mal, terminan mal, no tenemos que forzar las cosas para encajar, tampoco torcer nuestros ideales, valores y convicciones para agradar a otros.

Si detectamos que no encontramos empatía, solidaridad, sentido común, respeto a la manera de pensar de cada uno y sobre todo lo drástico de “si no estás con nosotros, estás contra nosotros”, ese lugar no es el indicado. Debemos actuar siendo nosotros mismos y olvidarnos del que dirán.

[ENG]

Greetings, dear friends of @holos-lotus. Today, I am joining the initiative brought to us by @charjaim [Successes and failures of fitting into society/Initiative 37/Our life](https://hive.blog/hive-131951/@charjaim/aciertos-y-desaciertos-de-encajar). I invite @yasmarit and @divergente1 to participate.

Fitting into society is very important for many people, but to what extent? And how much influence can this have on us? I think one of the stages in which we most want to be accepted and care about what others will say is when we are children and entering adolescence. However, this seems to follow some people even into adulthood. I was one of those girls, teenagers, and young women who cared about being accepted and, above all, what others would say. During those stages, groups are formed, and to be part of those groups, you have to agree with everything they think and say, as if we were some kind of robots. You automatically have to accept or reject an opinion as a group because, apparently, free will doesn't count.

That was precisely the part that bothered me, but stronger still was the idea of being “accepted” and always being “among friends.” Sometimes I wondered why I was with those people if I didn't think like them and we had almost nothing in common. Once, when I was a university student, I hung out with a group of girls who I joined to have company, but for them, physical appearance was very important, and according to them, I was ugly. That discomfort that my physical appearance caused them was the straw that broke the camel's back. In the end, I realized that when we are not genuine and the friendship is not real, that string that was always tense ends up breaking.