En ese transitar de nuestras vidas siempre existe la oportunidad para elegir, aún cuando no todas las veces nos quedamos con la que mejor decisión. Por otro lado, esa elección tampoco debe ser etiquetada como una cruz acuestas, al contrario puede ser una experiencia que nos alimente, que nos sirva de aprendizaje, asumir tanto lo bueno como lo malo de nuestras acciones, para poder avanzar.

No se para otros, pero como se trata de mi experiencia, en su momento era más fácil culpar a los demás que asumir la responsabilidad de mis acciones, eso quedó atrás, pero después de pasar por diferentes situaciones que me estremecieron las emociones, también con la madurez conciente, al punto de aceptar mis responsabilidades sin tener que mirar a los lados buscando culpables. Es difícil, más cuando eres de ese tipo de personas que le cuesta aceptar los errores, así me mantuve mucho tiempo, no permitía señalamientos por equivocaciones, cuando la vida también se alimenta de ellas.

Ofrecer tantas explicaciones juntas para convencer al resto que no era mi responsabilidad, resultó con el tiempo ser sumamente agotador, sin querer entender que la mejor opción era asumir el chaparrón (lo que viene).

Ese agotamiento mental me generó estrés, incluso veía más cabello de lo normal en todos lados, aparecieron granos en mis brazos, erupciones en la piel, insomnio, era como una reacción en cadena, aunque seguía convenciendome de que estaba libre de pecados.

Esos malestares físicos y emocionales, como es el caso de la culpa, la inseguridad, me llevaron al stop de la revisión total. No está mal comprender o aceptar que la responsabilidad de nuestras acciones no se sacuden o delegan, se afrontan para estudiar el panorama de las posibles soluciones, sino existen, tarde o temprano se asume como una experiencia para el aprendizaje personal.

En ésta etapa de mi existencia, tanto como mujer, mamá, esposa, educadora, hija o hermana, comprendi que los cambios para bien en éste sentido, se notan cuando se hacen a un lado justificaciones inventadas para salvar el pellejo (la responsabilidad). No deja de ser un acto de conciencia, porque sino hubiese pasado por tantas experiencias, no hubiese cambiado de paisaje, era necesario.

Es un proceso regulatorio. Es cierto, no sucede de la noche a la mañana, a veces no se sacuden las responsabilidades por ser indolente, irresponsable o por buscar culpables desde lo fácil, sino en muchas ocasiones lo hacia para no quedar mal, ni conmigo misma, ni con el resto, había una satisfacción por el reconocimiento de lo bien hecho o dicho, no solo aplicaba a nivel laboral, sino en todos los ámbitos, no podía permitirme no tener ese mérito, así que por un tiempo se volvió hasta costumbre, cuando el problema eran mis decisiones, por ser mias debía aceptar las consecuencias.

También de los golpes emocionales se aprende, muchas situaciones marcaron mi vida que no vienen al caso, pero que afortunadamente colaboraron para PODER afrontar con valentía mis responsabilidades, sin el tener, más bien el querer. En ésta etapa asumir es más fácil, continuar con esas decisiones sin culpa es menos peso para mi sensible ser. Quizás la educación, los estudiantes, ser mamá, en fin, todo esto ha incidido de alguna forma. Les puedo asegurar que en éste momento vivo en paz, asumo lo que venga con los dos polos de la batería🪫, no me arrepiento de mis decisiones tampoco, siempre estará latente la posibilidad de equivocarse, pero sino accionamos nunca sabremos, así que, asumir para continuar. Etapa superada 😉.

In this journey of our lives there is always the opportunity to choose, even when we do not always make the best decision. On the other hand, that choice shouldn't be labeled as a burden to bear; on the contrary, it can be an experience that nourishes us, that serves as a learning experience, allowing us to accept both the good and the bad of our actions in order to move forward.

I don't know about others, but since this is my experience, at the time it was easier to blame others than to take responsibility for my actions. That's behind me. But after going through different situations that shook my emotions, I also gained conscious maturity, to the point of accepting my responsibilities without having to look at them. the sides looking for culprits. It's difficult, especially when you're the kind of person who has a hard time accepting mistakes. I stayed that way for a long time, not allowing blame for mistakes, when life also feeds on them.

Offering so many explanations at once to convince others that it wasn't my responsibility became extremely exhausting over time. I didn't want to understand that the best option was to take the fall (what's coming).

That mental exhaustion caused me stress, even I saw more hair than usual everywhere, pimples appeared on my arms, skin rashes, insomnia—it was like a chain reaction, even though I continued to convince myself I was free of sin.

These physical and emotional discomforts, such as guilt and insecurity, led me to stop the complete overhaul. It's not a bad idea to understand or accept that responsibility for our actions isn't shrugged off or delegated; it's faced in order to explore the landscape of possible solutions. If they exist, sooner or later it's assumed as a personal learning experience.

At this stage of my life, whether as a woman, mother, wife, educator, daughter, or sister, I've understood that positive changes in this regard are noticeable when invented justifications to save one's skin (responsibility) are set aside. It's still an act of conscience, because if I hadn't gone through so many experiences, I wouldn't have changed my surroundings; it was necessary.

It's a regulatory process. It's true, it doesn't happen overnight. Sometimes I don't shirk responsibility for being indolent, irresponsible, or for blaming others. Rather, I often did it to avoid embarrassment, either to myself or to others. There was a satisfaction in the recognition of something well done or said. This not only applied at work, but in all areas. I couldn't afford not to have that merit, so for a while, it even became a habit. When the problem was my decisions, because they were mine, I had to accept the consequences.

I also learn from emotional blows. Many situations marked my life that are not relevant here, but fortunately, they helped me BE ABLE to bravely face my responsibilities, not because I had to, but rather because I wanted to. At this stage, accepting is easier; continuing with those decisions without guilt is less of a burden on my sensitive self. Perhaps my education, my students, being a mother—well, all of this has had an impact in some way. I can assure you that right now I live in peace. I accept whatever comes with both poles of the battery. I don't regret my decisions either. There will always be the possibility of making mistakes, but if we don't act, we'll never know. So, accept it and continue. Stage passed. 😉.

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