*Esta es mi participación vez en este [encuentro de @talentos invita a escribir sobre "El desorden"](https://peakd.com/hive-147177/@talentos/encuentro-de-talentos-el-desorden), con un tema que tiene mucha tela que contar, si escribí contar, porque cada quien corta esa tela en su mejor manera de contar lo que piensa de sobre "El desorden"*.
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# Una cama tendida contra el caos
Tengo 50 y tanto años, y todos los días, al abrir los ojos, mi primer impulso es tender la cama. No es por estética, ni por rutina. Es por respeto. A mí, a mi día, a mi espacio a mi esposa a mi familia, muchas veces educar a los hijos se construye con ejemplo.
Este hábito lo tengo desde que yo era un niño porque también mi madre me lo inculco. Me di cuenta hace muchos años que en medio del desorden que a veces parece dominar el mundo como las noticias, la incertidumbre, la economía, el dolor ajeno, todo eso puede parecer que eso es normal, pero aunque o no lo crean el desorden puede ser de alguna manera causante del caos, particularmente yo empiezo ordenando mi rincón. Porque si todo allá afuera de mi hogar se tambalea, por lo menos aquí, entre sábanas y almohadas, hay un gesto que pone orden en mi vida y comienza bien temprano en la mañana, doblar, alisar, equilibrar.
Muchas veces pienso que, algunas personas ven el desorden como simple acumulación de objetos fuera de lugar, papeles que no se botan, ropa sin doblar, pero para mí, el desorden va más allá. Es cuando la mente está revuelta, cuando los pensamientos no saben a dónde van, cuando los proyectos se quedan a medias. Es ahí donde comenzar bien temprano en la mañana justo después de pararte de la cama, la cama se vuelve un pequeño manifiesto, aquí vive alguien que no se rinde.
No siempre todo está perfecto ustedes y yo lo sabemos, soy un mortal que comete errores, pero la cama tendida es ese recordatorio de que aún en el caos, me recuerda que hay decisiones pequeñas que iluminan mi camino. Me habla de disciplina. De empezar bien. Y de no dejar que lo externo se instale dentro.
En esta Venezuela que me duele y me fortalece, me aferro a ese gesto. No puedo cambiar el país cada mañana, pero puedo cambiar mi actitud. Puedo decidir enfrentar el día con orden, aunque sea desde una cama bien arreglada para ser deshecha y rehecha una vez más.
Porque sí, el desorden llega. Se mete por las rendijas de lo cotidiano. Pero uno tiene herramientas. Y a veces, esa herramienta es una cama bien tendida. Una almohada donde no hay guerra. Una cama que dice: “Vamos de nuevo.”
[images ](https://bing.com/th/id/BCO.daceb7f1-b9c5-438f-8a48-352e532237c5.png)
*This is my participation in this [invites you to write about "The disorder".](https://peakd.com/hive-147177/@talentos/encuentro-de-talentos-el-desorden), with a subject that has a lot of fabric to tell, yes I wrote tell, because each one cuts that fabric in his best way to tell what he thinks about “The disorder”*
***Thanks for visiting, I appreciate your opinion.***
# ***"In constant evolution" https://images.hive.blog/140x0/https://images.hive.blog/DQmQzULdryYUWJZa56ui1bkYFaWn8UAmjgRkV73SkgGwEpE/imagen.png. ***
# A Made Bed Against the Chaos
I'm in my fifties, and every single morning, the moment I open my eyes, my first instinct is to make the bed. It’s not about aesthetics or routine. It’s about respect. Respect for myself, my day, my space, my wife, my family. Often, raising children is built on example.
This habit has been with me since I was a child—my mother taught me to do it. Years ago, I realized that in the midst of the disorder that sometimes seems to take over the world—news, uncertainty, the economy, other people’s pain—all of it can start to feel normal. But whether you believe it or not, disorder can sometimes be the root of chaos. For me, I begin with tidying my own corner. Because if everything outside my home feels shaken, at least here, between sheets and pillows, there’s a gesture that brings order to my life, and it starts early: folding, smoothing, balancing.
I often think that some people see disorder as a mere pile-up—objects out of place, papers never thrown away, clothes left unfolded. But to me, disorder runs deeper. It’s when the mind is unsettled, when thoughts wander aimlessly, when projects are left incomplete. That’s why beginning early—right after rising—the bed becomes a kind of quiet manifesto: someone lives here who doesn’t give up.
Things aren’t always perfect, you and I both know that. I’m human. I make mistakes. But the made bed is a reminder that even in chaos, there are small decisions that light the way. It speaks of discipline. Of starting well. Of not letting the outside creep inside.
In this Venezuela that both hurts and strengthens me, I cling to that gesture. I can’t change the country each morning, but I can change my attitude. I can choose to face the day with order, even if it’s just from a bed carefully arranged, ready to be undone and made again.
Because yes, disorder comes. It slips through the cracks of daily life. But we have tools. And sometimes, one of those tools is a well-made bed. A pillow where there is no war. A bed that whispers, “Let’s begin again.”
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***Para ser feliz solo debes tomar tu propia decisión. / To be happy, you just have to make your own decision***.
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