! [The Case For Three Inch Designer Heels]
La razón para abandonar los tacones de diseño de tres pulgadas
Nada en la agenda de Abbey hacía presagiar un día que quedaría grabado para siempre en su memoria. Por fin, en un descanso entre reuniones, se quejó en silencio hojeando las páginas. Hasta que leyó el itinerario de esa tarde. Almuerzo con Mira, compañera de trabajo y crítica. Aprobación de la portada de un libro. Crítica vespertina de una novela prometedora.
Con las piernas cruzadas, se levantó de la mesa. Una amplia sonrisa le trajo agradables recuerdos mientras miraba su nueva adquisición burdeos del mes pasado.
«Un rompe tobillos si alguna vez vi uno», soltó Myra en cuanto Abbey tocó el perchero donde los zapatos de tres pulgadas y otros de altura similar atraían a las más atrevidas.
"Aún no he conocido a ningún diseñador que no pudiera manejar », recordó su segura respuesta mientras seleccionaba un par burdeos con brillantes de montura gris. Una elección excelente y un atuendo perfecto a juego.
Un mes después de estrenarlos, y aún estando sentada, ese par en concreto le pellizcaba los dedos de los pies y le rozaba la parte posterior del talón dejando un gran bulto rojizo que amenazaba con convertirse en una ampolla. El remedio. El atuendo que llevaba ese día no le permitía cambiarse a otro par más suave, sólo un poco de pomada y una tirita ancha para pasar el día.
La primera hora del almuerzo en el restaurante de lujo que servía su puré de langosta favorito hizo todo lo posible por saciar su apetito y calmar su incipiente dolor de cabeza. No hizo nada por aliviar aquella ampolla palpitante.
La segunda hora durante su regreso a la oficina selló el destino de Abbey. Tan intensa era la ampolla que instó a Myra a caminar más deprisa y ahogar sus pensamientos con bromas.
Myra obedeció. Intercambiaron bromas y se rieron de chismes triviales de la oficina durante la siguiente manzana que las separaba del edificio de oficinas.
Como si Myra hubiera predicho el desenlace de aquella tarde, un grito repentino y lejano llamó su atención. Creyendo que había ocurrido algo terrible, se detuvo, luego miró hacia delante y hacia arriba mientras extendía las manos para proteger a Abbey detrás de ella.
Myra no vio inmediatamente que Abbey se había llevado la mano al dobladillo de su vestido. Asustada, Myra se quitó el bolso del hombro y dio un manotazo a lo que fuera que la había agarrado de la pierna y tiraba de ella hacia la acera. Pero sus cómodos y firmes zapatos planos y una mesa de cafetería cercana amortiguaron la caída.
Fue entonces cuando ocurrió la calamidad. Tan rápido que las zapatillas de Myra no pudieron hacer nada para evitar que Abbey se precipitara hacia el hormigón, con los talones atrapados entre la rejilla metálica que cubría un desagüe subterráneo.
El siguiente grito fue el de Myra. Sacudió la cabeza hacia atrás al oír un fuerte crujido detrás de ella.
La sangre se le escurrió de la cara al ver a Abbey tendida a escasos centímetros, abierta de piernas en la acera, con una mano agarrándose desesperadamente la pierna y la otra al vestido de Myra, mientras murmuraba un impotente y agónico gimo profundo.
Myra tiró el bolso y se arrodilló junto a Abbey, suplicando ayuda a la multitud. Por su expresión de dolor, se dio cuenta de que Abbey estaba herida y claramente angustiada.
Abbey tenía las rodillas y las piernas llenas de cicatrices. Tenía los zapatos enredados. Myra desabrochó las correas lo más rápido que pudo y tiró los zapatos a un lado. Levantó a Abbey, le puso la mano alrededor de la cintura y la guió hasta la silla de una cafetería cercana.
Para entonces, varias personas se habían reunido para observar el alboroto, pero sólo dos caballeros se acercaron y ofrecieron ayuda.
«¿Necesita atención médica?», dijo uno de ellos en tono preocupado.
«Sí. Llame, por favor», respondió la voz temblorosa de Myra.
Los transeúntes que no habían presenciado el suceso momentos antes se giraron y negaron con la cabeza. «Sólo es mediodía, caramba. Demasiado pronto para tener un ataque de tambaleo», oyó decir a alguien mientras Abbey se sentaba encorvada con evidente dolor.
Cinco minutos después llegó una ambulancia.
Myra la acompañó al hospital entre chirridos de sirenas. Allí le llovieron los buenos deseos, las tarjetas y las flores. Más tarde, sola en la habitación, Abbey intentó conciliar su antojo por cierto tipo de atuendo. El asombro se apoderó de ella cuando recordó que un espectador había calificado erróneamente su accidente, creyéndola ebria.
«Tengo la patente de las ilusiones», admitió a regañadientes, mirando los vendajes que cubrían las grandes ronchas y magulladuras de sus rodillas y piernas, junto con la ampolla del talón. Tenía el tobillo bien vendado. En una esquina de la habitación, junto a la cama, había un andador. Era sólo cuestión de tiempo, concluyó, sacudiendo la cabeza.
Dos días después de salir del hospital, Abbey invitó a Myra a visitarla citando un acto benéfico que había planeado.
Myra, desconcertada, despejó su agenda. Se apresuró a averiguar los detalles y ofrecer su ayuda.
"Reúne a tu familia, amigos y vecinos para el evento de limpieza de vestuario de primavera del mes que viene. Yo haré lo mismo «, anunció Abbey con una mirada socarrona, y luego añadió: »pero sólo los más valientes entre los valientes «.
Ambas soltaron una sonora carcajada. Myra estuvo de acuerdo en que esa forma de proceder era un excelente primer paso para reparar el cuerpo físico de su amiga. «Yo me encargaré de las compras para mantenerte a raya hasta que estés lista para enfrentarte sola a los percheros», ofreció con una amplia sonrisa.
Abbey frunció el ceño y luego dejó escapar otra sonora carcajada.
For my theme, I was inspired by and utilized the @daily.prompt's publishing of: Para mi tema, me inspiré y utilicé la publicación de @daily.prompt de:
22 march 2025, @mariannewest's Freewrite Writing Prompt Day 2683: attack of the wobbles;
26 march 2025, @mariannewest's Freewrite Writing Prompt Day 2687: I own the patent; and
20 march 2025, @mariannewest's Freewrite Writing Prompt Day 2681: deep groan.