Hace tiempo que no le veo. Fui a buscarlo a su tienda, pero está cerrada. Me dicen los de los puestos vecinos, que hace tiempo que cerraba por temporadas, cada vez más largas y frecuentes, hasta que un día simplemente no volvió a abrir el local. Dicen que casi ya nadie se paraba en su establecimiento, y tal vez por eso lo ha cerrado.
Lo he buscado por las calles del mercado donde solía publicitar su mercancía. Incluso he ido al antiguo río donde hacía eventos siempre llenos de personas ávidas de su producto. Pero nada. Ha desaparecido. Y no es el primero de mis conocidos que ha desaparecido del mapa. De hecho muchos más lo han hecho. Los tiempos cambian, y la gente también, o desaparece.
El vendía vida eterna. Al principio la ofrecía gratis en el río, ahí fue donde lo conocí. Con los años dejó el río porque ya no lo dejaban organizar eventos ahí, aunque a veces se las ingeniaba para hacerlos de forma clandestina. Y con el cambio de los tiempos y el endurecimiento de la vida, pasó a venderla embotellada, más que nada por necesidad, y por practicidad también, para ser honestos.
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Aparte de mí, y un pequeño grupo de mi allegados, tuvo algunos clientes muy famosos, no todos de mi agrado debo decir, sobre todo un tal Rasputín. La mayoría de ellos fingía su muerte para poder seguir usando el producto sin levantar sospechas, y llevar una vida lejos de los reflectores. No es extraño de vez en vez ver alguna foto suya en los medios, cuando a pesar de haber cambiado su apariencia y su lugar de residencia, alguien los descubre, pero no pasan de ser noticia de un día o dos.
La gente ya no cree en cosas como la vida eterna si no están avaladas por la ciencia. La ciencia ahora lo es todo. Es la magia de esta época, de estos tiempos. No creen en poder obtener la vida eterna con el agua de un río, pero si tomando píldoras que contienen cosas que ni saben pronunciar. Si la ciencia lo avala, es suficiente para ellos. Vaya que los tiempos han cambiado.
Yo me he adaptado como he podido a las épocas, pero cada vez me es más difícil, y un día de estos puedo desparecer también. A veces me veo al espejo y me noto más frágil, más vulnerable, incluso por momento puedo ver a través de mi reflejo lo que hay detrás de mí. Ya nadie cree en nada ni en nadie, y aquello en lo que no se cree, desaparece, como le ha pasado a muchos de mis antiguos colegas y conocidos.
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—¡Jesús!
—Dime Pedro.
—¿Encontraste a Juan? Dime que lo encontraste, por favor.
—Lamentablemente no. Creo que hemos perdido al bautista también.
—No puede ser.
—Pero es. Tranquilo Pedro, que es hora de misa, y mientras esas campanas suenen, hay esperanza.
—Pero no para Juan.
—No para Juan, pero tal vez si para nosotros… y para ellos.
©bonzopoe, 2025.


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