Esp.- Cuento de terror.

@mayifiestas · 2025-10-31 22:19 · hive-179291

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Saludos gente bonita de hive, hoy luego algún tiempo sin publicar vuelvo a mi hogar, del que nunca me he ido y está vez lo hago con este cuento que he creado y que mejor día que hoy que es halloween para publicarlo, espero les guste.

SUSURROS EN LA MANSIÓN

Aquella casa en la colina, conocida por todos como "La Mansión Montenegro", era una silueta jorobada contra el cielo color plomo, simplemente era un tributo al olvido, envuelto en susurros de viejas leyendas.

Erick, un joven de carácter fuerte, quien no creía en fantasmas, pero si en la corrosión, y la fragilidad del tiempo, fue enviado por el ayuntamiento para evaluar la demolición de esta.

Al llegar a la entrada la fachada se encontraba envuelta en maleza y suciedad y gemía bajo el peso de los años, ventanas ciegas y sucias miraban como ojos muertos, y el gran roble del jardín delantero parecía un vigilante retorcido que observaba.

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Al pasar por la puerta principal, su cara fue golpeada por un aire frío, mezclado con olor a humedad y polvo, e incluso algo más, algo metálico y dulce que Erick no pudo identificar de inmediato, la luz del exterior luchaba por penetrar en el vestíbulo, y al hacerlo revelaba telarañas que colgaban como cortinas deshilachadas y un suelo de madera noble que crujía bajo sus pies.

"Solo es una casa antigua", se dijo a sí mismo, su voz sonando extrañamente hueca en el silencio. ​Su tarea, simple: Evaluar el estado de la propiedad, verificar la integridad de la estructura y firmar el informe que sellaría su destino, sin embargo, a medida que este avanzaba por los pasillos oscuros de aquella casa, una sensación incómoda recorría todo su cuerpo, cada paso que daba resonaba con un eco prolongado, como si la casa disfrutará en amplificar su soledad.

El salón principal era un espacio grande con una chimenea de mármol negro, también había un piano cubierto por una sábana llena de polvo levantada en una esquina, de pronto, Erick tuvo la extraña impresión de que el aire a su alrededor vibraba, como si una melodía invisible estuviera a punto de ser interpretada, su reacción inmediata fue ignorar el escalofrío que le recorrió su espalda,y procedió a encender su linterna y a revisar las paredes.

En el comedor, la vieja mesa de roble estaba preparada para una cena que nunca ocurrió, la porcelana seguía allí, cubierta por años de polvo, en aquel lugar no había señal alguna de vida, solo el silencio que se volvía cada vez más opresivo, fue entonces cuando de la nada se escuchó: un suave rasguño que venía del piso de arriba.

Erick se detuvo. "El viento", se dijo así mismo, aunque no había ninguna corriente de aire dentro de aquella casa, el sonido se repitió, ahora más cercano, como uñas arrastrándose sobre madera. Subió la escalera, sus pasos resonaban, los peldaños gemían, y las barandillas de caoba, aunque cubiertas de polvo, conservaban un brillo oscuro, al contacto, mientras la luz de su linterna danzaba sobre viejos retratos familiares colgados en las paredes, y cuyos ojos oscuros parecían seguirlo con una mirada perpetua de reproche.

Al llegar al segundo piso, donde la oscuridad era casi absoluta, el aire cada vez más frío, y el olor metálico y dulce intensificado, una de las puertas entreabiertas daba a lo que parecía ser la habitación principal, dónde de manera tenue y parpadeante se hallaba una luz roja.

Luego de forma más fuerte y más constante el rasguño, detrás de aquella puerta, y no, no era el viento, mucho menos las vigas, era algo allí adentro, tragando saliva, Erick extendió la mano hacia la helada manija de latón, la giró lentamente, y la puerta se abrió con un lamento ahogado, revelando la fuente de la luz.

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En el centro de la habitación, una cuna antigua de hierro forjado, dentro, no había un bebé, sino una figura amorfa, oscura y retorcida que se agitaba lentamente, emitiendo ese sonido de rasguño, sobre ella, flotando en el aire, un pequeño móvil de juguete que giraba despacio, proyectando sombras largas y danzantes en las paredes, sombras que parecían estirarse y alcanzarlo.

Erick sintió el vello de su nuca erizarse, los ojos de las figuras del móvil, que a pesar de ser de tela, parecieron girar y fijarse en él. Está aparición desafiaba todo aquello en lo que Erick creía, era evidente que no era corrosión, no era fragilidad del tiempo; era algo aterrador que estaba allí. De pronto la figura en la cuna dejó de rasguñar y un suave lloriqueo emergió de aquella masa oscura, no era el llanto de un niño, sino una imitación retorcida y profunda que le heló la sangre.

El olor, olor dulce y metálico, se hizo insoportable, inundando sus fosas nasales con un hedor a hierro oxidado mezclado con algo rancio, ​Erick, a pesar del terror que sentía, no pudo moverse, parecía estar fusionado con la puerta, su linterna temblando en la mano, mientras las figuras del móvil giraban cada vez más rápido, las sombras danzantes parecían estrecharse alrededor de la cuna, envolviendo aquella criatura.

De pronto, aquella figura sin forma definida se irguió, convirtiendose en una silueta hecha de oscuridad coagulada, apenas perceptible, pero que llenaba la cuna por completo, el lloriqueo se transformó en un silbido tenue que parecía un susurro desde las paredes mismas.

Erick finalmente reaccionó, no gritó, no corrió, solo hizo lo único que una persona con su mente lógica aunque aterrorizada le permitió: dar un paso atrás, cerrando la puerta de golpe.

El clic de la manija al encajar fue un sonido pequeño pero patético contra el golpe seco que resonó inmediatamente desde el interior de la habitación, como si algo pesado se hubiera estrellado contra la madera, a eso le siguió otro golpe, y luego un fuerte crujido en la madera de la puerta.

Se dio la vuelta, para encontrarse con el brillo oscuro de los ojos en los retratos familiares colgados en la pared, los cuales parecieron más intensos, sin mirar atrás, Erick bajó las escaleras rápidamente ya no le importaba el crujir de la madera, ni el eco de sus pasos, solo corrió.

Cruzó el vestíbulo, donde la luz del exterior ya era solo un recuerdo, el aire helado en su rostro al pasar la puerta principal ya no era una sorpresa, sino una advertencia, salió de la casa, tropezó con las raíces retorcidas del gran roble vigilante y cayó sobre la maleza húmeda, se levantó de rápidamente y siguió corriendo hasta que estuvo en el camino de tierra, jadeando, sin atreverse a mirar la silueta jorobada de "La Mansión Montenegro" contra el cielo gris.

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Se detuvo no fue sino a varios cientos de metros de distancia, temblando, miró la libreta y el bolígrafo que aún aferraba en su mano, su informe ya no importaba, ​Erick, el hombre que solo creía en la lógica, la corrosión y la fragilidad del tiempo, firmó el único dictamen que le parecía cierto:

"Estructura comprometida. Demolición inmediata, sin objeciones."

Pero en su mente, la palabra que rondaba era diferente, no era demolición lo que la casa necesitaba, sino exorcismo, y aunque se negó a pronunciarlo, supo que lo que había visto no era el fantasma de una vieja leyenda, sino algo que se alimentaba del olvido y la soledad.

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Fue así, como Erick, el joven que no creía en fantasmas, se alejó de la colina, dejando atrás no solo la Mansión Montenegro, sino también su incredulidad, con cada paso que daba el olor dulce y metálico pareció flotar en el aire un poco más antes de desvanecerse en el viento, como una promesa, un susurro de que algunas cosas simplemente no pueden ser evaluadas, ni demolidas, solo temidas.

CREDITOS

Todas las imágenes son de pixabay, utilice el traductor deepl.

Posted Using INLEO

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