Ha acabado una semana que se ha hecho inusualmente larga, el lunes estaba cerrando el trimestre y bueno he intentado cerrar todo lo que corresponde, por lo de los santos la semana que viene, vuelta a León, al pueblo con los padres, espero que esté bien.
Si ha habido algo que ha hecho que este trimestre haya sido menos insoportable ha sido el gimnasio, al principio con miedo, cada día más seguro, es un chorro de energía, una nueva ilusión, nunca debí dejarlo, todas las historias alternativas que nos cuentan son ruina.
Yo he probado muchas cosas una vez que cogí en su día la forma en el gym, ayunos, calistenia, no puedo decir que vayan mal, pero necesitan dos ingredientes fundamentales que escasean, tiempo y juventud. Para el común de los mortales, con poco tiempo, con achaques, con problemas para mantener el peso, la solución es el gym. Todo es mucho más sencillo, casi masticado, pero sinceramente, ¿Qué hay de malo en esto?
Pagas un precio, sí, cuesta dinero, como todo, pero yo os digo, cuanto vale tu tiempo cuando tienes que estar inventando mil cosas para hacer algo que puedes ir a un sitio y hacerlo en veinte minutos por treinta míseros euros.
Oleadas de información y desinformación, desconozco el objetivo, excepto que la ganancia, sea la misma de siempre, sacar oro de la confrontación entre masas de adeptos a una causa u otra.
He sufrido en mis propias carnes esto, yo que presumo de racional, de cocinar, de una visión intelectual de las cosas, andar más de 10.000 pasos al día, no alcohol, no precocinados, y todo para llegar a esa frontera que es en mi caso, la talla 50, la frontera a obesidades mayores, una vez mas, he sabido parar, a ver cómo va esta aventura.
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