La sal del mar chocaba cual ácido en sus ojos. Trató de rebelarse y el agua comenzó a subir. Apretó sus piernas. Pestilencia a caracoles podridos. Él como pulpo se resistía en una danza inquieta, los dedos traslucidos de agua escupian una bilis espesa que el mar se tragaba complacido y las maderas del mastil se encogían y desencongían como un caracol.
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