En el callejón, la luna apenas rozaba las paredes. Los cables colgaban del techo como tendones abiertos. El suelo estaba cubierto de charcos oscuros.
Tropecé con algo blando. El líquido que lo rodeaba devoraba la luz. Me incliné. Un torso se erguía, frío. La piel translúcida dejaba ver venas oscuras, extendiéndose como raíces de samán. El cuello terminaba en un corte irregular, de donde manaba una sustancia espesa que se movía como si respirara.
No tenía cabeza. El cuerpo estaba desnudo, brazos extendidos, dedos crispados. El aire parecía sostener sus manos, como si palparan una tela invisible. El muñón formaba una mueca torcida: una sonrisa sin labios. Era algo repitiendo la forma de un cadáver.
Un susurro se filtró en mi mente:
—Ya lo sabes. Siempre lo supiste. Era la letra de un canto que se tarareaba los domingos al sair a cazar, mientras afilaban el cuchillo de la cocina. Una tonada que terminaba con un verso prohibido: 'Lo que callas, te come'.
Entonces recordé: esas palabras eran parte de una canción de mi infancia. Era un muerto sin cabeza, sin pantalón ni camisa, con las manos en el bolsillo y una macabra sonrisa…
El frío trepó por mis huesos. El cuerpo no se movía, pero los dedos se arquearon, rozando el aire. Esperaba.
Quise huir. Las piernas no respondieron. El susurro regresó, más cerca:
—Mírame. Recuerda.
El charco vibró. Dentro de la masa oscura emergieron rostros fragmentados, hundidos, las bocas abiertas en gritos ahogados. Todos miraban hacia el muñón del cuello, como pidiendo unirse a él.
Retrocedí. Los vidrios rotos crujieron bajo mis pies. Caí de rodillas. El aire se espesó, respirando conmigo. Algo tiró de mi brazo hacia el charco. Toqué la sustancia. Quemó como hielo.
La visión me ahogó: mi rostro sumergido en el líquido, gritando junto a los otros. El sonido no salía de mi garganta; solo un eco burbujeante, como si el charco me estuviera tragando por dentro.
Sacudí la cabeza. La imagen persistió. Las voces eran mías, repetidas en coro. No eran fantasmas: eran mis propios silencios.
Me levanté y corrí. Dejé huellas viscosas en la acera, manchas que se pegaban al suelo.
Horas después, en mi habitación, apagué la luz. Cerré los ojos. En la oscuridad, la sonrisa sin rostro apareció, inmóvil. El susurro seguía allí:
—Vuelve. Somos uno.
Abrí los ojos. En el espejo, mi reflejo mostraba venas negras corriendo bajo la piel. Las manos, sin pensarlo, buscaron bolsillos que no existían. Los nudillos se me pusieron blancos, como los suyos. Algo crujió bajo mis dedos: costras de silencio. El gesto era idéntico al del cuerpo en el callejón.
El espejo vibró como un charco agitado. Mi rostro se rompió en fragmentos. Cada reflejo gritaba. Cada boca era mía.
El susurro me rodeó, ya sin distancia:
—Nunca estuviste completo.

[**](https://www.pexels.com/es-es/foto/nubes-bajo-la-luna-llena-239107/)
* * *
* * *
**CRÉDITOS** Banner elaborado en PSD con fotos propias y logo de [IAFO](https://www.instagram.com/iafospeakers/ "https://www.instagram.com/iafospeakers/") Logos [redes sociales](https://png.pngtree.com/png-clipart/20180626/ourmid/pngtree-instagram-icon-instagram-logo-png-image_3584853.png "https://png.pngtree.com/png-clipart/20180626/ourmid/pngtree-instagram-icon-instagram-logo-png-image_3584853.png")
El canto de los domingos
@franvenezuela
· 2025-09-15 10:38
· Freewriters
#hive-161155
#spanish
#relato
#historia
#creativecoin
#neoxian
#lovecraft
#terror
#horror
#hispaliterario
Payout: 0.000 HBD
Votes: 19
More interactions (upvote, reblog, reply) coming soon.