El hilo

El hombre se sentó en el borde de la cama, con la camisa blanca entre las manos y las lágrimas asomándose en sus ojos. Sus dedos, ásperos y torpes, encuentran un hilo suelto en el puño. Tira de él, apenas un roce, y el hilo se alarga, serpenteando como una vena que se desangra. La habitación está con las luces apagadas, solo el resplandor de una lámpara vieja ilumina el polvo que flota en el aire. Mientras jala, su mente deambula, un eco que no controla. —¿Por qué no me dejaste nada, abuelo?—el reproche en su cabeza es un cuchillo afilado. Ve al viejo, con su bigote canoso y sus manos nudosas, sentado en la mecedora del porche—. «Esa tierra que prometiste, se la diste al viento, ¿verdad? A la abuela la dejaste con las manos vacías, cosiendo retazos para sobrevivir.» El hilo se estira, la tela de la camisa cruje, un pequeño desgarro se abre como una herida. No se detiene. Jala más fuerte. La camisa cae al suelo, un harapo deshilachado. Sus ojos vagan por la habitación, buscando algo más. Encuentra una franela vieja en el cajón, azul, gastada en los codos. La toma y encuentra otro hilo, esta vez en el cuello. Tira. —Papá, mamá, siempre con sus exigencias. «Sé hombre, sé fuerte, sé alguien» —Las palabras le pesan como piedras en el cuello—. «¿Para qué? Sus reglas, sus gritos, sus planes perfectos… no me sirvieron de nada.» La franela se deshace en sus manos, los hilos se enredan entre sus dedos como telarañas. Recuerda las mañanas frías, los sermones en la mesa, el silencio que los separaba. «No fui suficiente para ustedes, ¿verdad?». El montón de tela rota crece a sus pies. El día se alarga, la luz en la ventana se desvanece. Encuentra un pantalón en el armario, uno que usó en días mejores, cuando la gente lo miraba con admiración. —«El hombre que todos quieren ser» —se burla en su mente, tirando de un hilo en la costura de la pierna—. «Pero yo no soy él. Ese hombre que alaban, que sonríe en las fotos, que estrecha manos y da discursos… no lo reconozco.» El pantalón cede, la tela se desmorona, y con cada hilo que arranca, siente un alivio oscuro, como si estuviera deshaciendo una mentira. —«¿Quién era ese hombre? ¿Dónde estoy yo?» La noche cae, y él sigue. Una sábana en el suelo, tomada de la cama deshecha. Jala, desgarra, destroza. —«Luna, mi amor, mi luz» —su voz interior tiembla—. «Te amé tanto, pero no supe cómo quedarme. ¿Por qué no me detuviste?» Los hilos de la sábana se acumulan como nieve sucia. Recuerda sus ojos, su risa, la forma en que sus manos se entrelazaban. Pero también recuerda el silencio que creció entre ellos, las promesas rotas. —Te perdí, y no sé si fue mi culpa o la tuya. El sol de la mañana lo encuentra con una toalla en las manos. Está agotado, pero no puede parar. Los hilos son ahora su lenguaje, su confesión. —Todos ustedes, los que amé, los que me amaron, ¿dónde están ahora? La toalla se deshace, y él se queda mirando el montón de restos textiles, un cementerio de recuerdos. Entonces, lo ve. Un hilo diferente, uno que no pertenece a la ropa ni a la cama. Es plateado, casi invisible, brillando débilmente en el aire. No sabe de dónde viene, pero lo toma entre sus dedos. Es frío, como el hielo. Tira, y algo en su pecho se estremece. Tira más fuerte, y el mundo a su alrededor comienza a deshacerse: las paredes de la casa que construyó con tanto esfuerzo, las fotos de una vida que parecía perfecta, los ecos de las risas que ya no existen. Todo se desmorona, hilo a hilo, hasta que no queda nada más que él, solo, en un vacío oscuro, con el hilo helado aún entre sus dedos.  [**](https://www.pexels.com/es-es/foto/pano-de-punto-gris-236028/) ------ ----------- -------------------------  **CRÉDITOS** Banner elaborado en PSD con fotos propias y logo de [IAFO](https://www.instagram.com/iafospeakers/) Logos [redes sociales](https://png.pngtree.com/png-clipart/20180626/ourmid/pngtree-instagram-icon-instagram-logo-png-image_3584853.png)