El río Guanare se curvaba en la llanura. Sus aguas reflejaban la luna.
Santiago y Mateo remaban contra la corriente. Los canaltes chapoteaban en la noche.
Sus hijos esperaban en el rancho: Juan con ojos que seguían cada movimiento, Ana quieta junto a las gallinas muertas. Juan había preguntado esa tarde: "¿Traerás pescao hoy?" Santiago no respondió. Recordó las palabras de su padre: "El río da, pero también quita. Hay recodos que no son para los vivos".
—El agua subió un palmo desde ayer —dijo Mateo. Limpió el sudor de su frente. Los peces se hundían en pozos. Se aproximaron al recodo. La vegetación se retorcía sobre sí misma, raíces expuestas. En el centro, una carama desmoronada, postes marcados por surcos que se curvaban de manera que la mente se negaba a seguir. El aire se cargaba con un vaho a barro revuelto.
—Mejor lejos —murmuró Mateo. Las redes aquí se vuelven nudos. Ramón se esfumó después de ver algo en los trazos de esa madera.
Remaron con fuerza. Nada cambió. El sudor les quemaba los ojos, pero la canoa no se movía.
El agua se arremolinó en espirales, contrayendo el espacio. En el poste central, una secuencia de signos se retorcía, mutando con cada parpadeo: un 3 que se fundía en un 8, luego en la unidad. Santiago recordó el cuento de su abuelo: "Los números son llaves. Algunos abren puertas donde el tiempo se dobla".
La canoa giró hacia la carama. Una resonancia trepó por sus columnas vertebrales, un zumbido sin sonido. El agua subió, lamiendo tobillos con dedos invisibles. Peces emergieron, flotando.
—Rememos —dijo Santiago. Los remos se hundían. Formas se agitaron bajo la superficie, enroscándose en los postes, murmurando en tonos que raspaban el interior del cráneo.
La secuencia brilló, reordenándose: pi en lazos, raíces de lo imposible.
La canoa crujió. El vórtice plegaba el espacio. Santiago gritó: "¡Juan! ¡Ana!"
Al amanecer, la canoa varada, vacía.
El río creció dos palmos. Los ancianos intercambiaron miradas: "El umbral no olvida".
En sueños, Juan vio signos girar. Su padre le susurraba que se alejara.
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