¿En algún momento has sentido que la libertad de ser freelance de pronto se convierte en una trampa que te lleva al caos y al agotamiento? A mí sí me ha pasado. Amo trabajar como redactora: me permite hacer lo que me apasiona y gestionar mi tiempo. Sin embargo, hace unos años me di cuenta de que mi flexibilidad a veces era mi peor enemiga.
Pasé de tener un horario, a trabajar sin parar con jornadas de 10 horas, sin distinción entre lunes y domingo. Experimenté el síndrome de burnout. El resultado fue devastador para mi salud física y mental.

Entre ensayo y error aprendí una lección valiosa: la estructura me brinda libertad. Ahora mi productividad no depende de la improvisación, sino de un sistema de blindaje personal que he ido implementando. Como el estrés es incompatible con mi bienestar, cuido mis hábitos para funcionar mejor.
¿Quieres saber cómo lo logré? Acompáñame a descubrir los cinco pilares que me sacaron del caos y me permitieron prosperar en el mundo freelance. ¡Comencemos!
1. Duermo bien para rendir mejor
El error más común del freelance es pensar que a más horas de estar despierto, mayor será la productividad. El sueño es innegociable; sacrificar el descanso es un error fatal. Dormir bien es el momento en que tu cerebro descansa y se prepara para el siguiente sprint creativo.
En mi caso, procuro acostarme y levantarme a la misma hora. Así evito la niebla mental que puede arruinar mi inicio de trabajo. Si la jornada se alarga o necesito mayor concentración a media tarde, siempre recurro a una siesta que nunca pasa de los 25 minutos. La considero un reseteo de mi cerebro que me permite volver con claridad para editar o escribir mis textos. Además, esta siesta también es obligatoria porque mis entrenamientos en atletismo son exigentes.
2. Priorizo mi alimentación

No puedes esperar que tu mente funcione al 100 por ciento si le das combustible de baja calidad. Mi rutina de alimentación es tan estructurada como mi horario de trabajo. Por eso, trato de comer siempre a la misma hora y evitar los productos ultraprocesados.
En cambio, doy prioridad a los vegetales, proteínas, frutas y legumbres. Estos alimentos ayudan a mi organismo a rendir mejor, evitar la fatiga y tener la energía necesaria tanto para trabajar como para correr.
Por otro lado, cuido la hidratación. Tomar suficiente agua me permite combatir la fatiga visual o los dolores de cabeza provocados por la deshidratación.
3. La actividad física es mi píldora de la felicidad

Por años, el sedentarismo se adueñó de mi rutina. Estaba tan obsesionada con el trabajo que no concebía mis días si no estaba sentada frente al ordenador. Mi cuerpo pagó el precio, mi mente también.
Un día descubrí el running, ¡empecé a correr y mi vida cambió! Cuando corro oxigeno mis músculos y mi cerebro. La actividad física me ayuda a mantenerme en movimiento, a drenar la ansiedad.
Ya sea correr o simplemente caminar, el movimiento es crucial para liberar las tensiones creativas y el estrés acumulado durante la jornada de trabajo.
4. Llevo una agenda de actividades
A diferencia de lo que muchos piensan, la estructura no asfixia la creatividad, a mí me ha ayudado a guiarla. Mantener una agenda de actividades es mi forma de asegurar que cada día tengo una dirección establecida.
Personalmente disfruto tachando los pendientes. No uso herramientas complejas; me basta un cuaderno o una lista simple donde desgloso las tareas grandes en pequeñas victorias. Este simple acto valida mi esfuerzo, me impulsa a seguir.
Para evitar la sobrecarga, me enfoco en identificar las tres tareas más importantes del día y me dedico a completarlas.
5. Aprendí a decir “No”

Este principio es el más básico y el que más me costó aprender, sobre todo tras experimentar el burnout durante la pandemia. Recuerdo verme trabajando de lunes a lunes en jornadas agotadoras.
El síndrome de burnout es real y sutil. Al principio tal vez no lo notes, pero a medida que pasen los días, sentirás los efectos de la fatiga, la irritabilidad y la baja calidad de tu trabajo.
El miedo a perder un cliente me hacía decir "Sí" a todo. Ahora sé que ser selectiva es una señal de profesionalismo. La calidad siempre tendrá más valor que la cantidad.
Mi vida como redactora freelance no se basa solo en la velocidad, sino en la continuidad y sostenibilidad. Estos cinco pilares son mi fórmula diaria para hacer mi trabajo bien y vivir sin ansiedad.
¿Cuál de estos hábitos comenzarás a implementar hoy mismo? ¿O cuáles son tus hábitos innegociables? ¡Cuéntame en los comentarios!