La ferretería de Iván está en la esquina de San Martín y Belgrano, justo donde el sol de la tarde se mete de costado y tiñe de dorado los tarros de pintura en la vidriera. No es solo un negocio: es un pedacito de tribuna.
Iván atiende siempre con la camiseta de Boca. Tiene tres: la de rayas finas de los 90, la amarilla de suplente y la actual. Dice que las rota según “la energía del día”. Sobre el mostrador, pegadas con cinta, hay dos fotos: una de Maradona levantando la Copa en México 86 y otra de Messi abrazando la del 2022. Entre ellas, una bandera azul y oro que parece haber pasado por más asados que lavados.

Los clientes entran buscando tornillos, pintura o un candado, pero terminan quedándose a charlar. Iván tiene esa costumbre: si ve que alguien es futbolero, saca una anécdota como quien alcanza una herramienta de la estantería. Cuenta, por ejemplo, cómo lloró viendo a Maradona en la tele desde el living con su viejo, o cómo gritó el gol de Di María en Qatar tanto que el vecino del kiosco pensó que lo estaban asaltando.
Cuando Boca gana, la ferretería abre con música de bombos y trompetas desde un parlante viejo. Cuando pierde, Iván igual abre, pero se queda en silencio, aceitando bisagras como si el ruido metálico fuera su terapia.

A veces, entre clientes, se queda mirando las fotos y dice en voz baja:
—Estos tres me enseñaron que la pasión también se arregla con las manos, como una cerradura vieja. Paciencia, cariño y no rendirse.
**Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.**
**Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.**